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Editorial 877

 


Pon límites

 

En el universo todo se rige por leyes. La finalidad de las leyes es mantener el orden y evitar el caos; pero, inclusive el caos tiene sus leyes.

 

El organismo humano también tiene sus leyes, sus mecanismos, que hacen que todos los órganos funcionen de forma sincronizada y que cada célula cumpla con su función. Cuando se trastorna el equilibrio, se activan de forma automática los mecanismos de supervivencia para recuperar el orden del cuerpo, lo que se conoce como homeostasis.

 

Para que las cosas funcionen bien en nuestra vida, necesitamos establecer unas reglas, un orden, una disciplina, unos límites. El objetivo no es reprimir las ideas ni la libertad, sino encauzarlas para lograr eficacia, desarrollo, éxito y felicidad.

 

La vida nos concede una energía limitada y un tiempo breve para convertir nuestros sueños en realidad, por lo que, no podemos malgastar la energía ni el tiempo.

 

Algunas de las características de la vida moderna son: la prisa, el desorden, la improvisación, la irresponsabilidad, la falta de controles, etc. Como es lógico, estas premisas conducen al fracaso.

 

En nombre de la libertad nos saltamos las leyes y las normas, y caemos en el libertinaje. Cada quién se cree dueño de la verdad y con derecho absoluto a decidir sobre su propia vida, y, a veces, sobre la vida de los demás. Esta anarquía mental, moral, social, económica y política, pueden conducir al caos, si no se activan a tiempo los mecanismos de supervivencia.

 

Conscientes de esta situación social, y, conscientes de que esta dinámica que impera en la sociedad parece incontenible, necesitamos abrir los ojos a tiempo y poner límites en nuestra vida para no ser arrastrados por la dinámica de la sociedad.

 

La sociedad tiene un poder inmenso para influir en nosotros, para imponer sus ideas y modelos de vida, para utilizarnos y someternos y a su antojo.


La sociedad no es nadie en concreto. Se trata de una fuerza dinámica que creamos entre todos. Luego, esta fuerza es manejada por algunas personas que toman el control para su provecho. El asunto es que esta fuerza invade todo, y, si nos descuidamos, nos arrastra en contra de nuestra voluntad.

 

Ahora bien, los mayores enemigos no son los externos, sino los internos (el temor, la ignorancia, el egoísmo, la pereza, la falta de disciplina, la irresponsabilidad, etc. Estos enemigos internos son los que nos roban la fortaleza que necesitamos para controlar nuestra vida.


Cuando las personas tienen las defensas altas están protegidas contra microbios y bacterias, y si algún microbio invade el organismo, enseguida se activan los glóbulos blancos y lo eliminan. De forma similar, cuando las personas tiene conocimiento, autoestima y valores, saben reaccionar a tiempo y controlar la situación.

 

Para poder límites en nuestra vida necesitamos saber qué debemos hacer, por qué y cómo, para no perder el tiempo en cosas superfluas que al final no dejan nada. Se trata de elaborar un plan de acción, un proyecto de vida, y mentalizarnos, para invertir en dicho proyecto el tiempo y la energía.

 

El primer límite que debemos poner es contra los instintos.

Los instintos son buenos en sí, pues, son fuerzas que nos impulsan a la acción. El asunto es que son fuerzas salvajes que necesitamos controlar y encauzar hacia objetivos de desarrollo. Para lograr este cometido es fundamental tener principios y valores sólidos.

 

El segundo límite es contra nuestros enemigos internos

El temor, la ignorancia, el egoísmo, la pereza, la falta de disciplina, la irresponsabilidad, etc. mediante el desarrollo de los valores opuestos (autoestima, seguridad, conocimiento, generosidad, diligencia, disciplina, responsabilidad, etc.

 

El tercer límite es contra la sociedad.

Los seres humanos tienden a invadir el espacio físico y mental de los demás. Lo hacen de forma directa y de forma sutil. Es importante estar atentos para filtrar los mensajes, porque una vez que entran en la mente, actúan impunemente.

 

Es importante poner límites antes de que las cosas tomen fuerza, porque una vez que toman impulso resulta difícil controlarlas. Lo dicho puede servirnos para enseñar límites a los niños desde la infancia, porque luego resulta difícil. "Arbol que crece torcido no se endereza"

 

Cada ser humano es como una hormiga frente al universo y frente a la sociedad. Pueden destruir nuestro cuerpo, pero no pueden destruir nuestro espíritu si nosotros no lo permitimos.

 

El problema más grave del ser humano reside dentro de sí mismo, radica en una programación represiva y carencial que recibimos en la infancia a través de los padres y que luego se prolonga a lo largo de la vida a través del colegio, de la vida social, de los medios de comunicación, etc.

Nuestros verdaderos enemigos están dentro de nosotros, sus nombres son: ignorancia, temor, egoísmo, pereza, desinterés, indisciplina, envidia, etc. 
Estos enemigos son el mayor obstáculo para el desarrollo personal, para lograr el éxito y para alcanzar la felicidad.

Estos enemigos nos hacen débiles e incapaces para competir y ganar en la vida; sin embargo, somos libres y tenemos el poder de reprogramarnos, de controlar nuestra vida y de protegernos de los enemigos internos y de los enemigos externos.

 

Ahora bien, teniendo en cuenta que los enemigos internos son los vicios y las pasiones, que provienen de nuestra parte instintiva y están siempre al acecho para aprovechar cualquier distracción y actuar, necesitamos desarrollar los hábitos morales y la disciplina mental que pueda contrarrestarlos. Esta es una labor de todos los días.

 

Y, teniendo en cuenta que la vida es competencia y que los enemigos externos sólo pueden hacernos daño si somos débiles, necesitamos fortalecer la autoestima y la personalidad y desarrollar las capacidades y habilidades que son necesarias para resolver los problemas de cada día a nivel de conocimientos, trabajo, economía, relaciones, etc.

 

Necesitamos desarrollar carácter y personalidad para ponernos límites a nosotros mismos y para poner límites a los demás.

 

Cada ser humano tiene una presencia que expresa su nivel de autoestima y de personalidad. Los demás perciben nuestra personalidad y nos tomarán en cuenta y nos respetarán en la medida en que nos respetamos a nosotros mismos y en la medida en que nos hagamos respetar.

Quién puede controlarse a sí mismo, puede controlar a los demás. Por tanto, la única forma de establecer límites a los instintos, a los propios defectos y a la sociedad, consiste en el desarrollo personal y en elaborar un plan de acción y ser consecuente con él.

 

La vida es como un río inmenso, si lo canalizas será una fuente de riqueza en forma de cosechas, electricidad, etc. pero, si no lo canalizas, destruirá todo a su paso.

 

Pon límites y no permitas que nadie invada tu espacio físico y mental.

 


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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