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Editorial 814

 


No juzgues porque no sabes...

 

Cuanto mejor es una persona, más comprende a los demás, y cuanto más miserable es, más juzga a los demás. Es una forma de descalificar, en la creencia que en la medida en que los demás valen menos ella vale más.


Las personas mediocres no pueden soportar el éxito de los demás, por eso juzgan mal y al hacerlo piensa que hacen daño y disfrutan el placer de dañar a los demás. Es una forma de perversión que habla muy mal de las personas. De modo que, cuando te encuentres con personas dadas a juzgar y criticar, aléjate de ellas, porque su espíritu es malévolo y daña todo lo que está cerca de ellas. Además, su ejemplo es contagioso, debido a que todos tendemos a juzgar a los demás, por lo que somos tierra abonada para el mal.


Es importante saber que tendemos a ser jueces de todo, a buscar excusas para nosotros y condenas para los demás. Necesitamos aprender a ser objetivos, lógicos, justos y compasivos con quienes funcionan mal, pues, bastante desgracia tienen con ser como son.


Las personas que funcionan mal tienen conciencia de ello y lo pagan muy caro, pero no saben cómo cambiar, porque están atrapadas en ideas y hábitos que mandan en su vida. Si tu funcionas bien da gracias a Dios y piensa que podías estar en el lugar de los fracasados.


Si eres dado a juzgar se debe a que no funcionas bien y a que, en el fondo, formas parte de esas personas a las que juzgas. Como dice el refrán: "No hay peor astilla que la del mismo palo"


Nunca encontrarás que las personas exitosas y felices juzguen a nadie de forma despectiva. Pueden hacer juicios de valor y expresar su opinión en relación con las acciones, pero no juzgan a la persona como tal. El juzgar a las personas es propio de las personas mediocres e inferiores.
Tenemos derecho a juzgar las cosas y las acciones, pero no tenemos derecho a juzgar a las personas, porque para hacerlo con objetividad y justicia, deberíamos conocer todas las causales que llevan a las personas a ser como son y a actuar como actúan.

Ponte en el lugar del otro. Todo el mundo quiere ser libre, rico, exitoso y feliz. No existe nadie que quiera fracasar y ser infeliz. Pero, por diversas razones, cada persona es lo que es. En ello han influido las circunstancias externas y las decisiones personales, lo cierto es que ya estamos programados y poco es lo que podemos hacer para cambiar las cosas; sin embargo, somos libres y siempre existe la posibilidad de cambiar.

En esta situación, lo lógico es que nos comprendamos los unos a otros y que, en vez de juzgar, criticar y condenar, demos la mano a los más débiles. Primero, porque necesitamos hacerlo para crecer como personas. Después, porque, si no lo hacemos nos degradaremos y descenderemos al nivel de ellos, y, finalmente, porque si no logramos que salgan de su situación, nos arrastrarán al fracaso.

 

Hoy, nadie puede salvarse solo. Vemos como la ignorancia, la pobreza y el populismo están acabando con la clase media, con el progreso, con la democracia y con la libertad en muchos países. Como es natural, quienes no son felices por injusticias de la vida, no pueden aceptar que existan personas felices, sobre todo, cuando creen que estas personas son las causantes de su desgracia.


Ponte en el lugar del otro. Es fácil decir que estudien, que trabajen, que sean responsables,... pero ¿Qué harías tú, si estuvieras en su situación?

¿Qué estás haciendo para erradicar los males que criticas y para ayudar a las personas que juzgas?


Recuerda que todo tiene sus causas profundas y que no podemos juzgar nada por las simples apariencias. Cuando conozcas las causas profundas podrás juzgar los comportamientos de las personas, pero no a las personas en sí, porque nunca podrás conocer las razones profundas por las cuales las personas son como son y actúa como actúan.


Ponte en el lugar del otro y no digas de esta agua no beberé. Piensa en tantos casos de personas que conoces que eran ejemplo de equilibrio y responsabilidad, pero un día, se quebraron su valores y perdieron su dignidad. Comprende y perdona, pero, además, ten sentimientos de compasión hacia los que funcionan mal, se han traicionado a sí mismos y es mucho lo que sufren.

Los seres humanos tendemos a juzgar con severidad, y, hasta de forma injusta y con odio a quienes nos causan daño. Esto es natural, el problema radica en que, al hacerlo volcamos sobre estas personas nuestros temores, complejos, odios y frustraciones reprimidas. Necesitamos comprender a los demás y controlar la parte oscura de nuestra mente. El hecho de comprender a las personas no significa aceptar sus comportamientos. Las personas son respetables, pero sus ideas y comportamientos negativos deben ser combatidos de forma civilizada.


Las personas han sido siempre fanáticas de lo suyo, pero hoy se están exacerbando los fanatismos y creando muchas tensiones. Esta situación genera temor e incertidumbre y hace que las personas se pongan a la defensiva y tiendan a juzgar, descalificar y condenar a quienes no piensan como ellas. La globalización nos obliga a compartir ideas y espacios. Estamos obligados a entendernos, lo cual comienza por aceptar las diferencias y evitar juzgar a los demás. Se imponen el diálogo y la comprensión.


Los demás son como el espejo en el que nos reflejamos nosotros mismos. Al amar a los demás expresamos que nos amamos a nosotros mismos, confiamos en los demás porque confiamos en nosotros mismos, odiamos a los demás porque nos odiamos a nosotros mismos, los juicios que hacemos sobre los demás, los hacemos sobre nosotros mismos. "Piensa el ladrón que todos son de su condición"


Por lo cual, al amar, ayudar y comprender... a los demás, nos amamos, nos ayudamos y nos comprendemos más a nosotros mismos; es decir, la mejor forma de crecer es ayudar a los demás.


Estas conductas se aprenden básicamente en el hogar por imitación de los padres, por lo cual, es un llamado a los padres para que cuiden los mensajes que dan a sus hijos a través de sus palabras y de su ejemplo, porque, al final, son los padres quienes programan a sus hijos para el éxito o para el fracaso.


Puedes juzgar las ideas, actitudes y comportamientos de las personas, pero si vas a juzgar a las personas, piénsalo bien, porque el juicio que emitas sobre ellas, deberás aplicártelo también a ti mismo.


"No juzgues y no serás juzgado"


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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