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Editorial 758

 


Tal vez mañana sea tarde


La vida es un tiempo muy breve que Dios da para convertir nuestros sueños y deseos en realidad. Desde que nacemos el tiempo comienza a correr y el reloj no se detiene, por lo cual, hay que tomar en cada momento la decisión justa y lograr lo que podemos lograr, porque después no podemos regresar para recuperarlo. Lo que no hacemos en el momento indicado queda sin hacer, porque el tiempo futuro está destinado a otras acciones.


No se trata de vivir angustiados por el paso del tiempo que se va, llevándose consigo todo lo que amamos. Se trata de vivir de forma consciente y de aprovechar todas las oportunidades que nos da la vida para crecer y ser felices, porque, en definitiva, podemos tener muchas cosas externas, pero, en realidad, sólo somos lo que hacemos de nosotros a través de las decisiones que tomamos.


Nadie nace feliz ni desgraciado. Hay circunstancias que favorecen o perjudican, pero cada ser humano tienen una inteligencia, una conciencia, el libre albedrío y numerosas oportunidades, y, a partir de aquí, cada quién es artífice de su suerte.

Desde que nacemos cada quién toma una actitud que comienza a marcar la dirección de su vida. Desconocemos las razones profundas por las que unas personas toman una actitud que conduce al desarrollo y a la felicidad y otras personas toman una actitud que conduce al fracaso y a la frustración. Estos casos suelen darse entre personas que crecen en la misma familia y en las mismas circunstancias.


Lo ideal es que todos tuviéramos una actitud positiva, nos entendiéramos y viviéramos en paz y en armonía, pero las cosas no son así.

En muchos casos el egoísmo, la envidia y las frustraciones llevan a romper lazos con los padres, los hermanos y los amigos, y, lo que es peor aún, se desarrolla el odio y el resentimiento. Como estos sentimientos son inmorales y generan culpa y remordimiento, se buscan razones para justificarlos. Sin duda resulta más fácil culpar a los demás que asumir los propios errores y rectificar. Pero esta situación inmoral va en contra de las leyes de la conciencia, por lo cual, las personas que odian no pueden tener paz, lo que genera mucho sufrimiento.


Ahora el culpable se siente víctima y odia con más intensidad al padre, al hermano, al amigo o a quien sea, porque es considerado como causante de su sufrimiento. Así sigue la historia, y el odio inicial crece y crece, debido a la dramatización del mismo.


Cada día crecen los casos de odios irreconciliables entre familiares, hijos, padres, esposos, ciudadanos,... Los animales pueden no olvidar, pero no guardan odio ni rencor, sólo el hombre odia y guarda rencor. De aquí la importancia de perdonar a tiempo, antes de que las cosas se salgan de madre y de que el orgullo y la estupidez arruinen la vida propia y ajena.


A medida que pasan los años las personas aprenden a controlar sus emociones y se vuelven más tranquilas, más reflexiva y más comprensivas, y se lamentan de muchos errores cometidos por soberbia e insensatez, y maquinan las estrategias para hacer la paz que se rompió hace muchos años, porque necesita perdonar y ser perdonado, pero en tantos años de desencuentro han ocurrido muchas cosas. Tal vez murió el padre, el hermano o el amigo, o tal vez cambiaron de vivienda o de ciudad y resulta imposible encontrarlos.


Esta es la historia de un joven que discutió con su padre y se fue de casa en busca de libertad. Se perdió en los vericuetos de la vida y se olvidó de sus padres. Pasaron los años sin saber nada del hijo. Cada vez que sonaba el teléfono surgía la esperanza de que fuera él. Pero el hijo no daba señales de vida.

Su madre no paraba de rezar y de llorar de vez en cuando, esperando cada día el momento de abrazar a su hijo, pero pasaban los años y el hijo pródigo no regresaba.
Un día su padre tuvo un accidente grave y fue trasladado inconsciente al hospital. Por circunstancias de la vida su hijo se enteró del accidente y corrió al hospital, quería pedir perdón a su padre y decirle lo mucho que le amaba. Pasó varios días al lado de su cama, esperando que despertara para abrazarlo y pedirle perdón, pero su padre no despertó. Ahora el hijo lleva un dolor en el alma.


Di a tus hijos, a tu esposo, a tu esposa, a tus amigos,...lo mucho que los amas, porque mañana tal vez se hayan ido para siempre o te hayas ido tú. No te guardes los conocimientos, la paz y el amor, obséquialos a manos llenas, porque, tal vez mañana no servirán para nada.


Los seres humanos pensamos que somos eternos, pero no tenemos garantizado ni siquiera el día de mañana; por eso, da lo mejor de ti en cada momento y al hacerlo piensa que puede ser la última vez.

 


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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