Odio de clases


La polaridad es un concepto que los griegos definían como Ley de los Contrarios. Esta ley era considerada como el principio de las cosas, del cual deriva todo lo que existe. Para unos era el calor y el frío; para los pitagóricos era lo par y lo impar; para Empédocles, el amor y la discordia.

Heráclito creía que la lucha de los contrarios era la causa del devenir de todas las cosas.

Platón aplicó la ley de los contrarios al pensamiento, dando origen a la dialéctica, es decir, a una forma de razonamiento según la cual, de dos ideas opuestas (Tesis y Antítesis), se obtiene una idea verdadera llamada Síntesis.

El filósofo Hegel aplicó la Ley de los Contrarios a la ideas. Creía que el desarrollo del pensamiento se debía a la lucha entre ideas contrarias que generaban dinámica (Dialéctica)

Este concepto fue adoptado por el marxismo y dio origen a la lucha de clases. Frente a la clase rica (Tesis) el marxismo opuso el proletariado (Antítesis). De esta lucha debía salir la nueva sociedad comunista (Síntesis) en la cual todo sería común y todos serían iguales. Pero, el comunismo fracasó y siguió imponiéndose la Ley de los Contrarios, debido a que la vida es competencia y la lucha debe seguir impulsando la evolución.

La polaridad existe no sólo en la naturaleza; dentro de cada ser humano luchan dos fuerzas antagónicas. Las fuerzas de desarrollo que impulsan a la expansión de la personalidad y los mecanismos de defensa que tienden a inhibir la personalidad. Estas dos tendencias coinciden con el pensamiento de Freud. Según Freud, dentro de cada ser humano luchan dos instinto; el instinto de vida (Eros) que le impulsa al desarrollo y el instinto de muerte Tanatos) que le impulsa a la auto destrucción.

Podríamos poner infinitos ejemplos, pero concluyamos diciendo que la existencia de cualquier cosa exige la existencia de su contrario. Esta realidad nos ayuda a entender que la vida y la gente son como son, tienen su lado bueno y su lado malo; que siempre han existido y existirán clases sociales, ricos y pobres, debido a que se impone la Ley de Desigualdad. La desigualdad es el origen del movimiento y de la acción, por tanto, del desarrollo y de la vida. Si no hubiera diferencias de ideas, todos pensaríamos lo mismo, no habría movimiento intelectual, ni creatividad, ni progreso.

A lo largo de la historia han surgido distintas ideologías que han pretendido imponer la uniformidad a nivel político, económico, religioso, social, cultural, etc. pero han fracasado rotundamente porque van en contra de la ley natural de Desigualdad. El asunto está en aprender a conciliar las diferencias.

De todo lo expuesto podemos concluir que el «Leitmotiv» de la vida y de la historia es la lucha, la competencia. A través de la lucha se desarrollan las personas. A través de la lucha se van logrando los ajustes necesarios para evolucionar y funcionar a niveles superiores. La lucha ha sido y será compañera inseparable del hombre; por tanto, la polaridad es positiva, es un activador que impulsa a la búsqueda de soluciones, pero, como todo en la vida, puede ser un arma de doble filo. El problema no está tanto en la polaridad cuanto en la incapacidad de las personas para armonizar los contrarios.

Para Lewis A. Coser «El conflicto social es una lucha por los valores y por el estatus, por el poder y por los recursos, en el curso de esta lucha los oponentes desean neutralizar, dañar o eliminar a sus rivales»

Lo expuesto no tiene nada que ver con las desigualdades sociales y económicas generadas por la sociedad. La ley de Desigualdad no justifica estas diferencias que son producto de la ignorancia, de la pereza, de la ambición, de la injusticia y del egoísmo de las personas.

Terminamos con unas palabras de  Félix M. Ríos Álvarez (Presidente de Opción Venezuela A.C.)

«En tiempos en los que se incita al «odio de clases», y hasta se promueven acciones que desconocen a quien pueda tener diferencias sociales, urge advertir la amenaza del ver al otro como un «burguesito» o un «malandro», sin darnos cuenta que estamos cayendo en una terrible generalización que nos impide identificar nuestras potencialidades compartidas.

Estoy seguro de que no todo es tan malo en nuestro pasado y que en nuestro futuro aún es posible construir una sociedad en la que quepamos todos. Venezuela está llena de testimonios de gente emprendedora que han venido de abajo y ha «echado adelante» con trabajo y entusiasmo.

La tarea no es sencilla, pero tampoco imposible. Para construir el país que queremos es hora de reconocer esas lecciones de superación, y, con irreverencia, tumbar las barreras de los prejuicios y el resentimiento. ¿Estás dispuesto?

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