Odio religioso


Nadie nace con amor ni con odio. El amor y el odio son conductas aprendidas en respuesta a estímulos provenientes del medio ambiente. Son los padres quienes programan a sus hijos para el amor o para el odio, a través de sus mensajes, actitudes y comportamientos. Esta programación se realiza en la primera infancia, que es cuando el niño pone las bases de sus estructuras intelectual y afectiva. Después cada persona puede desarrollar el amor o el odio de acuerdo al uso que haga de su libre albedrío. La sociedad también influye en un sentido o en otro a través de sus mensajes.

El odio se alimenta de la envidia, del temor, del fracaso, de la frustración, de la ignorancia, de los prejuicios, del resentimiento y de la falta de valores.

El odio hace que las personas pierdan toda capacidad de reflexión y que justifiquen todo lo que hacen, convirtiéndose en actores o cómplices de barbaridades y, hasta de crímenes de lesa humanidad.

La religión no nos hace invulnerables al odio, pues, por ser humanos somos proclives a los instintos, a los vicios, al odio y a toda clase de perversiones; por esta razón se han cometido muchos crímenes en nombre de la religión

La religión marca pautas morales e invita al amor, a la convivencia, a la justicia, a la paz El primer mandamiento de todas las religiones es el amor, la compasión, la hospitalidad y el perdón, pero son las personas, quienes actúan por su cuenta haciendo uso del libre albedrío.

Las personas evolucionadas no odian; entienden que existen personas distintas, que piensan y actúan de otra forma y tienen derecho a ser como son, a pensar como piensan y a actuar como actúan. Las personas menos evolucionadas tienen menos control mental y son más proclives a dejarse llevar por el odio.

El odio religioso no es achacable a la doctrina de las religiones, puesto que las religiones promueven el respeto, el amor,… sino a la interpretación errónea que hacen las personas de su doctrina.

Si sacamos la doctrina de su contexto da para todo. Por ejemplo, la Biblia dice: «Dios no existe» Esta frase ha sido sacada de contexto, pues, lo que dice la Biblia es: «Dios no existe, dice el impío»

Existen muchas falacias sobre la religión y sobre otros muchos aspectos de la vida. Se trata de ideas falsas, ideas a medias, ideas ambiguas… cuya finalidad es engañar o desacreditar.

Las religiones no son perfectas, pues al ser dirigidas por seres humanos se contaminan de muchos vicios y defectos humanos. Lo importante es tener la capacidad para discernir y no mezclar la doctrina con lo humano, porque entonces siempre tendremos algún motivo para eludir nuestros deberes morales.

Las grandes religiones han tenido una función importante a lo largo de la Historia. Han servido para instalar ciertos principios, valores y normas en la mente de las personas, han ayudado a controlar a una sociedad básicamente ignorante e instintiva, propensa a resolver las cosas a través de la violencia.

Gracias a las religiones hemos superado la ley de la selva; sin embargo, como la religión ha estado controlada por la clase dominante, también ha servido para apoyar a los poderosos y someter a los más desfavorecidos a través de una sumisión pasiva que ha dado origen a muchas injusticias y frustración; sin embargo, llama la atención que las clases humildes tengan menos odio religioso que las clases poderosas. Tal vez sea porque los principios y valores religiosos son una crítica a sus ambiciones, abusos e injusticias.

La religión es uno de los elementos fundamentales de la identidad de los pueblos, así como lo son la raza, la cultura y la lengua.

En las religiones existen distintos niveles de evolución. En los niveles más evolucionados se han superado en gran medida los odios y fanatismos ancestrales, pero existen niveles poco evolucionados en los que el fanatismo y el odio religioso se han salido de contexto y avanzan a sus anchas sembrando muerte y destrucción.

El odio es el preludio de la violencia. Antes de la guerra se enseña a la población a odiar al enemigo ideológico, político o religioso.

El odio se alimenta de la envidia, del temor, del fracaso, de la frustración, de la ignorancia, de los prejuicios, del resentimiento y de la falta de valores, por lo que debemos estar atentos para evitarlo en nosotros y en los demás. El odio es como el fuego, se propaga con rapidez, por lo cual, es necesario sofocarlo a tiempo, porque una vez que toma cuerpo adquiere una dinámica poderosa que termina por destruir todo.

Cuesta mucho construir el progreso, la virtud y el bien, pero es fácil destruirlo a través del odio y la violencia.

El mayor problema del odio religioso es que tienden a globalizarse. Antes quedaban reducidos a ciertos espacios concretos, pero hoy se propaga rápidamente por todas partes.

El yihadismo islámico es una corriente terrorista de actualidad, que, basándose en una interpretación errónea del Corán, promueve la yihad o Guerra Santa contra las personas que no sean afines al Islam.
Sus adeptos se caracterizan por el odio, el fanatismo y la crueldad. En el fondo, no pretenden defender el Islam. El islam es solo un pretexto para justificar su odio, resentimiento y frustraciones y para satisfacer la ambición de poder de sus líderes.

La yihad como concepto básico del  Islam  es una cuestión debatida. Tiene dos tipos de acepciones: La «yihad menor» de inspiración violenta, en la que se intentan legitimar los yihadistas, para utilizar el terror, y la «yihad mayor», de interpretación espiritual, que representa el esfuerzo que todo creyente debe realizar para ser mejor musulmán, mejor persona, mejor padre o madre, mejor esposo o persona.

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