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Editorial 769

 

 

Cómo reprime la sociedad


Desde siempre los padres han programado a sus hijos a través de principios, valores, creencias, costumbres, normas y sentimientos. Estos contenidos, buenos y malos, son grabados en la infancia, cuando el niño no tiene capacidad crítica ni experiencia de la vida, por lo cual, son grabados de forma inconsciente y se imponen como algo absoluto, indiscutible y obligatorio.


Estos contenidos quedan internalizados en el inconsciente desde donde actúan imponiendo su ley. Si los principios, valores y sentimientos son los correctos, servirán de guía y motivación para triunfar en la vida; pero, si son erróneos, muy exigentes o débiles, entonces la persona carecerá de luz interna, de criterios claros, de motivación y de control mental. Será una víctima fácil de una sociedad competitiva, de su ignorancia, de sus propios temores y de sus impulsos instintivos.


En la naturaleza todo se rige por leyes que se cumplen de forma inexorable y los animales se rigen por el instinto. Los seres humanos también nos regimos, en parte, por los instintos, pero como hemos evolucionado, el instinto ha perdido fuerza en beneficio de la inteligencia y de la conciencia; sin embargo, es necesario desarrollar la inteligencia y la conciencia a través de la educación, de lo contrario quedarán inutilizadas y se impondrán los instintos.


El objetivo de la vida es el desarrollo, la libertad y la felicidad. Desarrollo, libertad y felicidad son tres palabras inseparables. Sin desarrollo no hay libertad ni felicidad. sin libertad no hay desarrollo ni felicidad,... por tanto, el objetivo de la educación y de todo lo que hacemos los seres humanos debería estar orientado al desarrollo de la inteligencia y de la conciencia, de la libertad y de la felicidad, para uno mismo y para los demás.


Sin embargo, las cosas son muy distintas. A pesar de haber evolucionado y de haber creado principios y valores maravillosos que podían llevarnos a logro de los objetivos señalados, la realidad es otra. Somos hijos de una sociedad represiva, crítica, competitiva y envidiosa que se opone de muchas formas a quienes desean evolucionar.


La sociedad no se opone al progreso, porque el progreso trae sólo cambios materiales que no influyen en los comportamientos humanos; pero la sociedad se opone con fuerza al despertar de la inteligencia y de la conciencia, pues teme que, si las personas toman conciencia de sus derechos, puedan reclamar su libertad y cambiar el orden establecido.


La clave para el desarrollo y la libertad está en el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia, por lo cual, la sociedad trata de controlar estos aspectos. Las razones son muchas. Lo ideal sería que todas las personas fueran más inteligentes y tuvieran más conciencia y más autoestima, pero ocurre que el conocimiento y los valores dan poder, y, como la vida es competencia, la mejor forma de ganar es impidiendo que los demás sean inteligentes y tengan buena autoestima. Por esta razón, de cada 10 mensajes que envían los padres a sus hijos, 9 son represivos de alguna forma. Esto no tiene sentido, si tenemos en cuenta que los padres aman a sus hijos y desean lo mejor para ellos.


El asunto es que los padres han sido programados para ser los represores de sus hijos, los cuales a su vez quedan programados para ser los represores de los nietos y así sucesivamente.

cadena de represión viene desde la prehistoria y no hay que hacerse ilusiones de que esto cambie algún día. En la actualidad la represión es más sofisticada, pero igual de dañina. Hoy no se reprime a los hijos como antes, hoy se les da mucha libertad, pero resulta que el liberalismo es tan pernicioso como la represión.


No te has puesto a pensar que para obtener un título universitario necesitas años de estudio y superar muchos exámenes, sin embargo, para casarse sólo se necesitan unas palabras.
_ Acepta a fulano...
_Si lo acepto.
_ Los declaro marido y mujer.
Con unas palabras se realiza el contrato más importante de la vida humana que implica la existencia de la familia y la educación de los hijos. Sobre todo, si tenemos en cuenta que son los padres quienes programan a sus hijos para el éxito o para el fracaso. Esta es la forma de represión más grave por las consecuencias que acarrea.


Nadie puede decidir con libertad, si está condicionado internamente por la ignorancia, por el temor o por las pasiones. Este condicionamiento interno conduce al sometimiento externo. Si eres libre en tu mente y en tu corazón, nadie podrá someterte.


Como la ley de la vida es la competencia, debemos aceptar que la sociedad ejerce una represión constante con el fin de impedir el desarrollo de las personas; por esta razón, la sociedad carece de líderes.


Existen muchas formas de represión. En los países subdesarrollados, ejerce la represión por medio de la ignorancia y de la pobreza; mientras la gente sea ignorante y pobre, jamás tendrá conciencia de su valor y en consecuencia, no podrá reclamar sus derechos y libertades.


En las sociedades en vías de desarrollo, ejerce la represión por medio de la competencia. La gente, absorta en el trabajo y en la capacitación constante, no tiene tiempo ni energía para ocuparse de su propio desarrollo, por lo cual, tampoco podrá reclamar sus derechos y libertades.


Y en las clases desarrolladas ejerce la represión a través del consumismo; las personas, ocupadas y preocupadas en satisfacer tantas necesidades creadas, gastan en “cosas”, el tiempo, el dinero y la energía, que deberían invertir en desarrollo personal.

En tiempo de Roma los emperadores reprimían y controlaban a la plebe con pan y circo. Hoy nos reprime con infinidad de necesidades creadas, videos-juegos, internet, redes sociales, infinidad de estudios que sirven para poco o para nada, la competencia, la prisa, las urgencias, la confusión, etc. Lo cierto es que la sociedad es una Babel en la que reina la angustia y la confusión en todos los aspectos y son pocos los que tienen control sobre su vida.


La incertidumbre es una forma de controlar y reprimir.

Por tanto, la clave del desarrollo, del éxito, de la libertad y de la felicidad está en ser dueño de las propias decisiones.


La mayoría de las personas están atrapadas en costumbres, hábitos, creencias, prejuicios, temores, deberes y culpas, que tienen que ver muy poco con la realidad.


La conciencia, la dignidad, la libertad y la decisión, son personales, indeclinables e intransferibles.


Abre los ojos y no te dejes atrapar en ninguna forma de dependencia ni de represión.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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