Editoriales

Editorial 702

 


El eco de la vida


Aún guardo mi primera experiencia sobre el eco. En los campamentos de vacaciones realizamos excursiones a las montañas. Gritábamos con fuerza y las voces se repetían una y otra vez, hasta que el eco desaparecía en la lejanía. Era una experiencia casi mágica.


He reflexionado muchas veces sobre el eco de la vida, sobre el eco de nuestras palabras y de nuestras acciones. El eco de las montañas era una reproducción exacta de nuestros mensajes, así como el eco de la vida es una copia exacta de nuestras acciones, y, así como el eco regresaba a nuestros oídos devolviéndonos nuestros propios mensajes, de la misma forma, el eco de la vida nos devuelve lo que hemos hecho. Esto se conoce también como Ley del bumerán. El bumerán es un arma de madera ligera, en forma de ángulo obtuso, que al ser lanzada con movimiento giratorio, regresa al punto de partida.


La vida es justa y equitativa, le da a quien lo que merece en atención a sus obras. Nosotros no entendemos la justicia de la vida. Con frecuencia vemos cómo los buenos son humillados y los malos toman el control de la sociedad. Tal vez los buenos no son tan buenos y los malos no son tan malos, o bien, es necesario que se den estas injusticias para que los buenos reaccionen y asuman sus responsabilidades sociales.


Lo cierto es que, todo lo que le ocurre a cada persona es el eco de las cosas que ha hecho a lo largo de su vida. Existen muchos errores que se cometieron en el pasado y es ahora cuando nos pasan factura, como también tuvimos aciertos, gracias a los cuales hoy estamos triunfando en muchos aspectos.


Según la Ley de Vibración, todo lo que sentimos y pensamos se expresa a través de vibraciones que se expanden en todas direcciones, influyendo para bien o para mal en las personas.
Si bien el eco se perdía entre las montañas, el eco de nuestras ideas, sentimientos y acciones jamás desaparecerá, porque cada persona que los percibe se convierte en una central repetidora; de modo que, todo lo que hacemos, bueno o malo no muere, sino que se transmite de generación en generación.


De esta forma, todo lo que dijo Cristo y todo lo que dicen y hacen las personas sigue circulando a través de la mente de la gente como un eco que llega hasta el infinito. De aquí la responsabilidad que tenemos sobre las palabras que decimos, sobre los sentimientos que cultivamos y sobre nuestra forma de pensar y de actuar, porque todas estas vibraciones constituyen la fuerza que impulsa la evolución y también las crisis.


El ser humano es como un imán magnetizado, produce vibraciones positivas y negativas que influyen en las personas para bien o para mal. Estas vibraciones son tan sutiles que pueden viajar a distancias infinitas sin obstáculo alguno. Existen numerosas experiencias sobre el poder sanador que tiene el pensamiento humano cuando se aplica sobre personas enfermas o necesitadas de apoyo, sin que importe la distancia a la que se encuentran. Las vigilias, oraciones y buenos deseos influyen poderosamente sobre las personas; así como los malos deseos también influyen para mal.

 

Si las personas vibran en positivo, nadie puede causarles daño, pero si tienen miedo o dudan de su poder, entonces se hacen vulnerables.


Si las personas supieran que las vibraciones se devuelven como el eco, evitarían los pensamientos, palabras, sentimientos e intenciones negativos. Toda vibración negativa comienza por herir a quien la produce; de modo que, necesitamos ser honestos y bondadosos, no sólo por razones morales, sino por sentido común.


Existen personas que siempre están de buen humor y son felices. ¿Cuál es la causa?


Aunque creemos que vivimos de forma consciente, sólo tenemos un porcentaje pequeño de conciencia sobre la realidad de nuestra vida, la prueba está en que, si te pido que me digas cómo eres, después de un minuto no puedes decir nada más acerca de ti como persona.


Nuestra verdadera vida es subconsciente. La estructura de nuestra personalidad es subconsciente. Está formada por las experiencias de (afecto, temores, seguridad, carencias, conductas, valores, etc.) aprendidas de forma inconsciente en la primera infancia. Estos contenidos son activos y determinan la dirección de nuestra vida.


La personas que siempre están de buen humor y son felices, se debe a que tuvieron una infancia feliz. Un niño que es educado con respeto y con amor, crece sano, espontáneo y sociable; tiene grabado en su mente un sentimiento de bienestar que le envía en forma constante mensajes de seguridad, de autoestima, de alegría, de motivación. Si, por el contrario, un niño no recibe suficiente afecto, respeto y valoración; si es criticado, reprimido o maltratado, entonces se graban en el subconsciente, sentimientos de soledad, de temor, de impotencia y de angustia. Estos sentimientos hacen que perciba la vida, las personas y los acontecimientos como una amenaza y que tienda a reaccionar de forma defensiva, utilizando mecanismos de defensa. Los mecanismos de defensa son conductas impulsivas, irracionales y desadaptadas que, lejos de resolver, tienden a complicar las cosas.


En la naturaleza existe un determinismo absoluto, pero el ser humano es inteligente y libre y puede rectificar si se lo propone. La educación recibida inclina las cosas en determinada dirección, pero son las decisiones personales tomadas desde la infancia las que determinan el éxito o el fracaso.
Muchas personas se pasan la vida criticando, culpando, mintiendo, envidiando y haciendo daño a los demás, y después se extrañan de que les va mal en la vida.


Ahora bien, conscientes de que nuestra vida es el eco de nuestras acciones, no podemos esperar a que otros resuelvan nuestra vida. Y, conscientes de que vivimos en una sociedad que emite ecos disonantes, hechos de temor, angustia, competencia, desconfianza y agresividad, necesitamos estar alerta para no dejarnos contaminar de las enfermedades que aquejan a la sociedad.


La forma en que te va en la vida no es otra cosa que el eco de tus acciones.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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