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Editorial 973

 


El valor de los recuerdos

 

Los seres humanos somos memoria. Somos la síntesis de todos los recuerdos que hemos vivido. Los recuerdos fluyen en la memoria en una danza interminable. Sólo duran unos instantes en la conciencia, para luego desaparecer en la memoria inconsciente. Muchos recuerdos se perderán para siempre en el olvido; sin embargo, seguirán formando parte de la memoria inconsciente que alimenta la creatividad.

Otros recuerdos regresarán constantemente a la memoria, estimulados por el interés, el amor o la ilusión y se convertirán en una fuerza poderosa que nos impulsará a crecer, a triunfar y a ser felices.

También hay recuerdos tristes y dolorosos que es necesario controlar porque pueden ser causa de de angustia y de fracaso.

 

En el subconsciente conviven todos nuestros recuerdos, positivos y negativos, los cuales luchan por tomar el control de la mente, al igual que luchan las personas en la sociedad por el control del poder y del dinero.
Los contenidos se asocian de acuerdo a su signo o vibración con el fin de sobrevivir y tomar el control. Dominan los contenidos que son más alimentados por la persona. Los recuerdos se alimentan y fortalecen cada vez que la persona piensa en ellos con interés.
El hecho de traer a la mente los buenos recuerdos es una forma de autosugestionarse en positivo y de fortalecer los valores, la autoestima y la alegría de vivir. De aquí la importancia de recordar todos los días los aspectos relacionados con nuestros intereses, valores y metas.
También es importante cuidar la forma en que pensamos, sentimos, hablamos y actuamos, porque los pensamientos, los sentimientos, las palabras y las acciones modelan nuestra mente.

 

Los recuerdos, positivos o negativos, están cargados de mucha emoción, generan estados de ánimo, y, al igual que las emociones, pueden impulsarnos al éxito o hundirnos en el fracaso. De aquí la importancia de construir nuestra historia en positivo y de recordar con frecuencia los hechos felices, relegando todo lo negativo al olvido; sin embargo, también es importante aprender de los errores y fracasos y tenerlos presentes para no volver a repetirlos.

 

Los niños y los jóvenes viven intensamente el presente y están proyectados al futuro, de modo que no tienen tiempo para pensar en el pasado; sin embargo a medida que pasan los años, las personas sienten cuán rápido pasa el tiempo y cómo se lleva todo lo que amamos.

 

Antes había tiempo para familiarizarse con las personas y con las cosas y la gente tenía un sentido de pertenencia, pero hoy las cosas fluyen con tanta rapidez que no queda tiempo para encontrarse con uno mismo, ni para familiarizarse con nada ni con nadie.
La mayoría de las personas parecen muñequitos a la deriva en el caos social.
En medio de esta situación, muchas personas, sobre todo las más adultas, tienden a regresar al pasado para encontrarse con su propio yo, con ese yo de la infancia y de la juventud lleno de ilusiones que se ha ido desvaneciendo a lo largo de los años.

 

Son muchas las personas que pasan toda su vida deambulando en busca de su propio Yo. En busca de ese Yo bueno que un día salió de las manos de Dios y luego se extravió en los vericuetos de la vida.
La vida es un viaje hacia el encuentro del propio Yo, hacia el lugar de donde un día partimos, hacia la casa del Padre. No se trata de un camino físico, se trata de un camino espiritual en el que se avanza a través de la superación intelectual, afectiva, moral y espiritual.

 

En términos generales la sociedad es mediocre y está bastante alienada, por lo que su conciencia psicológica y moral está muy limitada.

Los seres humanos somos esencialmente buenos, pero los temores que nos grabaron en la infancia nos han hecho inseguros, egoístas y agresivos.

 

Tenemos conciencia de que el camino correcto es el de la verdad y el bien. Queremos superarnos, ser honestos y buenas personas, pero la programación mental recibida en la infancia y los errores cometidos en la vida pesan mucho, por lo que, al final todo queda en buenos deseos.

En estas circunstancias resulta difícil sintonizar con el propio Yo, pero es nuestra tarea ineludible, pues, como dice el poeta Rilke: "El único viaje auténtico es hacia dentro de cada uno de nosotros y es necesario afrontar y vivir las preguntas ahora, aquí, y en este momento"

 

En medio de la confusión social en que vivimos, todos, sin excepción, estamos buscando el camino hacia el encuentro de nuestro propio Yo. Unos lo hacen de forma consciente y otros por instinto, pero la plegaria profunda de todos los seres humanos es la misma:

 

"Busco, yo no sé que busco,
creo que es un rostro que una vez perdí.
Siento, siento una nostalgia
de algo que me falta desde que nací"

 

El tiempo se lleva todo lo que amamos, excepto los recuerdos, por eso, protege tus recuerdos del olvido.

El problema de la mayoría de las personas es que carecen de buenos recuerdos que llenen su vida.

Construye tu historia en positivo y recuerda con frecuencia los buenos momentos que has vivido. Es la mejor forma de sobrevivir al paso del tiempo y de vivir intensamente hasta el final de tu vida.

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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