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Editorial 678

 


Haz la paz con tus padres, hermanos...

 

Si algo hay importante en la vida es la paz. La paz del alma, la paz de la familia, la paz del mundo. La paz es como la luz. Cuando se va la luz, las sombras invaden todo y es como si el mundo hubiera dejado de existir. Cuando se va la paz de la conciencia llegan la angustia y la incertidumbre, y ya, nada tiene sentido. Lo único que anhela la persona es recuperar la paz, porque la angustia y el remodimiento corroen sus entrañas.


Vivimos en una sociedad caracterizada por la competencia y por la agresividad y pareciera que la mejor forma de sobrevivir en estas circunstancias consiste en ser agresivo y competitivo. Nada más erróneo. La competencia y la agresividad son conductas prehistóricas que obedecen a mecanismos de defensa, irracionales y desadaptados.


El mundo ha evolucionado y estas herramientas, en apariencia eficaces, son destructivas. Si no lo crees; observa los conflictos sociales, la angustia y el estrés que sufren las personas, especialmente las agresivas.


La competencia y la agresividad desatadas en el mundo son dos premisas que conducen a la guerra. Tú no puede desactivar estas bombas pero puedes hacer mucho por ti, por tu familia, por tus amigos.... Enseña la paz, la comprensión, la tolerancia, el perdón y la solidaridad. De este modo le protegerás contra la agresividad de la vida y protegeras a tus seres queridos.


Nadie aprende lo que no tiene beneficios; por tanto, enseña los beneficios de la paz.


La mayorías de los seres humanos viven una guerra interna, por lo cual, les resulta difícil vivir en paz con los demás.


Solamente las personas desarrolladas pueden ser pacíficas. Las personas pacíficas saben controlar a sus enemigos internos (la ignorancia, el temor y el egoísmo), y, quien es capaz de controlar a sus enemigos internos, también es capaz de controlar a sus enemigos externos.
Se puede vivir sin amor y sin otras muchas cosas, pero no se puede vivir sin paz. Por eso Cristo nos dejó el regalo de la paz. "Mi paz o dejo, mi paz os doy"


Es importante hacer las paces especialmente con las personas que son más significativas en nuestra vida.

Un jóven discutió con su padre y se fue de casa, como hacen tantos jóvenes. Tal vez el padre fue injusto. El joven pensó muchas veces en regresar a casa para hacer las paces y decir a su padre lo mucho que le amaba, pero el orgullo le impedía dar el paso.


Un día le comunicaron que su padre había sufrido un accidente y estaba grave en el hospital. El joven corrió al hospital. Su padre estaba inconsciente. El joven no se apartó de la cama esperando que su padre despertara para abrazarle y decirle lo mucho que le amaba, pero su padre nunca despertó. Ahora el joven vive con un dolor y una culpa, y seguramente que el padre también vivió con un dolor y culpa hasta el día del accidente.


Todos tenemos cuentas pendientes con nuestros padres, esposo, esposa, hijos, amigos o compañeros de trabajo. Es hora de hacer las paces y de resolver las cosas como seres civilizados, porque mañana tal vez sea tarde.


Existen infinitas historias de familias rotas, de amistades rotas y de vidas rotas. Las causas pueden ser muchas y justificadas, pero, lo que no tiene justificación es alimentar la enemistad y el odio de forma permanente.


Lo grave no es la ruptura en sí, sino la catarata de malos sentimientos que se generan a partir de la ruptura. Esta situación animaliza a las personas, activa lo peor de ellas y es, tal vez, el peor pecado que puede cometer el ser humano.


“Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda”. Mateo 5:23, 24,

Hace unas décadas estaba de moda el slogan "Haz el amor, no hagas la guerra"
Hacer el amor es más difícil que hacer la guerra, por eso hay en el mundo más guerras y conflictos que amor.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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