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Editorial 743

 


Cómo lograr justicia en el mundo

 

La justicia consiste en dar a cada persona lo que le corresponde; es decir, en respetar sus derechos, los cuales, según el antiguo Derecho Romano son: "Vive honestamente, no hagas daño a nadie y da a cada uno lo suyo"


La justicia es una virtud que tiene por objeto regular la conducta de las personas. Existe una justicia humana que se apoya en leyes y normas establecidas por la sociedad con el fin de regular las relaciones sociales, de modo que las personas puedan convivir en paz.


La justicia humana se aplica a la conducta externa de las personas. Pero la vida humana es algo más que un contrato social. Los seres humanos tenemos conciencia, principios, valores y sentimientos que escapan al control de la sociedad. Estos aspectos pertenecen al campo de la responsabilidad personal, a la justicia moral que va más allá y prohíbe también todo lo que atenta contra la propia salud física y mental. De modo que, la verdadera justicia está en cumplir las leyes sociales a las cuales estamos obligados y en cumplir con las leyes de la conciencia que exigen hacer el bien y evitar el mal.


Ahora bien, todas las fuerzas del mundo no son suficientes para controlar la mente de una sola persona. Es necesario que cada persona aprenda a controlarse a sí misma. Por tanto, para lograr justicia en el mundo es necesario que cada persona desarrolle la inteligencia y la conciencia, de modo que pueda administrar su vida de forma correcta. Sólo cuando todas las personas administren bien su vida, habrá justicia y paz en el mundo. La ignorancia y la falta de conciencia son las raíces de todas las miserias humanas.


Al hablar de injusticia, lo primero que nos viene a la mente es la situación de pobreza y de explotación que existe en el mundo entero. En realidad estas son sólo las consecuencias de otras injusticias mayores, la ignorancia y la falta de valores. Por tanto, no es con programas políticos, económicos y sociales que vamos a resolver las injusticias del mundo. A lo largo de la historia han surgidos muchos movimientos, sistemas e ideologías, orientados a instalar la justicia en el mundo, pero todos han fracasado, porque han tomado el rábano por las hojas. Han tratado de subsanar los efectos, pero no de cortar de raíz las causas.


Existen muchas ONGs que trabajan para paliar el hambre en el mundo y otras muchas carencias, lo cual es loable y digno de imitación.


Es un deber moral de la humanidad dar de comer a los hambrientos y socorrer a los desfavorecidos. Al hacerlo, salvamos sus vidas, pero es poco lo que hacemos por ellos, si no salvamos también sus almas. Es bueno darles un pez pero su problema no se resolverá, ni habrá justicia en el mundo mientras no les enseñemos a pescar, es decir, mientras no les enseñemos a ser libres y autosuficientes.

La justicia sólo se logrará cuando funcionen bien la familia, la escuela, la sociedad y las instituciones, es decir, cuando la sociedad tenga salud en el corazón, en la inteligencia y en el alma.
La justicia ha estado ausente a lo largo de la historia, debido a que los poderosos han impuesto su ley para beneficio propio. Fue la Revolución Francesa (1789), quien, con la Declaración de los Derechos del Hombre, despertó al mundo de su sopor. Las palabras libertad, igualdad y fraternidad retumbaron en la conciencia dormida de los pueblos y la gente tomó conciencia de su dignidad y de su derecho a vivir en libertad. La Revolución francesa sirvió de inspiración para la independencia de muchos países.


La justicia corre camino paralelo con la evolución. A medida que la sociedad evoluciona, adquiere más conciencia y mayor sensibilidad, lo cual se traduce en más y mejor justicia. Hoy luchamos por una justicia casi material (trabajo, alimento, techo, salud... pero llegará el tiempo en que los hombres lucharán por una justicia más espiritual, como es el derecho al conocimiento, al amor y a la felicidad.


La justicia siempre está en peligro, igual que la libertad, por lo cual, es tarea de todos estar atentos y colaborar con nuestro granito de arena, para construir la justicia y la paz


La mayor injusticia del mundo es la ignorancia, debido a que es la raíz de todas las injusticias.


Otra gran injusticia es la falta de amor. El amor es la fuerza que mueve el mundo. Sin amor todo se paraliza. La mayor injusticia que podemos cometer contra nosotros mismos y contra las demás personas es no amarnos y no amar.


No existe ley humana que obligue a dar amor, pero la Ley de la Conciencia exige amar, debido a que es una condición para desarrollarnos como seres humanos. Por eso Cristo dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y gran mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo"


Muchas personas están alienadas por la ignorancia y la pobreza, y, sobre todo, por falta de amor. Es necesario activar en ellas el espíritu de justicia para que sientan la necesidad de superarse y de aspirar a todos los bienes de la vida.


La justicia nos pide un poco de generosidad. Somos demasiado mezquinos. No se trata de dar dinero. Se trata de dar algo de ti, en forma de respeto, de apoyo, de estimulo. Se trata de irradiar un poco de luz a tu paso por la vida.

 


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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