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Editorial - 1074

 


El valor de la vida

 

La vida es el mayor de todos los bienes. El hecho de existir es una suerte inmensa y un privilegio infinito.
Tu vida es una suerte inmensa, pues, en cada eyaculación se producen 250 millones de espermatozoides y en la carrera hacia el ovulo, entre esos 250 millones de espermatozoides, tú fuiste el más rápido.

 

Tu vida también es un privilegio infinito, pues, has nacido como ser humano, dotado de un cerebro de genio, como resultado de más de cuatro millones de años de evolución, lo cual te permite beneficiarte de todo el desarrollo, esfuerzos y logros alcanzados por la humanidad desde sus orígenes hasta el día de hoy.

 

Tienes inteligencia, conciencia y libertad, lo que te permite ser protagonista de tu propia vida y convertir tus sueños en realidad. En cierta forma, eres un pequeño dios.

Como puedes ver, la vida tiene un valor inmenso, pero nuestra falta de evolución y de conciencia nos impide valorarla en su justa medida, por eso, malgastamos el tiempo, la salud, la energía y la inteligencia en infinidad de actividades inútiles y absurdas. Hay mucha gente que existe, pero poca gente que vive.

 

La vida es un tiempo corto que se nos da para ser protagonistas de nuestro destino, para aprender, crecer y evolucionar y para convertir nuestros sueños en realidad. El desconocimiento de esta gran verdad hace que la mayoría de las personas sean ignorantes, pobres y frustradas, lo cual es lamentable, pues, junto con la vida, hemos recibido las capacidades necesarias para ser sabios, libres, exitosos y felices. De modo que, si no eres sabio, libre, exitoso y feliz, revisa tu vida, porque algo no funciona.

 

Las personas que han estado en situaciones extremas (persecución, cárcel, enfermedad grave...) han vivido una experiencia cercana a la desintegración de su ser. Estas personas saben casi lo que es dejar de existir.

Cuando logran salir de esta situación, descubren el valor infinito que tiene la vida, y, en adelante, aprenden a valorar y a disfrutar de tantas cosas sencillas y maravillosas que nos ofrece la vida. Aprenden a ver las cosas con ojos de niño y descubren el valor inmenso de vivir cada día. Les interesa poco el dinero, la fama, el poder y tantas cosas que traen de cabeza a la mayoría de las personas. Valoran la paz, la libertad, la naturaleza, el tiempo, la sencillez, la bondad y la alegría de vivir.

 

Creo que todos necesitamos revisar nuestro mapa de ruta y cambiar algunos o muchos de nuestros criterios. Necesitamos aprender a vivir de forma consciente. Necesitamos aprender el arte de vivir.

 

Por ejemplo, hoy nos hemos levantado vivos, mientras millones de personas han fallecido mientras dormían; sin embargo, no hemos valorado el hecho de estar vivos, ni hemos dado gracias a Dios por despertar con vida, con lo cual, hemos perdido una oportunidad de valorar el hecho de vivir, y de tomar impulso para conectar más profundamente con la vida, con la gente y con nuestro propio yo.

Hemos desayunado con prisa, sin disfrutar el sabor de los alimentos, sin pensar en lo privilegiados que somos al poder desayunar, cuando millones de personas no tienen nada para llevarse a la boca. Tampoco hemos pensado en el valor inmenso que tienen los alimentos que nos proporcionan energía para vivir y para lograr nuestros objetivos, simplemente nos hemos alimentado de forma inconsciente como los animales.

Tampoco hemos pensado en el esfuerzo que han tenido que realizar millones de personas para producir el trigo o el maíz y convertirlo en harina, amasarlo, hornearlo,... Lo mismo podríamos decir del jamón y del queso que forman parte del sándwich, o de la leche, del café, del azúcar y del jugo de naranja, etc. etc.

 

No se trata de pensar constantemente en estas cosas, pero sí de tener conciencia del significado y del valor que tiene todo lo que existe y todo lo que hacemos. No podemos vivir de forma inconsciente y pasar de largo sobre tantas maravillas que nos ofrece la creación.

 

Llevamos una vida tan agitada y superficial que apenas utilizamos la inteligencia cognitiva y la inteligencia emocional, siendo así que, el conocimiento y la emoción son los que dan sentido y plenitud a nuestra vida. Perdemos de muchas formas el tiempo que se nos dio para aprender, para crear, para amar y para compartir.

 

La vida es un préstamos que hemos recibido, del cual debemos dar cuenta a Dios, que nos ha creado; a la sociedad, que nos ha proporcionado alimento y educación; a la naturaleza que nos brinda lo que necesitamos (oxígeno, agua, alimentos... y merece nuestro respeto y cuidados) y a nuestra conciencia, que nos guía constantemente hacia la verdad y el bien para que no fracasemos en la misión que nos ha sido encomendada.

 

Hace poco comentaba una persona que salió de la cárcel después de muchos años: "Ahora todo me parece maravilloso: El amanecer, la puesta del sol, la lluvia, las plantas, las flores, la gente, la risa y la inocencia de los niños...

Antes no me fijaba en estas cosas, es como si viviera con los ojos bendados. Ahora disfruto hasta viendo como camina una hormiga.

Siento que el mundo es un milagro maravilloso y trato de vivir de forma consciente e intensa cada momento del día..."

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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