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Editorial 688

 


Conoce tú "YO" verdadero

 


"Vio Dios cuanto había hecho, y todo estaba muy bien" Génesis

Todo lo que existe está bien hecho y existe por una razón. Y podemos estar seguros de que todo se rige por leyes sabias y justas que los seres humanos no alcanzamos a comprender.
El ser humano es esencialmente bueno y tiene un valor inmenso. Posee mecanismos de desarrollo que le impulsan a buscar la verdad y el bien, pero también posee mecanismos de defensa que derivan de las fuerzas instintivas, que pueden llevarle al error l y al fracaso, si no aprende a usar de forma inteligente su libertad.

En principio, los seres humanos sólo vemos el aspecto externo de las cosas. Se trata de una simple percepción física que necesita ser procesada por el cerebro para que tenga significado. Cada persona interpreta lo que ve de acuerdo a la experiencia que tiene de la vida. En realidad no vemos con los ojos sino con el cerebro.


La forma de ver las cosas y de reaccionar ante ellas, está determinada por las experiencias, creencias y valores que el sujeto aplica según las circunstancias.


Por esta razón, aunque el mundo es el mismo para todos, cada persona lo ve de forma distinta.

 

Cada persona lo percibe de acuerdo a su filosofía de la vida y de acuerdo a su estado de ánimo. En cierta forma cada persona crea su propio mundo.


Existe un mundo externo que es el escenario en el cual se desarrolla nuestra vida, pero el mundo verdadero en el cual vivimos es nuestro Yo, nuestra mente. Es en este mundo interno en el que se dan los fenómenos cognitivos y emocionales que constituyen nuestra verdadera vida. Este mundo es íntimo y personal y sólo puede sentirlo uno mismo.


Desde siempre, el anhelo de todo ser humano ha sido conocer el principio de las cosas y el destino final del mundo y de sí mismo. Esta inquietud profunda ha dado origen a numerosas cosmogonías, teogonías, mitologías, religiones, filosofías ciencias y creencias, que pretenden descubrir los secretos de la naturaleza y los poderes ocultos de la mente humana.


El filósofo Sócrates, siglo V antes de Cristo, deseoso de conocer acerca de la verdad viajó hasta la ciudad de Delfos. Allí, en el templo del dios Apolo había una pitonisa conocida como el "Oráculo de Delfos" Sócrates le preguntó por el principio de la sabiduría y la pitonisa le respondió: "Conócete a ti mismo" Pero el conocimiento de sí mismo es el objetivo muy difícil de alcanzar, por no decir imposible. "Si logras conocerte a ti mismo es porque eres un verdadero sabio" A. de Sain Exupery.

Lo más complejo de todo lo que existe es la mente humana. La estructura profunda de la mente está en el subconsciente, del cual poco podemos conocer. La mente es como un iceberg del cual sólo vemos una octava parte. Hay otras siete partes sumergidas en el mar.

De forma similar, los seres humanos sólo tenemos conciencia de una pequeña parte de nuestros contenidos mentales.


En el subconsciente residen las fuerzas profundas (instintos, principios, valores, creencias, sentimientos... que rigen nuestra vida) Pero, en realidad desconocemos nuestro verdadero poder mental; sin embargo, sabemos que está ahí, como una riqueza inmensa, como una mina, que podemos explotar.


Los contenidos subconscientes son activos e influyen constantemente en la dinámica de nuestra vida. Si los contenidos son positivos nos impulsarán al bien y al éxito, de lo contrario, serán causa de muchos problemas.


Si bien es difícil conocerse a sí mismo, sí podemos conocer cómo funciona la mente, y, conscientes de que nuestra conducta es el resultado de lo que leemos, vemos, pensamos, sentimos, deseamos, amamos, hablamos y decidimos, debemos aprender a seleccionar lo positivo en todos los aspectos, de esta forma alimentaremos correctamente nuestra mente y tomaremos decisiones correctas.


Aparte de conocerte a ti mismo es fundamental que conozcas el bien. El bien es todo aquello que sirve para el desarrollo de sí mismo y de la sociedad, y el mal es lo que se opone o frena el desarrollo. Las cosas no son buenas o malas porque alguien lo decrete. Son buenas o malas por su propia naturaleza.


Lo que constituye la esencia del Yo son la inteligencia y la conciencia. La inteligencia que ayuda a discernir entre la verdad y la mentira y la conciencia que ayuda a distinguir entre el bien y el mal; por lo cual, la clave para el conocimiento de sí mismo está en el desarrollo de la inteligencia y de la conciencia.


El objetivo del conocimiento del Yo es llegar a ser sabio para poder ser virtuoso. Para los antiguos griegos el sabio era el que conocía el bien y además lo realizaba, por lo cual, era también un ser moral y virtuoso. Los ignorantes no podían conocer el bien, y, por tanto, no podían ser virtuosos; de modo que, para los griegos, el conocimiento, el bien, la moral, la virtud y la felicidad, eran parte de una misma realidad superior. Esta forma de ser acercaba a los seres humanos a lo espiritual, a lo divino y a lo eterno.


Hoy en día somos más prácticos que los filósofos griegos, y buscamos beneficios tangibles; sin embargo el "Conócete a ti mismo" siempre será el principio de la sabiduría, el camino hacia el éxito y la felicidad. El conocimiento de ti mismo te ayudará a comprender tu verdadero valor, y a encontrar el sentido de tu existencia, a tener control sobre tu vida, a utilizar de forma eficaz tus capacidades, a controlar tus defectos, y a protegerte de las tentaciones y de la agresividad de la vida. Sólo conociendo cómo somos, podemos activar nuestra parte positiva y controlar los impulsos instintivos. Y sólo conociendo a los demás, podemos mantener una relación nutritiva.


El hecho de que existan personas buenas, exitosas y felices, y personas corruptas, desadaptadas e infelices, se debe a que unas hacen uso correcto del libre albedrío y activan los mecanismos de desarrollo y otras hacen mal uso del libre albedrío y se dejan llevar por los impulsos instintivos. Se trata de una decisión personal. El ser humano es inteligente y libre, por tanto, es responsable de lo que hace.


El conocimiento es poder. Somos libres de lo que conocemos y esclavos de lo que ignoramos. De aquí la importancia del conocimiento de las cosas, pero, sobre todo, del conocimiento de sí mismo y del conocimiento de los demás.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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