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Editorial 1029

 


Por qué debemos hacer bien las cosas

 

Todas las conductas humanas superiores dependen de hábitos que adquirimos desde el día en que nacemos. Al principio nuestras conductas son torpes e ineficaces, pero, a medida que nos ejercitamos, el cerebro desarrolla conexiones neuronales que dan origen a una estructura mental (hábito) relacionada con cada acción, de modo que, en adelante nuestras conductas son más controladas y eficaces.

 

Un hábito es una conducta adquirida por repetición. Con el ejercicio se integran cada vez más los movimientos que participan en cada acción. A medida que se van corrigiendo los movimientos inadecuados, la acción se hace más perfecta y eficaz.

 

Los hábitos son caminos por donde discurre forzosamente la acción. De aquí la importancia de hacer bien las cosas desde el principio, pues, cada vez que hacemos mal las cosas, el cerebro desarrolla conexiones neuronales que dan origen a hábitos negativos, los cuales determinan nuestra forma de actuar y pueden conducirnos al fracaso, aun en contra de nuestra voluntad. Es el caso de los drogadictos, alcohólicos, ludópatas, etc. Nunca pensaron que su adicción les causaría tantos problemas, y ahora son presos de la cárcel mental que ellos mismo han construido.

 

Tanto el éxito como el fracaso dependen de hábitos, positivos o negativos, adquiridos por repetición. Por esta razón. "Tú dependes de la calidad de lo que haces"
Ahora bien, la calidad no tiene nada que ver con el perfeccionismo, el cual es nocivo, porque hace a las personas rígidas, inhibe la creatividad y genera estrés.

 

Debido a que los hábitos perfectos son más eficaces, y, por tanto, más productivos, se ha generado una tendencia a la especialización, a nivel de empresas, profesiones, estudios, deportes, etc. La especialización es buena en sí, pero la excesiva especialización, en detrimento del desarrollo integral de la personas, es contraproducente.

 

Puesto que toda nuestra vida depende de hábitos, deberíamos aprender, desde niños, numerosos hábitos fluidos y eficaces, tales como: leer bien, pensar, hablar bien, escribir, relacionarnos, disciplina, alimentación, responsabilidad, ser felices, compartir, etc.)
Estos hábitos hacen que la vida fluya de forma natural y espontánea y que el hecho de vivir sea un placer maravilloso.
Los hábitos eficaces transmiten mensajes internos de seguridad. La persona siente un poder interno y la certeza de que puede resolver exitosamente las dificultades de la vida. Tal vez esta sensación interna de seguridad sea el mayor beneficio de tener hábitos eficaces.

 

Los hábitos son estructuras mentales consolidadas, por lo cual, resulta difícil cambiarlos e imposible eliminarlos; pero existen técnicas de programación y desprogramación muy efectivas que permiten potenciar los buenos hábitos y crear hábitos positivos que desplacen y controlen a los hábitos negativos.
Las personas rectifican con más facilidad cuando comprenden el daño que les causa sus hábitos negativos y los beneficios que proporcionan las conductas correctas.

 

Debemos estar conscientes de que somos hijos de una sociedad represiva, que nos ha programado con muchas ideas, creencias, actitudes, lenguaje y hábitos negativos, de los cuales no nos damos cuenta, porque forman parte de nosotros y no tenemos capacidad de auto crítica. Estas programaciones nos causan mucho daño y son un freno para lograr el éxito, por lo cual, necesitamos analizarnos, observando cómo son nuestras ideas, nuestras acciones, nuestro lenguaje y nuestros sentimientos, para rectificar hasta donde nos sea posible. "Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio" Antoine De Saint Exupery

 

Puesto que los buenos hábitos son indispensables para triunfar en lo que deseamos, vamos a comprender mejor los procesos que tienen lugar en el interior del cerebro.
Cuando recibimos un estímulo o información, se pone en marcha un proceso químico que genera la formación de una proteína, lo cual hace que el estímulo o información se propague por las neuronas y quede grabado en ellas.

Al principio la grabación es muy leve y temporal. Si el estímulo o información se repite, la grabación se hace cada vez más profunda.

Una vez que el "hábito" o aprendizaje, se ha grabado de forma sólida, queda automatizado, es decir, que, al recibir un estímulo que tiene relación con el hábito o aprendizaje ya adquirido, el cerebro se activa y produce de forma automática e instantánea la respuesta correspondiente. El aprendizaje inicial, convertido en hábito, desencadena un reflejo condicionado. Este es el mecanismo por el cual aprendemos todo lo que hacemos y todo lo que sabemos. Casi el 95 % de lo que hacemos todos los días responde a hábitos y a experiencias adquiridas.

 

Los seres humanos aprendemos por analogía; es decir, sólo podemos aprender aquello que se relaciona de alguna forma con lo que ya sabemos; de modo que, solo si hacemos bien las cosas estamos en condiciones de hacerlas mejor y de progresar.

 

Las personas creen que toman decisiones por voluntad propia, pero, estudios recientes indican otra cosa. Parece que es el cerebro el que toma las decisiones de acuerdo a la información que maneja y un segundo después la persona toma conciencia de la decisión tomada por el cerebro. Lo importante es que el cerebro actúa de acuerdo a los contenidos mentales (intelectuales, afectivos morales y espirituales) que rigen la vida de la persona. Por tanto, si quieres mejorar la calidad de tu vida, no lo vas a lograr sólo con planificaciones, necesitas ir directo a la estructura de tu personalidad y revisar principios, creencias y comportamientos laborales, sociales, morales y espirituales.

 

Muchas personas mienten, se corrompen y hacen el mal, porque su estructura mental les impulsa a ello. Cuando una persona posee criterios, valores y hábitos mentales positivos, su mente está programada para hacer el bien, y, en consecuencia, su tendencia natural es hacer el bien. Sin embargo, nadie es perfecto, y, a pesar de la buena educación, puede incurrir, de forma accidental, en el mal.

 

Conclusión

 

Como la vida evoluciona, los hábitos también deben evolucionar y nuestras ideas, lenguaje, sentimientos y acciones también deben evolucionar, y ser cada día más simples, más fluidos y más eficaces. Es la única forma de hacer bien las cosas.

 

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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