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Editorial 961

 


Sálvate a ti mismo, porque nadie te puede salvar

La vida es una aventura personal que depende de muchos factores, sobre todo del uso del libre albedrío.
Nadie puede darnos  el conocimiento, el éxito, la libertad y la felicidad porque son una conquista personal; por tanto, es fundamental tomar conciencia desde niños de que nuestra  vida es una responsabilidad personal y que todo lo que hacemos y lo que dejamos de hacer nos marca para toda la vida. Cada acción, por pequeña que sea, se va sumando a otras acciones y crea una fuerza que determina la dirección de nuestra vida.

Hoy somos el resultado de lo que hemos hecho de nosotros a lo largo de nuestra vida y mañana seremos lo que hagamos de nosotros a través de las acciones de cada día. Si nos va bien, se debe a que actuamos de acuerdo a las leyes naturales de la vida y si nos va mal, se debe a que no respetamos las leyes de la vida o las hemos quebrantado en el pasado.


En la actualidad, todos estamos pagando las consecuencias de errores cometidos en el pasado, los cuales nos impiden evolucionar. La falta de evolución es causa de ignorancia, pereza, falta de disciplina, falta de criterios y de valores, fracaso y frustración.


Es importante  comprender desde niños el valor de la honestidad, del esfuerzo y de la disciplina, porque son el único camino que conduce al éxito y a la felicidad. No es un camino fácil, pero es el único recomendable. Existen otros caminos fáciles que llevan a otras partes, pero ya sabemos cuál es su final.

Los instintos y las pasiones son  poderosos  y constantes,  por lo que necesitamos vivir atentos y conscientes para no sucumbir.


Vivimos en una sociedad mediocre que marca pautas e impone estilos de vida ambiguos. 
En medio de la confusión moral reinante, lo peor que puedes hacer es dejarte llevar por la corriente de la sociedad, en la que se impone la conciencia de la masa. La conciencia de la masa, es como si cada persona perdiera su propia conciencia y fuera gobernada por un ente superior (grupo u opinión) que controla su pensamiento, sus sentimientos y sus decisiones.
En estas circunstancias las personas carecen de capacidad crítica y actúan como zombis, arrastradas por una fuerza superior (ideas, movimientos…)  que decide por ellas y  las “libera” de la responsabilidad de lo que hacen.


Es importante entender que la responsabilidad es personal y que la naturaleza no perdona a nadie. Cada persona recibe lo que merece en atención a sus acciones. Todo lo  que hacemos, positivo o negativo, genera consecuencias positivas o negativas. Los efectos de nuestras acciones pueden manifestarse de inmediato o en el futuro. Muchas veces actuamos bien y no obtenemos el beneficio esperado, pero esa acción suma fuerza y crea las condiciones para evolucionar y alcanzar objetivos superiores. “Haz bien y no mires a quién” Toda buena acción siempre trae beneficio para uno mismo y para los demás.


La mayoría de las personas son gregarias, carecen de ideas propias y de iniciativa y se dejan manipular por la opinión de la sociedad. La globalización está  acabando con la vida personal, con la familia y con las instituciones.  La globalización engulle todo lo que encuentra a su paso; sin embargo, el problema no es la globalización, sino la poca evolución humana y su falta de capacidad para actuar con criterio y responsabilidad.


Historia de un robot

 

En mis años de universidad, analizamos en un cine fórum una película que trataba de un robot. El señor rico de una pequeña ciudad compró un robot que fabricaba pelotas de goma. Fabricó una pelota de futbol para su hijo. Cuando su hijo llegó ante sus amigos con la pelota, éstos se emocionaron y le pidieron jugar al fútbol. El niño rico aceptó con la condición de ser el jefe del equipo.

Poco después fabricó varias pelotas y las vendió. Como cada niño tenía su pelota, se volvieron egoístas y resultó imposible organizar el equipo de fútbol.

Días después apareció el niño rico con una pelota especial de color rojo y sus amigos le suplicaron jugar con ella al fútbol y el niño rico accedió con la condición de tomar el mando del equipo.

El señor rico, estimulado por la codicia, comenzó a fabricar pelotas en serie, hasta que un día, se distrajo y el robot lo agarró con su largo brazo, lo levantó como si se tratara de una pluma y lo deposito en el embudo receptor. De esta forma, el robot devoró a su dueño.

Han pasado casi cincuenta años de esta historia, pero nunca la he olvidado. La llevo grabada en la mente como un presentimiento de lo que pudiera ocurrir en un futuro.

Sin embargo hay una diferencia importante entre aquel robot rudimentario y los robots actuales. Los robots actuales no devoran cuerpos, como el robot de la historia, hoy son más sofisticados y devoran la mente, la conciencia y los sentimientos de las personas. Lo hacen de forma lenta y silenciosa, de modo que las personas no se enteran.

Las personas pasan con los robots (celular, computadora, videos…) durante todo el día y terminan identificándose con ellos de forma progresiva. Son tan fascinantes que trabajar con ellos es un placer.


La ciencia y el progreso se han encargado de que el hombre y el robot funcionen como un binomio perfecto, para lo cual, ha sido necesario que el ser humano renunciara a sus sentimientos. A partir de aquí todo ha sido fácil. Ha sido fácil que el hombre olvide sus principios y valores, sus deberes conyugales, la responsabilidad que tiene de dar amor, tiempo y seguridad a sus hijos, el deber que tiene de implicarse en el funcionamiento de la sociedad, etc.

 

El problema de la adicción a los robots (computadora, internet, twitter, video-juegos, etc.) es que automatizan la mente, endurecen psicológicamente e impiden sentir afecto y compasión por los demás; acorazan el yo e invita al aislamiento interior. Muchas personas aparentan empatía y encanto, pero son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás. Además, debilita la conciencia y borra los límites entre el bien y el mal, de modo que las persona pierden valores y responsabilidad y son presas fáciles de la corrupción y de otras conductas inaceptables.

 

¡Sálvate a ti mismo! porque nadie te puede salvar. En primer lugar debes salvarte de ti mismo, de tus enemigos internos (ignorancia, egoísmo, pereza...) y después debes salvar a los demás, pues, mientras los demás no sean libres, nadie está a salvo.

 
Reflexiona durante unos minutos sobre el tema y establece un plan de acción para tomar el control de tu vida y evitar ser manipulado por una sociedad mediocre y desorientada.  

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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