Editoriales

Editorial 859

 


Cómo debes defender tus derechos



La vida es una lucha personal cuyo objetivo es el desarrollo, la libertad, el éxito y la felicidad. Como puedes observar no se trata de cosas que nos puedan dar, se trata de objetivos internos que sólo cada persona puede lograr. Nadie puede darnos el desarrollo, el éxito, la libertad o la felicidad, porque son una conquista personal. Las personas y las circunstancias pueden favorecernos o no, pero lo realmente importante dependen del libre albedrío, de la decisión personal, todo lo demás es accesorio.


Ahora bien, cómo podemos hacer para lograr el éxito y la felicidad, que es el objetivo para el cual hemos nacido. En todo ser humano existe un impulso instintivo al desarrollo y a la felicidad, pero somos seres en proceso de evolución, lastrados por instintos que nos impulsan al libertinaje, pero también tenemos una inteligencia, una conciencia y el libre albedrío.


El hecho de cómo nos vaya en la vida depende de cómo manejemos estas fuerzas y capacidades. Por tanto, nuestra vida depende de nuestra actitud más que de las circunstancias externas. En las mismas circunstancias hay personas que triunfan y personas que fracasan.


La ley de la vida es la competencia. Compiten las plantas por la luz, por el espacio y por los nutrientes. Compiten los animales y también los hombres. La competencia es un mecanismo de selección natural que garantiza la supervivencia de los más capaces. La competencia genera temor porque siempre existe el riesgo de perder.


En la lucha por la supervivencia prevalecen los más sanos, los más fuertes y los más inteligentes; garantizando de este modo el progreso evolutivo de la Naturaleza. Los estudios de Darwin y Lamarck son el mejor testimonio de esta ley.


Además de la selección biológica existe la selección desde el punto de vista humano. Esta selección tiene por objetivo el triunfo de los valores de desarrollo (conocimiento, verdad, justicia, honestidad, democracia, sensibilidad, convivencia, progreso, etc.) sobre el egoísmo, la ignorancia y la agresividad.


Como somos libres, la Ley de Selección nos deja actuar, pero nos advierte de muchas formas si estamos actuando bien o mal, lo hace a través de la conciencia y de esa sensación interna que nos hace sentirnos bien o angustiados. De aquí la importancia de escuchar las voces y las sensaciones internas que nos informan de nuestra situación.


La competencia se produce en todos los aspectos (económico, afectivo, familiar, social, escolar, intelectual, laboral, político, moral, etc.)


Resumiendo las cosas, tenemos que luchar en dos frentes, en el frente interno y en la sociedad. En el frente interno tenemos que aprender a controlar los instintos y la tendencia natural a la pereza, a la comodidad y al egoísmo. Para controlar estas fuerzas negativas necesitamos desarrollar criterios correctos sobre el valor de las cosas, principios morales y hábitos de disciplina y responsabilidad. Sin estas herramientas no podremos hacer frente a nuestros enemigos internos. En el frente social tenemos que competir en un medio hostil en el que el más fuerte se impone al débil y en el que las leyes las imponen los vencedores. En esta lucha estamos solos y dependemos únicamente de nuestra inteligencia y de nuestra personalidad.


En la prehistoria se imponían los más astutos y los más fuertes desde el punto de vista físico, hoy se imponen los que tienen más iniciativa, más perspicacia y más personalidad.


¿Qué hace que unos tengan autoridad, don de mando, iniciativa, liderazgo y personalidad y que triunfen en sus proyectos?


Todos los seres humanos nacen ignorantes e indefensos y son programados por sus padres, por la escuela y por la sociedad. Observamos cómo en las mismas circunstancias unos triunfan y otros fracasan, por tanto, existe un factor personal determinante, el libre albedrío, que inclina la balanza de un lado o de otro.


Lo cierto es que, en algún momento de la vida, por circunstancias que desconocemos, unos toman el camino de la libertad, de la superación y del éxito y otros toman el camino del sometimiento, del conformismo y de la mediocridad. A medida que pasan los años, los caminos divergen más. Como es lógico, en la lucha de la vida, los primeros tienen control sobre su vida y sobre la sociedad; mientras que, los segundos tienen dificultades para asumir sus deberes y para defender sus derechos.

Por tanto, no existen fórmulas mágicas para defender los propios derechos. La única fórmula es desarrollo y personalidad.


La vida es una lucha de fuerzas económicas, emocionales, intelectuales, políticas, morales, religiosas, etc. en las que se imponen quienes tienen estructuras más poderosas. A veces vemos que se imponen los mediocres, debido a que se rigen por el principio maquiavélico de "El fin justifica los medios" pero al final sucumben víctimas de su propia incapacidad.


Cómo defender nuestros derechos


El ser humano es como un imán magnetizado. Tiene el poder de atraer y de rechazar las vibraciones. Cuanto más desarrollada está la persona, más intensas, poderosas y rápidas son sus vibraciones. Según la ley de vibración todo lo que sentimos y pensamos se expresa a través de vibraciones y se expande en todas direcciones, influyendo para bien o para mal en uno mismo y en los demás.


Si vibras en positivo, nadie podrá causarte daño, pero si tienes miedo o dudas de tu poder, entonces te haces vulnerable. Para vibrar en positivo es necesario tener cierta calidad de persona, cultivar ideas, sentimientos, actitudes y conductas positivas.


Los valores poderosos como la verdad y el amor, emiten vibraciones de alta frecuencia y de alta intensidad, capaces de vencer todos los obstáculos. Nada convence tanto como la verdad y nada es tan fuerte como el amor; sin embargo, con frecuencia tardan en imponerse.


Cuando hablas, lo primero que oyes es la vibración de tu voz. Si tu palabra es clara, consistente, fluida, vibrante y agradable, te transmite el mensaje de que eres un triunfador. Corno ves, tu voz puede ser tu peor enemigo o tu mejor aliado; dependiendo de sus vibraciones. Ahora bien, las personas producen vibraciones al hablar, al pensar, al caminar, al mirar,... pero nadie puede fingir las vibraciones, éstas son la expresión exacta de lo que es la persona, de su autoestima, de su capacidad, de su experiencia, de sus valores, de sus retos y de la fe que tiene en sí mismo y en sus proyectos.


Me viene a la mente la Madre Teresa de Calcuta, una mujer menuda, en apariencia insignificante, pero, con una vibración tan grande que quienes la han tratado han quedaron marcados por una experiencia interna difícil de olvidar.


Ponte a valer, vibra en positivo, respétate a ti mismo y serás respetado y admirado por los demás. Si tienes las defensas internas altas, estarás protegido contra las amenazas externas.


Como la vida es competencia y existe la envidia, el egoísmo, el odio y la ambición, necesitas estar atento para defender con inteligencia tu espacio físico, mental, moral y espiritual.

 


Recomienda Este Editorial
 
    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

comments powered by Disqus