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Editorial 838

 


No dramatices la muerte

 

Nacer es comenzar a morir. La muerte es un hecho biológico natural y universal, pero en nuestra cultura occidental es considerada como una tragedia. La dramatización de la muerte tiñe de tristeza la vida y es causa de sufrimiento y temor.


El cuerpo y el espíritu se resisten a la desintegración y a perder en un instante tantos esfuerzos que tuvieron que realizar para aprender a vivir.


El ser humano desea ser inmortal. "No concibe la muerte de sí mismo; sólo concibe la muerte de los demás". Desde la prehistoria ha construido tumbas, pirámides, cementerios y ha rendido culto a los muertos en un intento de eternizar la presencia de los seres queridos. Los seres queridos forman parte de uno y al morir se llevan parte de nuestro ser y de nuestra vida.


El ser humano se protege del terror a la muerte mediante la agrupación y la pertenencia a un grupo social. Este sentimiento de pertenencia mitiga el temor a la muerte, pues, vivos o muertos, los miembros que pertenecen al grupo tienen el poder de seguir viviendo a través del grupo.


Según Fazer, la angustia de la muerte es menor en los pueblos primitivos, tal vez, porque no se hacen problemas; sencillamente aceptan las leyes de la naturaleza.


En todas las culturas el hombre ha inventado ritos y ceremonias para exorcizar la muerte.


La vida adquiere un valor de "esencia", porque es fugaz y porque la experiencia de vivir es infinitamente maravillosa.


¿Hasta dónde podría llegar el hombre si la muerte no se cruzara en su camino? Pero la vida es así y el ser humano debe renunciar como Moisés a la tierra prometida que se extiende ante sus ojos. Es triste y doloroso el tener que renunciar a tantas promesas de éxito y de felicidad que ofrece el futuro. Por eso, el ser humano debe vivir con intensidad el tiempo que le da la vida para realizar todos sus sueños.


Existe una sola forma de reconciliarse con la muerte; consiste en alcanzar cierto grado de desarrollo, de éxito y de felicidad. Las personas realizadas no temen tanto a la muerte; sienten que han cumplido con su misión en esta existencia y que la vida les ha dado todo lo que podía darles; por eso, satisfechos en el cuerpo y en el alma, se despiden de la vida, como el marinero después de navegar todos los mares del mundo:

De pie, firme y sereno,
el marinero,
curtido por el mar y por el viento,
desde la proa del barco,
se despidió de la vida,
llevándose en el alma
el mar,
las noches estrelladas,
y el sol de todos los amaneceres.


Las personas que no logran realizarse sienten más la angustia de la muerte a medida que envejecen; tal vez, porque presienten que es trágico encontrarse ante la muerte con las manos vacías; mientras que, las personas realizadas, en vez de llorar ante la muerte, sienten un agradecimiento inmenso por la vida, por toda la felicidad y por el tiempo vividos. Sin embargo, la muerte siempre tendrá un sabor amargo, porque la vida es maravillosa y dejar de existir va en contra del instinto vital de supervivencia.


Muchas personas viven un drama real, pero la mayoría de las personas se crean su propio drama para justificar su pereza, su incapacidad, su irresponsabilidad o su fracaso. Este comportamiento es básicamente inconsciente, pero igualmente dañino.


La dramatización consiste en magnificar las cosas (temores, emociones, dificultades, peligros y fracasos) La dramatización de la muerte hace que las personas la perciban como una catástrofe infinita, cuando en realidad no es más que una paso hacia otra dimensión. ¡Que distinta sería la vida si aprendiéramos a no tenerle miedo!


Deja de compadecerte, de lamentarte o de culparte. Deja de esperar que las cosas cambien. Deja las fantasías, lo temores y los dramas y comienza a caminar hacia el futuro, antes de que el mundo se te venga encima.


Vive cada día intensamente, conscientemente y felizmente, como si fuera el último día de tu vida. Haz las cosas lo mejor que puedas y no te empeñes en triunfar a toda costa, ni en demostrar a los demás lo inteligente que eres, porque no les interesa. Tampoco tienes que demostrarte a ti mismo que eres muy inteligente, pero sí tienes que demostrarte que eres buena persona, que sabes vivir y que eres feliz, porque lo más grave de la vida no es morir sino no saber vivir.


Necesitamos reeducar nuestra visión de la vida y de la muerte, porque, por pensar que la muerte no es con nosotros, en vez de aprovechar el tiempo fugaz que nos da la vida para crecer y amar, lo desperdiciamos como si fuéramos a vivir eternamente. Y cuando llega la muerte y se van nuestros seres queridos, nos quedamos con un dolor en el alma y con un sentimiento de culpa, por no haberles amado, por no haber compartido, por no haberles dicho muchas veces "Te amo"


La muerte no es nuestra enemiga. La muerte cumple su función. Si cumplimos bien con nuestra misión en la vida, no tendremos temor a morir, y si tenemos temor a morir, es porque no hemos entendido la vida, algo no funciona bien en nosotros.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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