Fanatismo, xenofobia, racismo


Las personas necesitan sentirse seguras y reaccionan de forma instintiva en contra de todo lo que amenaza su seguridad. La posición de cada persona depende de su estructura mental.

La estructura mental está constituida por principios, creencia, valores y sentimientos, grabados en la infancia de forma inconsciente a través de la educación. Esta estructura mental se va consolidando con los años y puede volverse más rígida o más flexible, dependiendo de la forma en que la persona maneja sus ideas y sentimientos.

Una educación autoritaria da origen a mentes rígidas. La rigidez dificulta el desarrollo y la adaptación, conduciendo al fracaso y a la frustración. Las personas frustradas tienen baja autoestima y se sienten amenazadas, de modo que, desarrollan conductas cada vez más rígidas para defenderse.

En momentos de crisis, cuando los principios, los valores y la seguridad corren peligro, se activan los mecanismos de defensa. Los mecanismos de defensa, son conductas reactivas (instintivas e irracionales) que en época pasadas, le sirvieron al hombre para sobre vivir en un mundo hostil.

Estas conductas, han sido controladas por medio de la educación pero, cuando la circunstancias amenazan los valores fundamentales como son la familia, la religión, la patria y la libertad, surge en forma violenta la reacción defensiva y la gente se polariza formando grupos de fuerza para oponerse al «agresor». De esta forma se producen las guerras, los genocidios y toda clase de aberraciones sociales.

El fanatismo, la xenofobia y el racismo

El fanatismo , la xenofobia y el racismo son conductas muy arraigadas en los seres humanos. Parece que lo expuesto fuera cosa de épocas remotas y de países subdesarrollados, pero no, están sucediendo en este momento y en muchas partes. El racismo, la xenofobia y el fanatismo religioso están presentes en todos los países y en todas las personas. En el fondo, todos somos radicales, fanáticos e intransigentes y nos molestan quienes no comparten nuestra filosofía de la vida. Sin embargo, la educación nos ha ayudado a controlar estos sentimientos y también a disimularlos.

La globalización está produciendo cambios importantes en las estructuras sociales y en la forma de pensar de la gente. Está borrando todas las fronteras físicas y mentales y creando un solo espacio en el cual todos estamos obligados a convivir, pero, ¿cómo podremos vivir juntos en un mismo espacio físico si no somos capaces de superar el fanatismo, la xenofobia, el racismo y todos los «ismos» ?
La polarización es excluyente y genera una lucha en contra d e… Toda lucha en contra de, hace soberbio al vencedor y resentido al vencido. La soberbia y el resentimiento son caldos propicios para futuros conflictos; por lo cual, estamos obligados a realizar un esfuerzo de comprensión, de tolerancia y de convivencia. Vivimos en una sociedad formada por un mosaico de personas, razas, costumbres, creencias… Cada cual cree tener la razón y trata de imponer su estilo de vida.

La gente está saturada de temores y prejuicios; en consecuencia, vive a la defensiva y reacciona en contra de todo lo que no coincide con su esquema mental, porque lo percibe como una amenaza.
Todos molestamos de muchas formas, a veces de forma consciente y otras veces sin darnos cuenta; de modo que, la comprensión, la tolerancia y el perdón son conductas indispensables para convivir en paz en una sociedad que tiende a la globalización total, en la que todos estamos obligados a vivir en un mismo espacio.

Debemos aceptar que cada persona es un mundo. Desde niños somos programados sobre la base de unos principios y valores que constituyen la estructura de la personalidad, de la idiosincrasia, de la identidad.

Estos principios se graban como algo absoluto, indiscutible y obligatorio, por lo cual, resulta muy difícil, por no decir imposible, cambiar la forma de ser, de pensar y de actuar. Esta realidad hace que cada persona y cada cultura se aferren a su identidad. Sin embargo, esta diversidad, lejos de ser un problema, es una fuente de riqueza y de creatividad. El problema no está en la diversidad sino en la mente estrecha, temerosa y llena de prejuicios de las personas.

Cuando las personas sienten amenazados sus principios y valores, reaccionan de forma violenta, pues, la violación o secuestro de los mismos significaría la pérdida de la propia identidad, del sentido de la vida y de la razón de ser.

La convivencia humana es muy superficial; en el interior de cada ser humano se esconde el fanatismo, el racismo, el chauvinismo, prontos a entrar en acción.

La historia humana es una lucha interminable por el control del poder entre pueblos, culturas, religiones y clases sociales. Hasta hace poco, cada una de estas instancias tenía su propio espacio geográfico y sus fronteras que, en cierta forma, les protegían; pero hoy se están borrando esas fronteras, de modo que, todas las personas, razas, culturas y religiones están obligadas a convivir en un mismo espacio.

Como señalamos al principio del tema, las personas no pueden cambiar del día a la noche su forma de ser, de pensar y de actuar; además ¿Cuál sería el modelo único a seguir? Nadie es dueño de la verdad. Cada uno tiene una verdad que, por lo menos, es válida para él.

El reducir la diversidad a la uniformidad sería un empobrecimiento y una pérdida de valores importantes. Lo ideal es que las personas, culturas y religiones se vayan integrando progresivamente sin perder su identidad.

Lo que sí está claro es que, debemos aprender a ser comprensivos, a ser más tolerantes y a perdonar. «Si quieres sobrevivir, necesitas amar»

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