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Editorial 787



La soledad del hombre moderno


El hombre nace solo, vive solo y muere solo. La primera experiencia existencial, fuera del seno materno es la soledad. El niño necesita afecto, aceptación y seguridad para crecer como persona y llenar su corazón de autoestima; pero muchos niños sólo reciben migajas de afecto, de estímulo y de seguridad, lo cual genera un sentimiento interno de soledad.


El ser “solo” es una condición de la individualidad. Gracias a que es “solo” tiene su propia conciencia y su propia libertad, que le permiten ser dueño de sí y de su destino. Pero el hombre es también un ser sociable. Nace en una familia y necesita de la familia y de la sociedad para desarrollarse a través de la interrelación de cada día.


Se suponía que la globalización, la creciente interrelación social y las redes sociales acercarían más a los seres humanos y mitigarían el sentimiento de soledad que ha acompañado siempre a los seres humanos; pero lo cierto es que, la cercanía física de las personas, no tiene nada que ver con la proximidad humana (mental, afectiva, espiritual)

El filósofo Leibniz (1646-1716) hablaba de las mónadas (del griego “monás”, unidad) para referirse a los componentes últimos de la realidad del mundo. Podríamos entenderlas como “átomos metafísicos”


Según Leibniz, el universo está compuesto de infinidad de estas substancias. Las mónadas son independientes. Diferentes unas de otras y tienen distinto nivel de perfección y grado de actividad.
Entre ellas no hay comunicación real y directa.


De la Teoría de las Mónadas de Leibniz, nos vamos a quedar únicamente con la idea de que entre las mónadas no hay comunicación real y directa.


En cierta forma, los seres humanos somos como las mónadas. Cada persona es un mundo cerrado. Cada persona vive su propia vida, tiene su propio pensamiento, sus propias experiencias y sus propios sentimientos. Sus alegrías son suyas y sus tristezas también. Nadie puede entrar en nuestra mente para sentir lo que sentimos ni para resolver nuestros problemas personales.

Nuestra experiencia existencial más profunda es la de ser individuos solos, con identidad personal única; sin embargo somos sociales, nuestra existencia y nuestro desarrollo están ligados a la vida en sociedad.


En épocas pasadas todo era más estable (la vida, la familia, el trabajo, los amigos, los recuerdos, los acontecimientos...) Existía un gran sentido de pertenencia a un lugar, a un grupo social, a una cultura,... lo cual mitigaba la angustia existencial y el sentimiento de soledad. Hoy las cosas cambian muy rápido (la gente emigra, la familia se dispersa, los amigos se van. Cambian las ideas y las costumbres y todo lo que nos es conocido y familiar se esfuma y desaparece. Es como si las personas quedaran vacías por dentro.


La prisa y los compromisos no dejan tiempo para vivir ni para que echen raíces el amor, la amistad, la sabiduría y la felicidad. Somos una sociedad de paso, con pocas raíces afectivas, sociales y espirituales.


Hay una cantidad muy grande de divorciados, viudos o simplemente solteros o sin pareja. Parece que está de moda eso de ser impar. Es un hecho que el hombre y la mujer de hoy se sienten cada vez más solos y se resisten a buscar compañía estable. El desconocimiento genera temor, duda y desconfianza, lo que hace que las personas se protejan a través del aislamiento.


Cada vez hay más gente que rehúye del trato con sus semejantes. Vivimos a la defensiva. Tenemos mucha información del mundo pero desconocemos al vecino.

La tecnología e internet han generado nuevas formas de comunicación y de conocer gente. En muy poco tiempo te puedes poner en contacto con diferentes personas con las que puedes compartir gustos, aficiones, maneras de ver la vida. Es una forma rápida y barata de hacer amigos. Pero se trata de una relación virtual en que hay mucho de fantasía pero poco o nada de relación humana vital.


También puedes hacerte con los servicios de robots.
Hay personas que cuentan por cientos sus amigos virtuales, pero una falla en la computadora hace que todos esos amigos se conviertan en nada, lo que indica que no se trataba de amigos tangibles, sino de ilusiones vacías de contenido. Como es lógico, esta clase de amistades sirve para "llenar" momentáneamente el vacío de soledad.


La profesión es un medio para lograr estatus social y riqueza. A simple vista, este objetivo es razonable; pero, en el fondo, contiene un error de base: El no establecer como prioridad el desarrollo de sí mismo y el desarrollo de sus seres queridos. Este error se paga muy caro a lo largo de la vida, en forma de vacío y frustración. Son demasiados los profesionales “exitosos” que se lamentan de haber descuidado su desarrollo humano; sobre todo, porque saben que no les exigía ningún esfuerzo extra, sólo era cuestión de incluirlo en la programación general de su vida, pero nadie les informó de esta posibilidad.


Existe una soledad existencial ; se trata de un sentimiento de aislamiento social y de vacío interior. Es como una sensación íntima y dolorosa de desintegración. Esta clase de soledad se debe a carencias de amor, de fe y de autoestima. La persona puede estar conectada con la naturaleza y con la sociedad, pero carece de fe y por tanto, no tiene esperanza en instancias transcendentes (Dios), que podría mitigar esa angustia existencial, la cual, de alguna forma, nos hiere a todos. Esta soledad empobrece, desequilibra y es causa del más profundo de los dolores humanos, como es el dolor del alma.


El problema de la soledad se ha incrementado en las últimas décadas. Antes el ser humano vivía unido a un medio geográfico y social que le proporcionaban sentimiento de pertenencia, pero la movilización social, la transculturización, la apertura a nuevas ideas, valores y formas de vida, hace que muchas personas se sientan “perdidas en el espacio”


La vida evoluciona de forma tan rápida que las personas y las cosas, que hasta hace poco nos resultaban familiares, ahora nos parecen lejanas y extrañas.


El problema de la soledad tiende a incrementarse y para muchos, jóvenes y ancianos, la soledad se ha convertido en una tragedia insoportable. Las drogas, el alcohol y otras muchas formas de evasión son un intento fallido por huir de la trágica soledad. En el mundo existen millones de jóvenes y de ancianos que mendigan como niños un poco de compañía y de amor.


La vida es tiempo, un tiempo fugaz que se lleva todo lo que amamos (familiares, amigos, cosas, recuerdos, juventud, proyectos... Para evadir la angustia de la soledad el hombre ha ideado muchas formas de ocupar el tiempo, tales como: La evasión a través de la fantasía, el juego, el trabajo, los clubes, las reuniones sociales, etc.


Para superar la angustia de la soledad, necesitamos hacer amistad con las ideas y valores fundamentales de siempre. No es cuestión de eliminar los valores tradicionales pues, gracias a ellos, la humanidad ha llegado hasta el día de hoy y somos lo que somos. Estos valores son parte fundamental de nosotros por lo que no podemos renunciar a ellos sin alienarnos; lo que sí debemos hacer es adaptarlos a la nueva realidad de modo que sean funcionales sin que pierdan en esencia.



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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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