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Editorial 811

 


Importancia de la familia para la supervivencia

 

Somos la especie que tiene la organización social más compleja y eficaz de todas. Nuestro éxito y dominio no provienen de la inteligencia o capacidades de cada individuo en particular sino de la coordinación y de la colaboración que se ha dado entre los miembros de la especie.

 

Cada logro de nuestra especie ha sido alcanzado cuando la estructura social estaba preparada para ello. Por ejemplo: Para realizar el Proyecto Apolo que llevó al hombre hasta la luna, no se debió a un individuo muy inteligente sino a miles de personas capaces que unieron su experiencia.
En nuestra especie, nada importante es fruto del individuo, sino de la organización social. Esta es nuestra fuerza frente a las demás especies. En definitiva, nuestra evolución social precede y es el motor de todas nuestras creaciones como especie. 

 

A veces surgen sabios y genios que crean cosas impresionantes, pero su capacidad mental es producto de la evolución alcanzada por la sociedad.

 

Nuestro origen no fue nada esplendoroso. La especie humana tuvo que luchar contra muchas penurias y dificultades extremas. Tuvo que aprender a organizarse y funcionar en equipo para defenderse, lograr alimento y sobrevivir. En un mundo hostil y poblado de fieras, sólo las especies que lograron adaptarse a situaciones adversas lograron sobrevivir y éste fue el caso afortunado de nuestros antepasados los chimpancés.

 

¿De qué le podría servir a un chimpancé el caminar erguido y todas las herramientas frente a un león o a una jauría de perros salvajes?

 

¿Por qué ha sobrevivido la especie humana?

 

Fue el desarrollo de la estructura familiar lo que le permitió protegerse de los depredadores. Una familia de chimpancés podía recolectar en el suelo y uno o varios individuos encaramados en lo más alto de algunos árboles cercanos, podía vigilar y prevenir de cualquier ataque. Ante la más mínima sospecha del acercamiento de un depredador, los observadores podían avisar a los miembros recolectores y estos tener tiempo suficiente para ponerse a salvo, encaramándose a los árboles. Esta estrategia es más que verosímil y, en cualquier caso, eficaz. Es la misma estrategia que observamos hoy en las especies animales.

 

Los grupos familiares que eran capaces de establecer un grado más alto de cooperación adquirían una ventaja frente a los demás y aumentaban sus probabilidades de supervivencia. Empezó, así, una carrera de organización social que aún hoy sigue activa. Cada familia, grupo, comunidad, cultura, nación, etc. Sobrevive o se extingue en función de sus habilidades de cooperación.

 

Fue el desarrollo familiar lo que salvó a nuestros antepasados de la extinción y les dio las riendas de nuestra evolución. Desde entonces, las familias, los grupos, las asociaciones, las organizaciones, las empresas y los estados tienen más o menos éxito según sea su capacidad de organización y de cooperación. Cuando los pueblos entran en crisis oímos slogans políticos "El pueblo unido jamás será vencido" Es el grito ancestral de supervivencia que llama a la unidad.

 

Nuestro desarrollo social no está guiado por nuestros genes sino por nuestro cerebro. Los mecanismos de organización social se transmiten de una generación a la siguiente mediante el lenguaje y no mediante la reproducción sexual (genética). Es decir, es una transmisión directa de cerebro a cerebro a través del lenguaje y de la educación.

 

A cada nuevo avance en el grado de organización familiar le seguían uno o varios logros culturales y tecnológicos. Nuevas herramientas, nuevos conocimientos, nuevas habilidades. En forma progresiva se desarrolló el lenguaje, la inteligencia, el arte, la religión... Estos avances a su vez permitían nuevos avances en la organización familiar y en la educación de las futuras generaciones

Los grupos familiares fueron creciendo más allá de la familia y aparecieron las tribus. Después aparecieron las ciudades y los Estados. Luego la unión de países y finalmente la globalización.

 

La familia ha sido el grupo de supervivencia principal de la especie humana hasta hace dos siglos.

Ahora bien, a lo largo de este tiempo, nuestro modo de vivir en familia ha evolucionado. Y como cualquier otra forma de vida, su evolución está causada por cambios en las condiciones de vida. Por lo tanto, para comprender la actual crisis familiar es imprescindible identificar las nuevas presiones selectivas que obligan a tales cambios.

 

Nuestro sistema familiar de referencia es el agrícola, es decir, el formado alrededor de una pareja procreadora principal (que tenía la propiedad de la tierra). Además de los hijos, convivían otros miembros familiares (abuelos, tíos, primos, hermanos, cuñados, nietos, sobrinos, etc.). Decimos que este es nuestro grupo familiar de referencia porque ha sido la forma dominante durante los últimos 10.000 años; es decir, durante el Neolítico o periodo agrícola. Y es sólo en las recientes décadas que asistimos a un resquebrajamiento de esta estructura familiar

 

Esta estructura familiar agrícola fue el resultado de una selección natural estricta que se impuso de generación en generación, de modo que sólo aquellas familias capaces de establecer determinadas formas de cooperación y convivencia sobrevivían.

 

Las condiciones de la vida agrícola eran extremadamente duras. El lector sólo tiene que hacer el esfuerzo de imaginar cómo era la vida cotidiana de sus antepasados en el siglo XII. Todos hemos visto películas que recrean la vida de hace siglos. El trabajo era durísimo y las probabilidades de supervivencia escasas. De varios niños que nacían, la mayoría moría a causa de distintas enfermedades. La economía era elemental, sólo se comía aquello que se era capaz de extraer de la tierra. No había médicos, medicinas, escuelas, ambulancias, policías, jueces, maquinaria, electrodomésticos, agua corriente, luz..., nada de nada de lo que hoy disfrutamos. Así pues, el único modo de sobrevivir era viviendo en el seno de una familia, lo más extensa y cohesionada posible, que permitía aunar esfuerzos.

 

Esta selección rigurosa fue fortaleciendo el modelo familiar que todos conocemos y que sigue vigente en nuestra mente. El sistema familiar fue creciendo en valores, creencias, normas y también en prejuicios y mitos Este es el modelo de familia que hemos heredado de nuestros antepasados. Todos sabemos cómo debe ser una familia, qué normas y valores deben presidirla y conducirla. Qué es lo que está bien y lo que está mal. Y así intentamos formar nuestra propia familia, aunque el intento no nos salga como esperábamos.

 

La raíz de la crisis de la familia se debe a los grandes cambios que se están produciendo desde hace más de 250 años, es decir, desde la "Revolución Industrial".

El inmenso poder que la "Revolución Industrial" ha cambiando la faz de la Tierra y nos obliga a evolucionar para seguir sobreviviendo.

 

Los biólogos saben de la gravedad del problema que afecta a miles y miles de especies botánicas y animales, muchas de las cuales ya se han extinguido y otras muchas más se extinguirán inevitablemente en los próximos decenios.

 

La llamada "crisis" de la familia hay que enmarcarla dentro de un proceso general de transformación radical de la tierra y de nuestra especie. Se trata de que la familia se está reestructurando para adaptarse a las nuevas condiciones, de lo contrario, el modelo de familia que conocemos podría desaparecer y surgir otro tipo de familia que no podemos ni siquiera imaginar.

Los cambios se aceleran.

¿Qué hacer?
Lo único que podemos hacer es leer los signos de los tiempos y tratar de adaptarnos a la realidad, porque la ley de la vida es: " Adaptarse o morir"
¿A qué adaptarse?
_ Existen muchas opiniones y tendencias... (Filosóficas, religiosas, políticas, psicológicas, éticas, sociales...) y es responsabilidad de cada persona tomar decisiones correctas que le ayuden a sobrevivir.

La familia es necesaria, no solo para sobrevivir, sino para crecer y desarrollar la inteligencia y la conciencia. La familia es el ambiente ideal para el desarrollo de las estructuras afectivas, intelectuales, sociales, morales y espirituales.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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