El primer impulso es hacer justicia con nuestras propias manos y herir y castigar a quienes nos hacen daño y nos causan dolor.
El problema radica en que al reaccionar de forma impulsiva trastornamos el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y de nuestra mente, lo cual deja huellas emocionales que afectan a nuestra personalidad.
«El ojo por ojo y diente por diente» va en contra de la sabiduría y de la psicología. Es propio de una sociedad primitiva, poco evolucionada.
A pesar de cuatro millones de años de evolución, la sociedad actual está dominada más por mecanismos mentales de defensa que por mecanismo de desarrollo.
Los mecanismos de defensa son propios de personas ignorantes, temerosas e inseguras, que viven a la defensiva y reaccionan de forma instintiva contra todo lo que amenaza su seguridad. Su forma más común de reaccionar es con venganza y con rencor.
Según ciertas teorías el miedo y la ignorancia son las raíces que causan la venganza y el rencor, y sus patrones pueden imprimirse en la psique humana desde muy temprana edad. Son actitudes que se aprenden básicamente en la infancia. Después, la persona tiende automáticamente a ser vengativa y rencorosa.
Estas actitudes pueden superarse cuando las personas comprenden lo ilógico e injusto de su comportamiento.
Las personas vengativas y rencorosas, tienen un problema de control mental que está relacionado con fallas en el proceso educativo, fallas de autoestima, de madurez y de adaptación a la realidad de la vida.
Esto no significa que debamos aceptar de forma pasiva los atropellos de la gente. Significa que debemos reaccionar con sabiduría, para no incurrir en el mismo error que queremos combatir.
Como todo cambio se inicia en la mente y como nuestras conductas obedecen a hábitos consolidados, necesitamos cambiar los paradigmas sobre justicia, venganza, odio, rencor, etc. Solo cuando cambiemos la forma de pensar, podremos cambiar las formas de actuar. Pero nadie cambia si no encuentra buenas razones.
El «Ojo por ojo y diente por diente» es una conducta alienante, pues nos obliga a vivir constantemente en actitud de ataque – defensa, y, si alguien no detiene esta guerra, al final, todos terminaremos alienados, ciegos y desdentados.
Se cree que la gente gasta el 70% de su energía física y mental en defenderse de sus propios temores, complejos, culpas y frustraciones y de las amenazar provenientes del exterior. Por tanto, resulta poco inteligente invertir en venganza y resentimiento la energía que necesitamos para triunfar.
Necesitamos aprender a controlar nuestras emociones y perdonar. El perdón es una cualidad que poseen únicamente ciertas personas superadas. Significa que cuando alguien viola mis derechos, soy capaz de comprender que es una persona equivocada, que es víctima de sus temores, de sus prejuicios y de su frustración y por tanto, la perdono. La gente respeta y admira a quienes son capaces de perdonar.
Para perdonar a los demás, necesitamos comenzar por perdonarnos a nosotros mismos; ser humildes y aceptar que somos débiles y que cometemos muchos errores.
A medida que pasan los años se ven las cosas desde otra perspectiva, y, liberados de la ira del momento, resulta más fácil comprender y perdonar.
Los seres humanos tendemos a ser justicieros. Ignoramos que la comprensión, la tolerancia y el perdón son valores superiores a la justicia. La justicia es sólo una ley natural, mientras que, el perdón es una ley superior.
La ira y el perdón son conductas aprendidas como reacción a estímulos recibidos. En las familias y en las culturas pacíficas, las personas aprenden a ser comprensivas y a perdonar; mientras que, en las culturas represivas e intolerantes, las personas aprenden a ser vengativas y rencorosas. Con el tiempo estas actitudes se convierten en hábitos y en conductas automáticas.
La diferencia radica en que, las personas vengativas y rencorosas, se dejan llevar por un impulso irracional, mientras que, las personas que saben comprender y perdonar han aprendido a controlar las emociones de la ira y del rencor y a remplazarlas por sentimientos de perdón.
Un método que puede ayudarnos a comprender y perdonar, consiste en pensar lo mal que se sentirán las personas que nos hacen daño; pues, sólo una persona con serios problemas personales puede hacer daño a los demás. Con lo cual ya tiene bastante desgracia. Sigue tu camino y deja que Dios haga justicia.
Resulta difícil perdonar porque va en contra de nuestra tendencia natural a hacer justicia, pero necesitamos sobreponernos al instinto de venganza si no queremos autodestruirnos.
Según la Ley de Correspondencia, cada uno recibe lo que da; de modo que: «No juzgues y no serás juzgado. No condenes y no serás condenado. Perdona y serás perdonado» Ama y serás amado.
El hecho de comprender, tolerar y perdonar, no significa ser complaciente con la mentira y con el mal. La mentira y la injusticia son males y, por tanto, deben ser combatidos; pero las personas que actúan en su nombre, están equivocadas y merecen el perdón.
El hecho de perdonar indica que eres capaz de dominar los instintos primitivos, como son: La ira, el odio, la venganza y el resentimiento, pero, aún queda un buen trecho por andar. Es necesario llegar un poco más lejos y ser capaz de amar. «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».
En conclusión: Necesitamos comprender que cada persona es un mundo, con un esquema mental propio y con una forma particular de reaccionar; por lo cual, no intentes cambiar su rumbo, sólo ofrécele tu ejemplo, tu respeto y tu perdón.
El perdón es una decisión y también es un proceso.
Dicen que el perdón es propio de Dios y de los santos, en realidad es sólo una conducta de personas inteligentes.
Necesitamos perdonar y amar para conservar el equilibrio mental y para sobrevivir.
«Sé como el árbol de sándalo que perfuma el hacha que lo corta» Rabindranath Tagore



