Instinto de libertad


En el principio de la humanidad, el hombre tenía un instinto fuerte como el de los animales, pero en el correr de los siglos el instinto ha perdido fuerza en beneficio de la inteligencia y de la libertad.

El hombre sigue teniendo pautas instintivas de comportamiento. Estas pautas o patrones son necesarios para la supervivencia, pero ya no se trata de instintos fijos y ciegos, como en los animales, sino de patrones que pueden ser modificados y canalizados gracias a la experiencia. De hecho, las personas aprendemos a canalizar nuestros instintos a través de la educación y de las exigencias de la sociedad.

El hombre nace libre por el hecho de ser racional. La naturaleza humana lleva impresa la orden de crecer; por tanto, la libertad es instintiva. Esta tendencia la observamos en todos los animales y en los niños. Los niños son espontáneos, creativos y libres, pero pronto la sociedad los somete, a través de un proceso de socialización excesivamente represivo. «El hombre nace libre, pero por todas partes se ven hombres encadenados» J.J. Rousseau

Durante miles de años el hombre fue instintivo y gregario; carecía de conciencia individual, pero lentamente fue llegando a la individualización. La libertad individual; es decir, la capacidad de pensar y decidir, de acuerdo a criterios personales, se inició a comienzos de la edad moderna. Este proceso se acelera cada día, gracias a los cambios culturales y a las exigencias de la vida que obligan a capacitarse mejor y a desarrollar mayor iniciativa personal; sin embargo, existen poderes establecidos a nivel político, económico, religioso y social que oprimen de muchas formas el instinto de libertad. La ignorancia es el peor de todos los males y el principal obstáculo para que se active el instinto de libertad.

Un pueblo culto es un pueblo libre.

La libertad no se gana en la calles ni en la asamblea de los diputados y senadores, se gana en la mente y en el corazón de las personas.

El hombre es libre porque no es enteramente una realidad natural; tiene una parte (la inteligencia y la conciencia) que se sustraen al determinismo de los instintos. Esta parte le permite ser él mismo, único, consciente y protagonista de su propia vida.

El ser humano tiene muchas necesidades naturales por ser un ser encarnado; pero, por encima de estas necesidades, posee una libertad que le permite independizarse de la tiranía de los instintos y decidir de acuerdo a su libre albedrío.

La guerra y el amor, los instintos y la razón son el «Leitmotiv» de la historia.
Gracias al instinto de libertad, los pueblos han luchado y seguirán luchando hasta morir, debido a que prefieren morir antes que vivir humillados. El precio de la libertad individual y social es muy elevado exige mantener siempre en alto la guardia. De aquí el refrán: » Si quieres la paz, prepara la guerra».

Las guerras cruentas están quedando atrás; suelen darse en los países subdesarrollados. Ahora las batallas por el control y por la libertad se dan en el campo de la capacitación y de la economía.

Para los filósofos griegos, sólo los sabios podían ser libres y felices, porque eran los únicos que conocían la verdad y el bien, y, por tanto, podían actuar de forma correcta.

El instinto y la libertad no existen como entes reales, sino que están encarnados en los seres humanos. Existen en cada persona y existen en la sociedad.
Los instintos son fuerzas de supervivencia que impulsan a la acción y al desarrollo, pero pueden convertirse en fuerzas de destrucción, cuando los seres humanos o la sociedad son desbordados por sus impulsos instintivos y se dejan llevar por la ira, el odio, la ambición o la venganza.

El temor, la ignorancia, el fracaso, las injusticias, la frustración y la falta de valores y de disciplina mental activan los instintos primitivos y desencadenan un sin fin de comportamientos que atentan contra el progreso, la paz y la libertad.

De aquí la necesidad de vivir siempre alerta para tener controlados los instintos y no dejar que irrumpan de forma violenta en nuestra vida ni en la sociedad.

Para liberar y desarrollar el instinto de libertad es necesario:

Reconocer que la libertad es un derecho y también un deber.

Liberarse de los patrones mentales de sumisión, lo cual se logra cuando cada persona comienza a pensar por sí misma, a tener proyectos propios y a tomar decisiones personales. Pero recuerda que nadie puede liberarse de los demás si antes no se libera de sus enemigos internos (ignorancia, pereza, inconstancia…)

Superar el tabú de que la libertad es un riesgo y por tanto, un peligro. Es cuestión de asumir únicamente la libertad que podemos manejar y luego, de forma progresiva, avanzar hacia una mayor libertad.

Entender que ninguna autoridad está por encima de la conciencia del ser humano. 

La gente se somete a las autoridades, porque la autoridad está asociada al poder, y, por tanto, pueden causarnos daño, pero nadie puede quitarnos la libertad si estamos del lado de la verdad y del bien.

Los autoritarios medran gracias a la cobardía de los sumisos; por tanto, no confundas el respeto debido a la autoridad y a la ley con el sometimiento pasivo y el silencio cobarde.

Mantén una posición crítica en todo y aprende a defender la verdad y reclamar tus derechos y también los derechos de los débiles. Sólo así podrás recuperar la dignidad que te ha robado la sociedad.

Es tu deber, defender la libertad; la tuya y la de los demás, porque tu libertad corre peligro mientras estén conculcadas las libertades de los demás.

La libertad es un bien maravilloso, como lo son la salud, la sabiduría y la felicidad. 

«Somos libres cuando nos sentimos bien con nosotros y con los demás. Cuando sentimos que nuestro espíritu no puede ser atrapado por nadie porque somos capaces, creativos, buenos y humildes. Y porque sentimos que nuestra vida tiene significado, debido a que aportamos al mundo progreso, verdad, justicia y amor. En cierta forma, nos sentimos pequeños dioses, forjadores de un mundo mejor»

Si eres libre por dentro, nadie podrá someterte.

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