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Editorial 891

 


Antes de hacer algo piensa en la forma más inteligente de hacerlo

 

Antes de emprender un viaje importante, pensamos en el lugar al cual queremos llegar, en las razones que motivan el viaje y en la forma de llegar, porque no podemos fracasar. Sin embargo, en las cosas habituales de la vida no actuamos de la misma forma; somos impulsivos e irreflexivos, actuamos sin medir las consecuencias.


La mayoría de nuestras conductas son espontáneas y automáticas. Por esta razón cometemos muchos errores de los cuales nos arrepentimos inútilmente, porque, acto seguido volvemos a cometer el mismo error.

 

Esta forma de actuar es una actitud constante en nuestra vida, de la que no nos damos cuenta porque forma parte de nosotros, de nuestros hábitos mentales. Se trata de un comportamiento que parte de las estructura de nuestra personalidad. Es nuestra forma de ser que hemos desarrollado desde niños, a través de la educación recibida y del uso que hemos hecho del libre albedrío

 

El asunto es que esta forma de ser, impulsiva e irreflexiva, nos lleva a cometer muchos errores y a perder muchas oportunidades, por lo cual, necesitamos hacer un alto en el camino y encontrar formas más inteligentes de hacer las cosas.

 

A medida que la gente madura, aprende a controlar sus emociones, a ser más reflexiva y a actuar de forma más eficaz; pero, hasta que llega este momento, si es que llega, se han perdido muchas oportunidades de oro, y, como dice el refrán: "El tiempo pasado no vuelve más"

 

Existen preguntas claves que cuestionan a la mente y le obligan a definirse: Qué, por qué, cómo, cuándo, etc. Deberíamos cuestionarnos las cosas importantes para actuar de forma consciente y reflexiva. Es fundamental prever las cosas, planificar la vida y trabajar sobre un proyecto que dé unidad a nuestras acciones, en vez de vivir a la deriva.

 

La mayoría de las personas actúan como zombis, repiten todos los días las mismas conductas de forma automática, a sabiendas de que no resuelven las cosas.

 

Muchas de nuestras conductas obedecen a impulsos del momento, a temores, a urgencias, a estados emocionales; es decir, a motivaciones inconscientes que escapan a nuestro control y que pueden causarnos fracaso y frustración

 

La finalidad del pensamiento es sopesar las cosas y actuar en consecuencia, porque no podemos recoger las palabras una vez que salen de nuestra boca, ni podemos rectificar las acciones después de realizadas. Lo dicho y lo hecho, dicho y hecho está, y los efectos producidos (buenos o malos) quedan para siempre con las consecuencias correspondientes.

 

De aquí la importancia de adquirir conocimiento de las cosas, sobre todo, de las cosas que se relacionan con nuestra vida y que nos afectan de muchas formas. Podemos ignorar cómo se maneja un avión, pero no podemos ignorar la forma correcta de tratar a las personas. Podemos ignorar muchas cosas relacionadas con la ciencia, la historia o la economía; pero no podemos ignorar el camino de la verdad, del bien, del amor, del éxito y de la felicidad.

 

La ignorancia es la principal causa de todos nuestros males. Si conociéramos nuestros defectos y el daño que nos causan, seguramente que encontraríamos la forma de corregirlos. El "Conócete a ti mismo" de Sócrates, es la clave para ser más prudentes y pensar antes de actuar

 

Hubo tiempos en que las personas tenían tiempo y silencio para pensar. De alguna forma, todos eran pequeños filósofos en busca del sentido de la vida. Como es lógico, no tenían la información que tenemos hoy, pero tenían unos criterios, una lógica y un sentido común, que bien quisieran para sí muchos doctores, ingenieros y demás diplomados universitarios.

 

El pensamiento solo tiene utilidad cuando lo aplicamos a cosas importantes, como son el pensar creativo y el pensar antes de hablar y antes de tomar decisiones.


A decir verdad, pensamos y hablamos durante todo el día, aunque solo tengamos conciencia de ello en momentos especiales.

 

El código utilizado por el cerebro es verbal, de modo que, el pensar es una forma de monólogo interno, por medio del cual, el cerebro procesa las cosas y toma las decisiones correspondientes.

De modo que, cuanto más valiosos sean los conocimientos de la persona y cuanto más rico sea su vocabulario, mayor será la capacidad del cerebro para pensar y para resolver las cosas; sin embargo, el cerebro no es un robot, es humano; por lo cual, influye mucho en su funcionamiento el estado emocional de la persona; de aquí que, para pensar antes de hacer algo, necesitamos conocer la trascendencia de lo que hacemos y controlar nuestras emociones.

 

En síntesis, nuestras conductas son la expresión de toda la persona; es decir, de los hábitos intelectuales, emocionales y morales que hemos desarrollado a través de los años, los cuales determinan nuestra actitud, nuestra forma habitual de ser, y, en consecuencia, la forma de reaccionar ante las cosas.

 

Como todo cambio se inicia en la mente, necesitamos prender a ser más reflexivos y menos impulsivos, a controlar las ideas y los sentimientos. Necesitamos actuar desde el Adulto, es decir, desde la parte consciente y madura de la mente.

 

Es fundamental tener un proyecto de vida por escrito, prever, planificar y revisar el mapa de ruta constantemente, para vivir enfocados en las cosas importantes. Esta es la mejor forma de tener centrada la mente, de vivir de forma consciente y de pensar cada paso que damos. La prisa, la angustia y la dispersión mental, nos impiden pensar y hacen que actuemos como autómatas a merced de los estímulos que nos llegan de la sociedad y de los impulsos inconscientes que nos llegan de dentro.

 


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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