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Editorial 1046

 


Abundancia de fe

 

En realidad el 99% de la vida humana se basa en la fe. 

El niño cree que sus padres son verdaderamente sus padres. Cree en los principios que le enseñan y sigue creyendo durante toda su vida en casi todo lo que le dijeron sus padres. 

Los niños creen en todo lo que les enseñan sus maestros, en lo que dice la historia, la biología, etc. en lo que dice la televisión, en lo que dice internet, en lo que dicen sus amigos...

 

El ser humano carece de tiempo y de capacidad para experimentar todas las cosas.

 

Sin la fe la vida sería imposible.


La verdadera fe no es ciega. Se basa en la autoridad de alguien en quien confiamos por alguna razón importante (porque tiene conocimiento, experiencia, es honesto, nos ama, lo avalan sus obras, etc.


Casi todas las conductas humanas se basan en la fe, en las creencias.

Las creencias se graban especialmente en la infancia. Las aceptamos como algo verdadero, indiscutible y obligatorio. Las creencias pueden ser verdaderas o falsas pero nos aferramos a ellas porque nos proporcionan seguridad.

Las creencias constituyen la estructura de la personalidad. Las personas desarrolladas tienen una mentalidad amplia, mientras que, las personas poco desarrolladas suelen ser excluyentes y fanáticas; consideran que, quienes no piensan como ellas están equivocadas. ¿Te has puesto a pensar lo aburrida que sería la vida si todos pensáramos de la misma forma? La belleza y la riqueza del mundo físico, animal y humano está en la diversidad. Lo importante es que cada persona sea fiel a su fe a sus creencias, entendiendo que nadie es dueño de la verdad y por tanto, hay que purificar las creencias a través de la búsqueda constante de la verdad.

 

Las creencias más profundas son las que hacen referencia a los principios y valores. Estas creencias constituyen la estructura de nuestra mente y determinan la imagen que tenemos del mundo. Estas creencias son “sagradas” e “incuestionables”; sin embargo, debemos revisarlas con frecuencia para adaptarlas a la realidad, pues la vida evoluciona y se impone la adaptación para evitar la rigidez.

Las personas nos aferramos a las convicciones porque proporcionan seguridad; nos ayudan a creer que estamos en lo cierto y reaccionamos contra quienes las cuestionan porque sentimos la crítica como una amenaza a nuestra seguridad. Esta es la razón por la cual hay que evitar discutir de religión, de patria, de familia y de política.

La experiencia y la madurez fortalecen las verdaderas creencias, mientras que, las creencias inconsistentes se desvanecen con el tiempo porque no aguantan la prueba de la vida.

Las creencias, como toda conducta humana superior, necesitan ser alimentadas con lectura, reflexión y acción.

 

Desde siempre los seres humanos han buscado una explicación acerca del origen y del fin del mundo, acerca del sentido de la vida y acerca de Dios,  lo cual ha dado origen a mitologías, filosofías, corrientes esotéricas y religiones. Cada una de las cuales, busca una explicación que nunca llegará de forma absoluta y contundente, porque nuestro diminuto cerebro está incapacitado para entender lo que significa Dios.


Estamos acostumbrados a juzgar todo a través de la experiencia que tenemos de este mundo material, pero Dios transciende nuestra realidad, por lo cual, carecemos de parámetros para comprender a Dios y para definirlo. Lo único que nos queda es la fe y la admiración por la grandiosidad de la creación. Nosotros no podemos ver a Dios, pero sí podemos ver las huellas que ha dejado en las maravillas y misterios de la naturaleza.

La fe en Dios no se enseña por medio del catecismo, de la filosofía o de la teología. Las teorías pueden ayudar, pero la fe en Dios y el amor a Dios son vivencias que surgen de la admiración del universo maravilloso e inexplicable. La infancia es el momento en el que se forman las estructuras mentales. Los padres son determinantes en la formación de estas estructuras. Después es tarde, sobre todo, para la formación de las estructuras relacionadas con la fe y con el amor a Dios y a los hombres. Muchos niños que no son amados en la infancia quedan incapacitados para amar por el resto de su vida.

 

La fe no es una idea. La fe es un sentimiento, una convicción interna, una certeza que proporciona alegría y seguridad.
La fe en Dios hace que la vida tenga sentido más allá de las cosas y que la muerte no sea el final.
La fe en sí mismo, hace que las personas crean en su capacidad y logren lo que se proponen, debido a que la fe genera energía, interés, e ideas.
La fe en las personas es posible cuando se tiene fe en sí mismo. La persona que cree en sí, se siente segura y protegida, por lo cual, lejos de tener actitudes defensivas, se siente impulsada a relacionarse, a compartir, a ayudar. Esta actitud le lleva a ser aceptada, respetada y querida.

La fe en la vida se alimenta de la fe en Dios, de la fe en sí mismo y de la fe en los demás. Significa que la historia y la vida funcionan de acuerdo a leyes sabias; que las personas son básicamente buenas; que la evolución es un hecho irreversible y que todo ser humano tiene muchas posibilidades de triunfar y ser feliz, si se lo propone.

De aquí que la fe sea un valor positivo mientras que el ateísmo es una carencia con repercusiones más negativas de lo que la gente supone.

 

Como consecuencia de los grandes cambios que se han producido en todos los aspectos, cada religión vive su propia crisis.


La gente se ha vuelo materialista y pareciera que la fe y los valores están en crisis y que el ateísmo crece con rapidez, pero las cosas no son exactamente como aparentan. La crisis de fe y de valores es una reacción saludable que pide cambios. Es una señal de vitalidad que conducirá a una renovación. Esta situación ha ocurrido muchas veces a lo largo de la historia.

 

Podemos estar seguros de que la fe, la esperanza y el amor nunca morirán, porque son consustanciales con la humanidad evolucionada. Pueden ser aporreados, pero siempre surgirán de sus cenizas como el Ave Fénix, debido a que son indispensables para la supervivencia.

Por suerte, los "ateos" en su fuero interno son más creyentes de lo que ellos suponen, pero necesitan mantenerse en su negación por cuestiones de honor; sin embargo, a medida que pasan los años y cede el ímpetu de las pasiones y de los fanatismos, muchos "ateos" comienzan a reconsiderar su posición.


A pesar de lo que pudiera creerse, varios estudios realizados indican que, sólo del 5 al 10 % de las personas se declaran ateos convencidos.

En este momento me viene a la mente un recuerdo de cuando era niño. Cerca de mi casa vivía un señor mayor a quien la gente apodaba el Cabo. Seguramente por haber ejercido como cabo del ejército. Él nunca iba a misa, lo cual significaba, en aquella época ser ateo. Un día caminaba con un bastón, un tanto extraño; estaba lleno de cruces realizadas toscamente con una navaja. Mis amigos y yo nos sorprendimos y le preguntamos sin tapujos: "Señor Cabo: ¿Por qué tiene cruces su bastón si usted no cree en Dios? No recuerdo cuál fue su respuesta exacta, pero la idea era que "Cuando uno se hace viejo ve las cosas de otra forma. 

 

La fe en Dios, en sí mismo y en los seres humanos es una necesidad de supervivencia, por eso, a pesar de todo, seguimos creyendo en Dios, en la Iglesia, en los médicos, en los abogados, en los políticos,… De todos modos, no se trata de cultivar una fe ciega, se trata de usar un poco de lógica, de sentido común y de sabiduría.

 

Existe un principio básico según el cual, el pensamiento es el principio de toda creación; por tanto, la fe es  fuerza, energía, acción; cuando creemos en algo positivo,  generamos una  energía creadora y sanadora; por el contrario, la falta de fe y los pensamientos negativos generan angustia y enfermedad.


Se cree que el 90% de las enfermedades obedecen a la somatización de energía psíquica negativa; por tanto, la clave de la salud y del éxito está en una programación positiva, basada en la fe, en la esperanza y en el amor.

 

La frase "La fe mueve montañas" es cierta, pero sólo para quienes creen. Cuando una persona tiene verdadera fe en sus proyectos, encontrará la forma de llevarlos adelante, y donde nadie puede hacer caminos, la persona que tiene fe construirá autopistas.

 

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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