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Editorial 1020

 


Todo lo hacemos por un interés

 

En la naturaleza todo tiene su lógica y en la vida humana todo tiene un interés.

 

Todo lo que hacemos a nivel biológico, intelectual, social, afectivo, moral y espiritual es por una razón, por un interés.

 

La ley de Causa y Efecto rige los acontecimientos naturales y también la vida humana. Una vez puestas las premisas de algo, se siguen las consecuencias.

 

El instinto de supervivencia es el más fuerte de todos, por lo cual, el primer objetivo de toda acción humana es la supervivencia. Las personas estudian, trabajan y se esfuerzan en muchos aspectos con el fin de sobrevivir en la competencia de la vida.

Además entran en acción otros instintos e intereses, orientados a satisfacer necesidades y a lograr placer, seguridad y bienestar.

Para lograr estos objetivos ponemos a funcionar la mente consciente (pensamos, planificamos y tomamos decisiones) pero, sobre todo, la gran artífice de nuestra vida es la mente inconsciente, la cual contiene la estructura fundamental de nuestra personalidad.

 

El inconsciente colectivo es una zona de la mente que contiene  las experiencias vividas por nuestros antepasados,  las cuales se  transmiten de generación en generación. Es como el disco duro de la humanidad. Dichos contenidos son el nutriente básico de la inteligencia y de la creatividad.

Los seres humanos tenemos también un inconsciente personal que contiene lo vivido por la propia persona, pero este inconsciente personal hunde sus raíces en el inconsciente colectivo, del cual se nutre.

 

Las programaciones inconscientes constituyen la estructura profunda de nuestra personalidad y son las que determinan nuestras conductas. Esto explica por qué muchas veces queremos hacer algo, pero actuamos de forma muy distinta. Se debe a que nuestro poder consciente es débil ante la dinámica poderosa de la mente inconsciente.

 

Las personas creen que deciden de acuerdo a su voluntad, pero no es exactamente así; si así fuera, nos decidiríamos siempre por la verdad, por el bien y por el éxito, y jamás por la mentira, ni por la corrupción, ni por el fracaso, puesto que todos sabemos las consecuencias negativas que acarrean.


Muchas personas mienten, se corrompen y hacen el mal, porque su estructura mental les impulsa a ello. Cuando una persona ha sido bien educada, posee criterios, valores y hábitos mentales positivos que se han consolidado a lo largo de la vida, su mente está programada para hacer el bien, y, en consecuencia, su tendencia natural es hacer el bien. Sin embargo, nadie es perfecto y a pesar de la buena educación puede incurrir, de forma accidental, en el mal.

 

Las personas creen que toman decisiones por voluntad propia, pero estudios recientes indican otra cosa. Parece que es el cerebro el que toma las decisiones de acuerdo a la información que maneja y un segundo después la persona toma conciencia de la decisión tomada por el cerebro. Lo importante es que, el cerebro actúa de acuerdo a los contenidos mentales (intelectuales, afectivos morales y espirituales) que rigen la vida de la persona. Por tanto, si quieres mejorar la calidad de tu vida, no lo vas a lograr sólo con planificaciones, necesitas ir directo a la estructura de tu personalidad y revisar principios, creencias y comportamientos laborales, sociales, morales y espirituales e introducir las rectificaciones necesarias.

 

De todo lo expuesto podemos sacar la siguiente conclusión: Todo lo que hacemos en nuestra vida tiene un interés, orientado a la supervivencia, al placer, a la seguridad, al éxito, a la libertad y a la felicidad. Ahora bien, se supone que, para lograr estos objetivos, las personas deben decidirse siempre por la verdad y por el bien, y jamás por la mentira ni por la corrupción. Sin embargo, muchas personas se mueven por intereses, que, en apariencia, no tienen nada que ver con la supervivencia, es más, en muchos casos atentan contra ella, como la drogadicción, el alcoholismo, etc.

 

Entonces ¿Por qué actuamos muchas veces en contra de nuestra supervivencia y de nuestros intereses?

La respuesta está en las programaciones mentales que rigen nuestra vida. Tenemos programaciones negativas (temores, complejos y frustraciones) cuya dinámica escapa a nuestro control; por esta razón, aunque resulte difícil de entender, todo lo que hacemos tiene una lógica y un interés personal, consciente o inconsciente.

 

No siempre se trata de intereses egoístas. Existen intereses generados por el amor, la bondad, la compasión, la amistad. Por ejemplo, los misioneros, los médicos sin fronteras, etc. no se alistan para sentirse mal, sino para sentirse bien, para dar sentido a su vida, y, en su labor están dispuestos a hacer los sacrificios que sean necesarios, porque es grande el interés que les mueve.

 

Son de admirar las personas buenas y generosas. En este momento existe un club formado por los 40 millonarios más ricos del mundo, los cuales se han comprometido a donar más de la mitad de su fortuna a obras de caridad. Varios de ellos ya lo han hecho.

A pesar de su amplia generosidad, todos tienen un interés. Sería muy ilustrativo, conversar con cada uno y conocer las razones de su actitud, lo cual es imposible, pero, apelando a la lógica, podemos decir que su interés es: Sentirse mejor con ellos mismos. Tranquilizar su conciencia y hacer algo por la humanidad que de sentido y trascendencia a su vida.

Sin duda, los años les han enseñando "que el dinero va y viene y el tiempo solo se va"

 

Ahora no te pongas a pensar en qué intereses ocultos tienen las personas que se acercan a ti Simplemente, trata de que las personas te busquen, te respeten y te amen, porque les interesas, debido a que tienes el poder de activar lo mejor de ellas y les ayudas a sentirse mejor.

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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