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Editorial 751

 


Fuerza vs la inteligencia


Todo se rige por la Ley de Causa-Efecto. Toda conducta humana es el resultado de programaciones genéticas y de programaciones mentales (sociales, intelectuales afectivas, morales y espirituales) que hemos recibido a través de la educación, primero en la familia y después en la escuela y en la sociedad. También juega papel importante el uso que hacemos del libre albedrío.


Cada persona desarrolla una actitud en la que predomina la parte instintiva o la parte mental.


En la prehistoria predominó la fuerza (instintos) sobre la inteligencia, pero a través de la evolución, los instintos han ido perdiendo fuerza en beneficio de la inteligencia.

En la prehistoria era necesaria la fuerza, la agresividad y el arrojo, para sobrevivir en un mundo terriblemente hostil, en donde el único objetivo era sobrevivir. Luego, se fue imponiendo la evolución y los seres humanos comprendieron que era mejor convivir en paz que en guerra. De esta forma surgió la civilización. La civilización es la forma de vida en que las personas conviven en ciudades de acuerdo a ciertas leyes que son respetadas por todos. Lo opuesto a la civilización es la barbarie.


Aunque hemos evolucionado durante más de cuatro millones de años, seguimos siendo animales con instintos salvajes que buscan expresarse con total libertad. Los instintos son las fuerzas básicas que movilizan a las personas, por tanto, son positivos, y, bien controlados, pueden llevarnos al éxito, pero, si nos dejamos llevar por sus impulsos, seremos esclavos del libertinaje, del fracaso y de la frustración.


Los instintos se controlan con principios, valores y disciplina. No se trata de reprimir los instintos, sino de utilizar su dinámica de forma positiva.


Los instintos son como las corrientes de los ríos, que, bien encauzados, sirven para producir energía y para regar los campos, pero si dejamos que salgan de madre, destruirán todo a su paso.


En cada persona hay dos fuerzas, los mecanismos de desarrollo y los mecanismos de defensa. Los mecanismos de desarrollo se alimentan de la inteligencia y de la conciencia, es decir de la evolución, y, los mecanismos de defensa se alimentan de los instintos. Por tanto, las personas evolucionadas funcionan de acuerdo a la lógica y los valores (justicia, honestidad, responsabilidad, comprensión, solidaridad, diálogo, etc.) mientras que, las personas poco evolucionadas, funcionan en base a impulsos instintivos. Se trata de personas inseguras, temerosas, fanáticas y reactivas.

Viven a la defensiva y utilizan la fuerza en sus diversas formas para lograr sus objetivos.


Las personas que poseen una mente reactiva tienen poco poder analítico y perciben el mundo a su modo, resistiéndose a aceptar cualquier otra interpretación que no coincida con la suya. Reaccionan en forma violenta contra toda crítica o idea de cambio. Son muy susceptibles. Sus relaciones humanas son conflictivas; tienden a ser autoritarias, intransigentes y manipuladoras. Como no invierten la energía en forma natural y constructiva, la invierten en forma agresiva o la inhiben, debido a sentimientos de culpa, dando origen a numerosas enfermedades de tipo somático.


La fuerza significa la barbarie y la inteligencia la civilización. La lucha entre barbarie y civilización es una guerra sin cuartel, instalada en la mente de las personas, y, en consecuencia, en la sociedad. Las personas poco evolucionadas recurren a la fuerza, al poder, y se atrincheran en ideologías...


La barbarie sólo puede ser vencida en la mente de cada persona mediante una educación de calidad.


La barbarie no surge por generación espontánea, es el resultado de un proceso. Cuando las personas o la sociedad se alejan de los valores morales que sirven para controlar los instintos, el egoísmo y las pasiones, y, cuando se alejan de las leyes y normas sociales, que sirven para proteger la verdad, la justicia y la convivencia, puedes estar seguro de que al final se impondrá la barbarie y se destruirán muchas cosas importantes que la sociedad ha construido con esfuerzo y sacrificio.


Al hablar de barbarie nos viene a la mente la imagen de antiguos guerreros salvajes. Los bárbaros actuales pueden ser mujeres y hombres bien vestidos, con títulos universitarios, con un barniz de educación y con gran habilidad para lograr sus objetivos a costa de personas buenas y confiadas.


Cada cierto tiempo surge la barbarie, la cual se manifiesta en situaciones políticas, económicas y sociales que amenazan con destruir todo a su paso. Se generan crisis, temores, angustia, y las personas, en vez de activar sus mecanismos de desarrollo, se ponen a la defensiva.


La violencia genera violencia. La ignorancia, la pobreza y la injusticia son formas de violencia que crean tensión y tarde o temprano se activarán los mecanismos de defensa de las personas que se sienten oprimidas y se impondrá la barbarie, la fuerza, el autoritarismo, la dictadura, la anarquía o el caos.


Cada persona debe estar atenta para controlar en sí misma toda conducta que conduce a la barbarie (ignorancia, temor, odio, resentimiento, corrupción...) porque una vez que toma fuerza es difícil controlarla. Por la misma razón, la sociedad debe controlar a tiempo toda forma de barbarie porque una vez que echa raíces se extiende como la cizaña.


Toda forma de dictadura, de esclavitud o de explotación son formas de barbarie que utilizan la fuerza para imponerse, como es lógico, la consecuencia es el desastre personal o social.


El uso de la fuerza expresa la incapacidad de las personas (padres, educadores, gobiernos, etc.) para resolver las cosas de forma civilizada, es decir, a través de la lógica y del diálogo, y, lo que no se resuelve a través del diálogo, no se resuelve de ninguna otra forma.


Al final siempre se impone la inteligencia sobre la fuerza, pero lo importante es que se imponga al principio y se eviten tragedias, destrucción y sufrimiento.


El viento y el sol
Un día el viento, envidioso de la gloria del sol, le propuso un reto.
_ ¿Ves ese hombre que avanza por el camino?
_ Sí lo veo, respondió el sol.
_ Muy bien, dijo el viento. El que logre quitarle la chaqueta gana el reto.
_ De acuerdo, dijo el sol.
El viento comenzó a soplar con tal fuerza que casi arrastraba al hombre, pero éste agarró con fuerza la chaqueta. Al final el viento se dio por vencido.
Entonces comenzó a calentar el sol con intensidad y el hombre, no pudiendo soportar el calor se quitó la chaqueta.

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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