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Editorial 895

 


El camino a la inteligencia comienza en el corazón

 

"Sólo se ve bien con el corazón; lo esencial es invisible para los ojos" Saint Exupery

 

Una parábola oriental describe cómo una persona decía delante de un pez: ¡Oh! ¡Pero qué inmenso es el océano! ¡Es grande! ¡Es Maravilloso!
Y el pez asombrado, nadó por todas partes para ver el océano y saber cómo era, pero no encontró el océano. Al final le pregunta a la persona: ¿Y, dónde está ese océano, porque yo no lo veo?
La persona le responde: ¡Tú estás dentro de él!
Y el pez, dudando, responde: No puedo creerlo; ¡Solo veo agua!

 

El problema de muchas personas es que no ven la realidad, porque son miopes mentales.

Los seres humanos tenemos información sobre muchas cosas. Conocemos los datos de muchas cosas, pero ignoramos su significado y el valor de las mismas.


La información no es conocimiento. La información queda reducida a simples datos estadísticos, carentes de conexión con la vida. Es el caso de los alumnos que aprenden de memoria y estudian únicamente para pasar el examen. Una vez terminado el examen, el cerebro se desprograma y olvida la información, porque ya cumplió con el objetivo para el cual fue aprendida. Esta clase de aprendizaje es un simple trámite para sobrevivir, pero carece de verdadero interés y de amor, por lo cual, carece de significado humano y no puede perdurar.

 

Como es lógico, estas personas son mediocres y fracasan en la vida; porque las respuestas que pide la vida no están en los libros. Deben salir de la reflexión y de la creatividad de cada persona persona.

 

El conocimiento es mucho más que información; da a conocer la naturaleza, características y funcionamiento de las cosas. El conocimiento es la base del progreso. Gracias al conocimiento los seres humanos “dominamos” la naturaleza.


Todos estamos conscientes de que el conocimiento significa poder y progreso y que la verdadera competencia de la vida se da en el campo del pensamiento; por esta razón, las empresas compiten por tecnología de avanzada y cada día adquieren más importancia la escuela, el colegio y la universidad. Sin embargo, el conocimiento en sí, sólo genera progreso material, y, si bien crea las condiciones para una mejor calidad de vida, no la garantiza, a menos que vaya asociado a la sabiduría, es decir, a los principios y valores que sirven para controlar y orientar la conducta humana.


La sabiduría enseña el valor real de las cosas, el sentido de la vida y el arte de vivir.

 

El camino a la inteligencia comienza en el corazón.


La inteligencia ilumina el camino a seguir, pero es la emoción la que impulsa a la acción. El amor activa la inteligencia. Es impresionante la facilidad con la cual las personas aprenden aquello que aman. Se cree que el 90 % de todas las cosas grandes que se han realizado en el mundo se deben a la inspiración generada por la inteligencia emocional y el 10% a la inteligencia racional, la cual se encarga de organizar en forma lógica el producto de la inspiración.


Las emociones son un mecanismo de supervivencia que han ayudado a la evolución de la especie humana. Existen emociones fuertes y repentinas que resulta difícil controlar, pero las emociones que se basan en sentimientos o procesos de pensamiento, tales como (el rencor, la ansiedad, la tristeza, etc.) pueden ser controladas y cambiadas.

 

Hoy sabemos que las emociones siempre han determinando la dirección de todas nuestras decisiones, incluso de aquellas que aparentan ser puramente racionales.


Existen muchas personas brillantes desde el punto de vista intelectual, que logran poco o nada en la vida, mientras que, personas dotadas de una inteligencia promedio, llegan muy lejos.

¿Por qué?
Porque la verdadera inteligencia comienza en el corazón.
La inteligencia emocional es la capacidad de sentir, de entender, de guiar el pensamiento de forma inteligente, de controlar y modificar los estados anímicos en sí mismo y en los demás, de enfrentar con éxito las presiones de la vida, de saber actuar con determinación y firmeza, cuando se trate de defender posiciones fundamentales

 

Como el camino de la inteligencia comienza en el corazón, necesitamos amar aquello que queremos lograr, de lo contrario, el cerebro no se activará y fracasaremos en el intento.
Los seres humanos amamos las cosas (estudio, disciplina, trabajo, etc. cuando nos resultan agradables, y cuando comprendemos la importancia que tienen para nuestra vida.

 

Esta es la razón por la cual, las grandes creaciones humanas son fruto de la fe, del amor y de la ilusión; de modo que, si quieres ser una persona creativa, exitosa y feliz, necesitas amar intensamente la meta que persigues, de lo contrario no se activará tu mente creativa y todo te resultará cuesta arriba.

 

Esta es la razón por la cual, la actitud personal es la clave para triunfar. La actitud es forma habitual de reaccionar ante la vida. La actitud, como toda conducta superior, es aprendida en la infancia, en respuesta a los estímulos del medio ambiente. Con los años tiende a consolidarse.

 

La actitud es producto de la filosofía de la vida, de los principios, valores, criterios y creencias; así como de las vivencias, del temperamento y del carácter. La actitud es la forma emocional de enfrentar las cosas.


Existen personas muy inteligentes desde el punto de vista profesional pero con actitudes emocionales pobres, lo cual les dificulta la relación con las personas y pierden muchas oportunidades de triunfar y de ser felices.

 

En la vida todos necesitamos adquirir un trabajo o vender algo (ideas, servicios, cosas...) para adquirir dinero y sobrevivir. Hoy sabemos que no es suficiente con tener capacidad, un título o buenos productos para triunfar, es necesario también tener una imagen agradable. Necesitamos hacernos querer y respetar, lo cual supone que debemos conocer más a fondo nuestras fortalezas y los aspectos negativos de nuestro carácter para erradicarlos y hacernos personas más cálidas, más humanas y más capaces de sintonizar con los demás.

 

No olvides nunca que el camino de la inteligencia, del éxito y de la felicidad comienza en el corazón.

 


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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