Editoriales

Editorial 660

 


Eres persona o robot

 

El hemisferio izquierdo es lógico, analítico y memorístico. Este hemisferio predomina en el aprendizaje, debido a que occidente es una cultura básicamente racionalista. Sin embargo, la capacidad procesadora del hemisferio izquierdo es muy limitada (de 1 a 40 bits por segundo) si la comparamos con la capacidad procesadora del hemisferio derecho (1 a 10 millones de bits por segundo. El hemisferio derecho es intuitivo y creativo.


A lo largo de la historia el hombre ha vivido en contacto con la naturaleza y se ha adaptado al ritmo de las estaciones. Su cerebro estaba lleno de información relacionada con las cosas de la vida, era un cerebro básicamente humanístico, capaz de pensar, pero también de amar, de sentir, de relacionarse y de crear; pero, desde hace varias décadas, ha surgido la ciencia con fuerza arrolladora y ha instalado en el cerebro humano una visión científica de la vida.


El vocabulario científico ha desplazado al vocabulario humanístico. El lenguaje humanístico hace referencia a los valores, al amor, a la paz.... mientras que, el lenguaje científico es lógico y abstracto, sin contenido humano, sin contenido afectivo, sin contenido ético. Así, en nombre de la ciencia se crea la bomba atómica, se destruye el ecosistema y se manipulan códigos genéticos sin medir las consecuencias, y todos lo aceptamos porque la ciencia se ha arrogado derechos absolutos.
Lo cierto es que, de forma progresiva, la sociedad se está deshumanizando. Existen grupos que luchan por salvar los valores, la conciencia y la salud mental de las personas, pero es tal el atractivo de la ciencia y del progreso que la mayoría de las personas pierden el sentido de la realidad.
Todo en la naturaleza se rige por leyes, de lo contrario se impondría el caos. Los seres humanos necesitamos leyes y disciplina. Necesitamos normas claras y controles sociales y personales, de lo contrario se impondrá la ley de la selva.


La familia, la escuela y la Iglesia que eran los bastiones que protegían a la sociedad se han debilitado y han perdido autoridad, y el respeto y la justicia campean por su ausencia. Como es lógico, todo tiene sus causas. La culpa no la tiene la ciencia sino las personas. No podemos alimentar a un monstruo (la ciencia) si antes no sabemos cómo controlarlo, porque terminará devorándonos. No podemos crear la bomba atómica, sabiendo que tarde o temprano va a caer en manos irresponsables.


No se trata de frenar la ciencia, sino de desarrollar la parte humana, moral y espiritual de las personas. Necesitamos ser más inteligentes, más prudentes y más humildes y comprender que, progreso sin evolución conduce al caos.
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En mis años de universidad, analizamos en un cine fórum una película que trataba de un robot. El señor rico de una pequeña ciudad compró un robot que fabricaba pelotas de goma. Fabricó una pelota de futbol para su hijo. Cuando su hijo llegó ante sus amigos con la pelota, éstos se emocionaron y le pidieron jugar al fútbol. El niño rico aceptó con la condición de ser el jefe del equipo.


Poco después fabricó varias pelotas y las vendió. Como cada niño tenía su pelota, se volvieron egoístas y resultó imposible organizar el equipo de fútbol.


Días después apareció el niño rico con una pelota especial de color rojo y sus amigos le suplicaron jugar con ella al fútbol y el niño rico accedió con la condición de tomar el mando del equipo.


El señor rico, estimulado por la codicia, comenzó a fabricar pelotas en serie, hasta que un día, se distrajo y el robot lo agarró con su largo brazo, lo levantó como si se tratara de una pluma y lo deposito en el embudo receptor. De esta forma, el robot devoró a su dueño.


Han pasado casi cincuenta años de esta historia, pero nunca la he olvidado. La llevo grabada en la mente como un presentimiento de lo que pudiera ocurrir en un futuro.


Sin embargo hay un diferencia importante entre aquel robot rudimentario y los robots actuales. Los robots actuales no devoran cuerpos como el robot de la historia, hoy son más sofisticados y devoran la mente, la conciencia y los sentimientos de las personas. Lo hacen de forma lenta y silenciosa de modo que las personas no se enteran.


De forma progresiva las personas se van identificando con los robots, con los cuales pasan casi todo el día. Son tan fascinantes que trabajar con ellos es un placer.


La ciencia y el progreso se han encargado de que funcionen como un binomio perfecto, para lo cual, ha sido necesario que el ser humano renunciara a sus sentimientos. A partir de aquí todo ha sido fácil. Ha sido fácil que el hombre olvide sus principios y valores, sus deberes conyugales, la responsabilidad que tiene de dar amor, tiempo y seguridad a sus hijos, el deber que tiene de implicarse en el funcionamiento de la sociedad, etc.

El problema de la adicción a los robots (computadora, internet, twitter, etc.) es que automatiza la mente, endurece psicológicamente e impide sentir afecto y compasión por los demás; acoraza el yo e invita al aislamiento interior. Hay buen número de personas que aparentan empatía y encanto, pero son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás. Además, debilita la conciencia y borra los límites entre el bien y el mal, de modo que la persona pierde valores y responsabilidad y es presa fácil de la corrupción y de otras conductas inaceptables.


Si alguien necesita protección y orientación son los niños y jóvenes porque pueden quedar dañados para toda la vida.


Para no quedar atrapado en el robot es necesario establecer unos límites, tomar conciencia del peligro que significa la adicción, establecer expectativas lógicas y responsabilidades manejables, y, sobre todo, mantener un contacto saludable con la naturaleza, con las personas, con la cultura y con lo espiritual.


El robot es bueno como esclavo, pero malo como amo.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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