Existen muchas clases de divorcios y muchas formas de divorciarse, pero todas dejan huella profunda en las personas.
El matrimonio es la culminación de un noviazgo lleno de sueños, esperanzas e ilusiones. Tal vez sea el momento de mayor compromiso en la vida, en el cual se entrega el amor, la fe y la confianza, de forma absoluta y para siempre. Pero el amor es una flor muy delicada que necesita de mucho mimo y cuidado, lo cual no es fácil en una sociedad que atenta contra todo lo que funciona bien.
En muchos casos los esposos logran superar las crisis. Poco a poco, van limando asperezas y aprenden a convivir, aceptándose mutuamente con sus cualidades y sus defectos, y, de esta forma, perseveran unidos a través de los años. El amor, la paciencia, la comprensión, la generosidad y el perdón, son la clave.
Casi todos los casados han tenido alguna vez ganas de hacer las maletas y largarse, pero luego, la reflexión, los valores y la responsabilidad han ordenado la mente y las aguas han vuelto a su cauce.
En otros casos, por diversas razones (mal carácter, discusiones, falta de respeto, inmadurez, infidelidad, incompatibilidad de caracteres o de intereses… ) se debilita el amor y el matrimonio comienza a perder sentido. Cada cónyuge se siente atrapado en una situación incómoda, a veces insoportable, y al final llega el divorcio.
Lo ideal es terminar de forma civilizada, de modo que no queden culpas, remordimientos, ni rencor, pues, estos sentimientos negativos pueden causar mucho daño y hacer muy difícil la adaptación a la nueva vida.
Pero ¿Qué ocurre después del divorcio?
Las personas tratan de justificar su decisión, para lavar su conciencia de culpas y remordimientos. Encuentran mil razones para ello, pero en el fondo, saben que algo han hecho mal. Ahora en la distancia, llegan a la mente escenas del pasado, de momentos buenos y malos y se comprenden muchas cosas.
El divorcio deja muchas cosas negativas (rabia, frustración, desadaptación, soledad,…) y la recuperación puede tardar tiempo, dependiendo:
De la edad.
Una persona joven puede adaptarse con facilidad a la realidad de la vida.
Una persona madura lo tiene más difícil, y, para una persona mayor, la situación es muy complicada.
Del sexo.
Las mujeres lo tienen más difícil, debido a su estructura emocional, a la educación recibida y por vivir en una sociedad machista, y, en la mayoría de los casos, porque tienen que hacerse cargo de los hijos; lo cual supone una gran responsabilidad; sin embargo, los hijos pueden llenar un gran vacío.
De la situación económica.
Los hombres suelen ser más autosuficientes y tienen más seguridad desde el punto de vista económico. Las mujeres lo tienen más difícil, sobre todo, si no están preparadas desde el punto de vista profesional.
De la forma en que se realizó el divorcio.
Un divorcio civilizado deja pocas cicatrices, lo que hace que los divorciados enfrenten la nueva vida con tranquilidad y esperanza; mientras que los divorcios traumáticos dejan a las personas bloqueadas y desorientadas, llenas de dudas, temores y a la defensiva.
Lo cierto es que, con excepción de algunos divorciados que logran rehacer su vida, la mayoría sufren mucho, porque saben que han fracasado en la empresa más importante de su vida. Cada quién sabe que si hubiera puesto un poco más de su parte, hoy estarían felizmente casados, tendría un hogar cálido a dónde llegar, alguien a quién amar y en quién confiar, unos hijos y alguien que velaría por él en caso de enfermedad. Todos se repiten una y otra vez el dicho: «Nadie sabe lo que tiene hasta el día en que lo pierde»
Las personas divorciadas recurren a muchos mecanismos mentales para justificar el divorcio, para alejar las culpas y remordimientos y para «olvidar» tantos recuerdos y vivencias que acuden a su mente, recordando la familia que han perdido.
La familia es el hogar. Hogar significa: seguridad, alimento, afecto, pertenencia, protección. La familia es el único santuario de la tierra en el que las personas se sienten protegidas y queridas, lo demás es soledad.
Los problemas de los divorciados son muchos: Aprender a vivir solos en una habitación o apartamento. Ocuparse de muchas cosas: comida, ropa. Hacer amigos. Buscar pareja (?) Los años pasan, aparecen las canas…
Todas estas cosas hacen que los jóvenes se resistan al matrimonio.
Estamos conscientes de que la vida en matrimonio exige una entrega generosa, pero también es una oportunidad única para crecer, y, como ya hemos indicado: La familia es el único santuario de la tierra en el que las personas se sienten protegidas y queridas, lo demás es soledad. De todos modos, es preferible intentar el matrimonio que lamentarse por el resto de la vida.
¿Qué puede hacer una persona divorciada?
Cambiar de chip y adaptarse a la nueva realidad. Lo cual no es fácil, sobre todo, cuando se han vivido varios años en matrimonio.
Es importante tener presente que la adaptación supone un proceso, que requiere paciencia, poner a funcionar los mejores valores para mantenerse firme en un mundo que invita al libertinaje y a la irresponsabilidad.
Es importante mantener la independencia mental y afectiva. Después del divorcio las personas quedan débiles y desadaptadas, por lo que deben ser prudentes y evitar riesgos y compromisos que puedan comprometer su futuro.
Dicen que el tiempo cura todo y lo cura más rápido cuanto mejor funcionan las personas, de aquí la importancia de elaborar un proyecto de vida por escrito que tenga en cuenta los aspectos fundamentales de la persona (intelectual, afectivo, social, económico, moral y espiritual) El desarrollo de todos estos aspectos ayuda a sentirse bien consigo mismo, a superar la soledad y el pasado y a prepararse mejor para el futuro.
En el divorcio no todo es negativo. El divorcio es una oportunidad para aprender de los muchos errores cometidos.



