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Editorial 758

 


Materialismo vs espiritualidad

 

La tendencia natural del hombre es el libertinaje, debido a que, aunque hemos evolucionado, tenemos unos instintos animales que permanecen latentes y buscan expresarse, pero los tenemos controlados por medio de los principios, valores y disciplina que hemos recibido a través de la educación familiar y a través de los condicionamientos sociaoles. La fuerza de los instintos es tal, que necesitamos invertir una gran cantidad de energía mental para reprimirlos.


A través de millones de años de evolución, la humanidad ha encontrado ideas, valores y formas superiores de actuar que ayudan a controlar los instintos, a convivir de forma civilizada y a progresar; sin embargo, los instintos siguen activos, por lo que es necesario ejercer control sobre ellos de forma constante.


A lo largo de la historia han existido momentos en los cuales la humanidad ha priorizado lo material y momentos en los que ha dado más importancia a lo espiritual. Cuando las personas y la sociedad se dejan llevar por el libertinaje y por el egoísmo, se impone una visión materialista de la vida, sin principios ni valores. Esta forma de actuar genera corrupción, fracaso, frustración y violencia, amenazando la supervicencia de la humanidad. Ante esta situación de crisis, la sociedad reacciona y busca soluciones que ayuden a recuperar el equilibrio y la conviencia.


Esta dinámica hace que la humanidad se debata entre el materialismo y el espiritualismo, entre el bien y el mal, entre el vicio y la virtud. La causa de esta polaridad se debe a que dentro de cada persona existen dos fuerzas opuestas: Los mecanismos de desarrollo que le impulsan al bien y los mecanismos de defensa que se alimentan de los instintos, de la ignorancia, del temor, de la frustración y conducen al egoísmo y a la violencia.


Estas tendencias se ven reflejadas en el arte, en las costumbres y en la vida de las personas. Por una parte el ser humano tiene una fuerte tendencia hacia lo animal, y a la vez, siente un deseo interno hacia la superación, hacia la verdad y hacia el bien.


Lo que ocurre en la sociedad es la expresión de lo que ocurre en las personas. Cuando la mayoría de las personas tiene una mentalidad materialista se impone la corrupción y la violencia y cuando la mayoría de las personas tienen principios y valores, reina la honestidad, el progreso y la armonía social.


En realidad, la vida se rige por muchas leyes. Una de estas leyes es la Ley de Polaridad o Ley de los Contrarios, por esta razón, la vida de cada persona y la vida de la sociedad es una lucha constante entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal, entre la honestidad y la corrupción, entre la paz y la violencia.


La vida de cada persona depende de su programación mental. Se entiende por programación mental el conjunto de ideas, crencias, valores y experiencias que rigen su vida. Esta programación la realizan los padres, por lo cual, la visión materialista o espiritual que predomina en cada persona depende básicamente de la educación recibida; sin embargo los seres humanos son libres, y, por tanto, responsables de su vida.


Las personas en las que predomian la visión materialista de la vida, carecen de principios y valores sólidos, por lo cual, tienden a ser instintivas, egoístas, corruptas y violentas y bastante frustradas e infelices, debido a que sienten que su vida carece de sentido; mientras que, las personas que poseen principios y valores sólidos tienen una vida regida por mecanismos de desarrollo, tienden a ser buenas, honestas, responsables y bastante felices, porque sienten que su vida tiene un significado importante.


La experiencia indica que, mientras las personas y la sociedad se rige por principios y valores progresa y vive en paz y cuando se debilitan los valores surgen las crisis.


Lo más fácil es dejarse llevar por la corriente de los instintos, del libertinaje y del placer, como hizo el hijo pródigo. El problema es que todo esto es efímero y destructivo y al final llega el caos.

En la actualidad existe una visión materialista de la vida que alimenta el egoísmo y la corrupción, los cuales amenazan con destruir las instituciones, la economía y la paz social. Esta situación se debe a la pérdida de valores, de la que se derivan muchas formas de injusticia. Este estado de cosas no se puede resolver sólo con leyes y planes económicos, puesto que la raíz del problema no es la economía sin la condición corrupta e irresponsable de muchas personas.


Ahora bien, bajando al plano pesonal, que es lo que más nos atañe, los seres humanos deberíamos aprender de la historia, deberíamos abrir los ojos a tiempo y tomar nota para no dejarnos manejar por una sociedad manipuladora.


En la sociedad existen muchas formas de engaño, de manipulación, de sometimiento y de explotación, por lo que es importante tener idea clara de cuáles son los comportamientos que conducen al éxito y cuáles son los parámetros materialistas que impone la sociedad que conducen al fracaso.


Lo más fácil y agradable es ser materialista y libertino y buscar en todo el placer. Hoy la gente puede darse más placeres que nunca, el asunto está en saber si es más feliz. Lo material puede darnos placer, pero la felicidad está asociada a lo espiritual. De aquí la importancia de buscar el equilibrio para disfrutar de los placeres sanos y de la felicidad.

El materialismo y el espiritualismoson dos concepciones opuestas de la vida, pero, sobre todo, son dos actitudes opuestas, dos formas de vivir.


La felicidad depende más de la actitud personal frente a la vida que de las cosas que se tienen y de los acontecimientos. Encontramos personas felices e infelices en todas partes y en todas las circunstancias.


El relativismo moral es un concepto que se está imponiendo en la sociedad como consecuencia del debilitamiento de los valores. Se está imponiendo un concepto materialista de la vida que busca el placer como objetivo fundamental.


En una sociedad, en la que al parecer todo está permitido y en la que la gente tiene criterios muy mediocres acerca de la moral, es importante definirse moralmente con claridad y valentía.


El poder sugestionador de la sociedad es terrible, sobre todo para los niños y jóvenes, debido a que su influencia es poderosa y constante, por lo cual es necesario apelar constantemente a los valores morales consistentes.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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