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Editorial 916

 


Peligros de la ciencia y de la tecnología

 

El cuerpo humano necesita distintos nutrientes (proteínas, grasas, carbohidratos, minerales, vitaminas, fibra y agua) Si falta alguno de estos elementos se produce una disfunción, el cuerpo se deteriora y sobrevienen las enfermedades.

 

De forma similar el ser humano funciona como un todo, es un ser animal, racional, emocional, social, moral y espiritual, y, como tal, necesita nutrir cada uno de estos aspectos para que su desarrollo sea integral y equilibrado. Una falla en alguno de estos aspectos trae consecuencias graves.

 

Hoy estamos conscientes de los problemas que tienen las personas debido a carencias y falta de desarrollo en muchos aspectos, pero vamos a centrarnos en el problema relacionado con la técnica, la especialización, la automatización, el progreso, etc.

Según Ortega y Gasset, el progreso científico ha traído la fragmentación del hombre moderno.

 

Hace apenas unas décadas existía el médico, el abogado, el ingeniero, el psicólogo, etc. quienes, además de poseer los conocimientos específicos de su profesión, tenían una cultura general; pero hoy, el conocimiento se expande y se hace más profundo y complejo, lo que hace que cada profesión se diversifique en varias especialidades. Antes existía el médico cirujano, pero en la actualidad existen más de 100 profesiones relacionadas con distintos tipos de cirugía. Existen cientos de profesiones y de especializaciones que tienden a ser cada día más específicas, lo que hace que los profesionales se centren en su tema y pierdan la visión global de las cosas.

 

La cuestión es: ¿Cómo es posible que en una sociedad que ha alcanzado tal grado de progreso científico y técnico, predomine un modelo de ser humano cuyo rasgo característico es la no cualificación?

Ortega y Gasset responde: “Resulta que el hombre de ciencia actual es el prototipo del hombre-masa, porque la ciencia misma, raíz de la civilización, lo convierte automáticamente en hombre-masa; es decir, hace de él un primitivo, un bárbaro moderno”
En su obra "Misión de la Universidad" Ortega entendía que “En la Universidad se cultiva la ciencia misma, se investiga y se enseña a investigar”. Pero junto a la investigación científica y a la formación de científicos, señalaba otras dos funciones para la universidad, que la convertían en una institución crucial: La transmisión de la cultura y la enseñanza de las profesiones. En la actualidad, la mayoría de las universidades son transmisoras de conocimientos, pero no de cultura.

 

En la actualidad el avance científico es impresionante. El progreso científico es bueno en sí, pero puede entrañar graves peligros si no se maneja con criterio. Todo en exceso y sin control genera problemas. Lo ideal es el equilibrio. 


La ciencia es importante porque nos permite conocer el mundo y utilizar las cosas para progresar y vivir mejor, pero el lenguaje científico es puramente descriptivo, sólo hace referencia al mundo material; carece de significado humano, de contenidos morales, sociales, afectivos y espirituales; por lo cual, el desarrollo exagerado del lenguaje científico en detrimento del lenguaje humanístico tiende a robotizar a las personas; es decir, a reducir la conciencia, la sensibilidad humana, los sentimientos, los valores, la convivencia, etc. Es una forma de mutilación.

 

La esencia de la evolución es el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia. Ambas cosas deberían ser objetivos prioritarios de todos los seres humanos y de todas las instituciones; sin embargo, la dinámica de la vida obliga a las personas a especializarse en profesiones y actividades técnicas, científicas, comerciales y laborales, descuidando su desarrollo humano, porque, al parecer, no cotiza en el mercado de valores.

 

Lo expresado no quiere decir que las personas dedicadas a la ciencia carezcan de sabiduría, de valores y de sensibilidad humana. En general, todas las personas han recibido una educación de valores y se guían por ellos. Sólo queremos señalar que existe un incremento acelerado de lo científico y una reducción de lo humanístico, lo cual ya está generando graves consecuencias. “Existen muchos hombre y mujeres pero pocos seres verdaderamente humanos”

 

La humanidad ha tardado millones de años para desarrollar la cultura que hoy disfrutamos (ideas, conciencia, valores, lenguaje, convivencia...) Lo ha logrado a base de lucha, esfuerzo, sacrificio y fracasos. Sería muy triste que todos estos logros se perdieran, sepultados por el avance arrollador de las ciencias.

 

Así como necesitamos una alimentación balanceada para mantener las defensas altas y lograr que el cuerpo funcione bien, de igual modo, como seres racionales, afectivos, sociales, morales y espirituales que somos, necesitamos fortalecer todos los días estos aspectos, de lo contrario seremos arrastrados por la dinámica poderosa de la sociedad y perderemos el control sobre nuestra vida. Este proceso suele ser lento y progresivo, por lo que, si las personas no mantienen un espíritu constante de superación, se van adaptando a la mediocridad sin darse cuenta.

 

Hoy tenemos más tecnología y más ciencia que nunca. Se han erradicado enfermedades y epidemias que asolaban a la humanidad. Tenemos más cosas y más comodidades que nunca, pero también es cierto que se incrementan cada día las enfermedades mentales, el estrés, la soledad y la angustia existencial.

 

Se suponía que el progreso, la ciencia y la tecnología ayudarían a mejorar la calidad de vida, pero de nuevo, la cuestión es: ¿Cómo es posible que en una sociedad que ha alcanzado tal grado de progreso científico y técnico, exista tanta ignorancia, pobreza, injusticia, crisis y violencia?

Sin duda, no podemos culpar a la ciencia ni a la tecnología, sino a la falta de valores afectivos, sociales, morales y espirituales. “Existen muchos hombre y mujeres pero pocos seres verdaderamente humanos”

 

Historia

 

En mis años de colegio, analizamos en un cine fórum una película que trataba de un robot. El señor rico de una pequeña ciudad compró un robot que fabricaba pelotas de goma. Fabricó una pelota de futbol para su hijo. Cuando su hijo llegó ante sus amigos con la pelota, éstos se emocionaron y le pidieron jugar al fútbol. El niño rico aceptó con la condición de ser el jefe del equipo.

 

Poco después fabricó varias pelotas y las vendió. Como cada niño tenía su pelota, se volvieron egoístas y resultó imposible organizar el equipo de fútbol.

 

Días después apareció el niño rico con una pelota especial de color rojo y sus amigos le suplicaron jugar con ella al fútbol y el niño rico accedió con la condición de tomar el mando del equipo.

 

El señor rico, estimulado por la codicia, comenzó a fabricar pelotas en serie, hasta que un día, se distrajo y el robot lo agarró con su largo brazo, lo levantó como si se tratara de una pluma y lo deposito en el embudo receptor. De esta forma, el robot devoró a su dueño.

 

Han pasado casi cincuenta años de esta historia, pero nunca la he olvidado. La llevo grabada en la mente como un presentimiento de lo que pudiera ocurrir en un futuro.

 

Sin embargo hay un diferencia importante entre aquel robot rudimentario y los robots actuales. Los robots actuales no devoran cuerpos como el robot de la historia, hoy son más sofisticados y devoran la mente, la conciencia y los sentimientos de las personas. Lo hacen de forma lenta y silenciosa de modo que las personas no se enteran.

 

Las personas se van identificando de forma progresiva con los robots, con los cuales pasan casi todo el día. Son tan fascinantes que trabajar con ellos es un placer.

 

La ciencia y el progreso se han encargado de que el hombre y el robot funcionen como un binomio perfecto, para lo cual, ha sido necesario que el ser humano renunciara a sus sentimientos. A partir de aquí todo ha sido fácil. Ha sido fácil que el hombre olvide sus principios y valores, sus deberes conyugales, la responsabilidad que tiene de dar amor, tiempo y seguridad a sus hijos, el deber que tiene de implicarse en el funcionamiento de la sociedad, etc. 

 

El problema es que la ciencia, la técnica, los robots, la computadora, internet, twitter,  etc. automatizan la mente, endurecen psicológicamente e impiden sentir afecto y compasión por los demás; acorazan el yo e invitan al aislamiento interior. Hay buen número de personas que aparentan empatía y encanto, pero son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás.
Además, debilitan la conciencia y borran los límites entre el bien y el mal, de modo que las personas pierden valores y responsabilidad y son presas fáciles de la corrupción y de otras conductas inaceptables.

Como los efectos son progresivos e imperceptibles, las personas no se dan cuenta de esta realidad, por lo que tienden a justificar sus comportamientos y critican de trasnochados a quienes se expresan como yo.

 

Al final, el robot de la ciencia y de la tecnología, termina dovorando a sus admiradores, como ocurrió en la historia de la película.

 

 

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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