Angustia existencial del hombre moderno


La angustia aparece como una espera inquietante y opresiva por algo grave que puede suceder. La persona vive a la espera del peligro, siente un desasosiego permanente, está dominada por un sentimiento de impotencia y percibe la vida como un peligro constante. El hombre puede ser angustiado y torturado por recuerdos y remordimientos del pasado y por la incertidumbre de un futuro lleno de peligros.

Los animales no tienen angustia porque carecen de pensamiento y de imaginación.

Según Freud la causa de toda angustia se debe al miedo a la separación o pérdida de algo importante. Y qué más importante que la vida. La angustia existencial es propia de personas temerosas, inseguras, pesimistas, ansiosas, con baja autoestima. Se trata de una conducta errónea aprendida generalmente en la infancia como consecuencia de una educación carente de fe, de afecto y de valores. En general, las personas luchadoras tienen menos angustia, porque no dependen de las cosas que van a ocurrir, ni del destino. En cierto modo dependen de ellas mismas y trabajan para hacer que las cosas ocurran a su favor.

Existe una soledad física. La soledad física consiste en aislarse de los demás para encontrarse consigo mismo, para reflexionar y para crear. Es la soledad del sabio, del científico, del artista, del religioso, de quienes viven absortos en su quehacer, disfrutando el placer de crear. Esta soledad es fuente de desarrollo y de creatividad. El hombre se siente conectado con la vida, con las ideas, con la sociedad…

Existe la soledad psíquica del que se encierra en sí mismo. Se produce como un mecanismo de defensa, debido a problemas subyacentes, como temores, complejos, desadaptación, baja autoestima. El aislamiento, lejos de proteger, genera más angustia existencial y desadaptación.

Existe una soledad existencial; se trata de un sentimiento de aislamiento social y de vacío interior. Es como una sensación íntima y dolorosa de desintegración. Esta clase de soledad se debe a carencias de amor, de fe y de autoestima. La persona carece de fe y por tanto, no tiene esperanza en instancias transcendentes (Dios), que podría mitigar esa angustia existencial, la cual, de alguna forma, nos hiere a todos. Esta angustia existencial empobrece y desequilibra y es causa del más profundo de los dolores humanos, como es el dolor que produce el vacío del alma.

El ser humano se desarrolla a través de una relación social rica. Si la relación es pobre, el desarrollo queda truncado. Esta relación no se produce por el hecho de estar juntos. La gente vive apiñada en las ciudades, muy juntos desde el punto de vista físico, pero muy distantes desde el punto de vista afectivo. El problema de la angustia existencial se ha incrementado en las últimas décadas. Antes el ser humano vivía unido a un medio geográfico y social que le proporcionaban sentimiento de pertenencia, pero la movilización social, la transculturización, la apertura a nuevas ideas, valores y formas de vida, hace que muchas personas se sientan «perdidas en el espacio» La vida evoluciona de forma tan rápida que las personas y las cosas, que hasta hace poco nos resultaban familiares, ahora nos parecen lejanas y extrañas.

Cómo superar la angustia existencial

«Busco, yo no sé qué busco,
creo que es un rostro que una vez perdí.
Siento, siento una nostalgia
de algo que me falta desde que nací»

Son versos de una canción que describe exactamente lo que nos ocurre a los seres humanos.

Desde niños buscamos algo que sentimos que nos falta.

Buscamos cosas, juguetes, amigos, riqueza, éxitos, amor, felicidad, pero nada nos llena, siempre queda un vacío que nada ni nadie puede llenar.

El avaro necesita más dinero, el autoritario más poder, y el libertino más placer. «Señor nos hiciste para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti» San Agustín

Es necesario aceptar que somos nosotros mismos los que creamos la angustia existencial por no aceptar las cosas como son; por aspirar a lo que no podemos o no merecemos, porque no hemos hecho méritos para ello; por compararnos con los demás, por lamentarnos en vez de luchar, por no entender que la vida es solo un lugar de paso en el que debemos cumplir con nuestra misión para sentirnos plenos por dentro, y, de esta forma, ahuyentar el temor a la muerte y la angustia existencial.

El estrés y la prisa que afecta a casi todas las personas no es más que una reacción instintiva para huir de la angustia existencial y de la incertidumbre que les atormenta por dentro.

La angustia no es un sentimiento aislado; es el resultado de una programación mental errónea; por lo cual, se trata de rectificar algunas ideas y sentimientos generadores de angustia. Todos los estudios psicológicos pronostican que la enfermedad más generalizada del futuro será la angustia.

El temor, la incertidumbre y la angustia existencial son compañeros inseparables de camino. Las personas tratan de acallar estos sentimientos de muchas formas, pero el intento resulta inútil, porque estos sentimientos forman parte de nosotros, viven pegados a nosotros y nos acompañan a donde quiera que vayamos.

«Busco, yo no sé qué busco,
creo que es un rostro que una vez perdí.
Siento, siento una nostalgia
de algo que me falta desde que nací»

La experiencia nos dice que las personas desarrolladas tienen una visión trascendental de la vida que mitiga su angustia existencial; mientras que, las personas que tienen una visión materialista de la vida, sufren de mucha angustia existencial, porque sienten cómo el tiempo se les va irremediablemente entre las manos.

En medio de la confusión social en que vivimos; todos, sin excepción, buscamos el camino hacia el encuentro de nuestro propio Yo. Unos lo hacen de forma consciente y otros por instinto, pero la plegaria profunda de todos los seres humanos es la misma:

«Busco, yo no sé qué busco,
creo que es un rostro que una vez perdí.
Siento, siento una nostalgia
de algo que me falta desde que nací»

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