Editoriales

Editorial 648

 


Quién paga los platos rotos

 

La historia es una sucesión continua de guerras y, cuando terminan las guerras por derrota de unos o por agotamiento de todos, el tiempo que sigue se utiliza para planificar la próxima guerra y proveerse de armas.


Antes las guerras eran por la supervivencia, hoy son por avaricia, por fanatismo o por odio. En medio de esta locura ¿Quiénes pagan las consecuencias?


A lo largo de la historia los poderosos siempre han avasallado a los débiles; les han masacrado, les han expoliado y les han robado la libertad, la dignidad y la esperanza.


Lo expuesto no pertenece a un pasado lejano e imaginario. Pertenece a la realidad de todos los días, de la que nos enteramos por las noticias, pero, de la cual sólo tomamos conciencia cuando nos golpea a nosotros mismos.


Hemos tenido cuatro millones de años para evolucionar, durante los cuales hemos progresado mucho, pero hemos evolucionado poco. Bajo la apariencia de seres civilizados seguimos siendo salvajes e inhumanos. La lucha entre el bien y el mal es despiadada y no se vislumbran señales de paz.

Cada día asistimos a una guerra sin cuartel que se libra en muchos terrenos (competencia laboral, económica, política, social; falta de empleo, falta de vivienda; fracaso matrimonial, fracaso escolar; cáncer, sida; delincuencia, injusticia, inseguridad, etc. etc. El temor y la incertidumbre presiden la vida de las personas.


Hay guerras sangrientas que destruyen los cuerpos, se sufren en los campos de batalla y en la inseguridad de las calles, y hay guerras silenciosas que se libran en el corazón de las personas, están hechas de angustia, dolor, frustración y desesperanza.


Las guerras sangrientas impresionan, porque su horror salta a la vista; en cambio, las guerras internas son silenciosas y pasan desapercibidas, sólo cada persona sabe de su tristeza. Si pudiéramos ver la tragedia interna que viven millones de personas quedaríamos horrorizados de la cantidad de dolor y de tristeza que produce la humanidad.


¿Por qué tantas guerras y por qué sufren tanto las personas?

Existe la Ley de Polaridad o Ley de los Contrarios. Según esta ley, en la naturaleza todo tiene su contrario: El bien y el mal, la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza, la vida y la muerte. El filósofo Heráclito creía que la lucha de los contrarios era la causa del devenir de todas las cosas; es decir, de la evolución.


La lucha ha sido y será compañera inseparable del hombre. Es un activador que impulsa a la búsqueda de soluciones, pero, como todo en la vida, puede ser un arma de doble filo. El problema no está tanto en la polaridad cuanto en la incapacidad de las personas para armonizar los contrarios.


La polaridad existe no sólo en la naturaleza, también existe en las personas. Dentro de cada ser humano luchan dos fuerzas antagónicas. Las fuerzas de desarrollo que impulsan a la expansión de la personalidad y los mecanismos de defensa que tienden a inhibir la personalidad. Estas dos tendencias coinciden con el pensamiento de Freud sobre el instinto. Según Freud, dentro de cada ser humano luchan dos instinto; el instinto de vida ( eros ) que le impulsa al desarrollo y el instinto de muerte ( tanatos ) que le impulsa a la auto destrucción.


De lo expuesto podemos concluir que, tanto las guerras externas como las guerras que se libran en el corazón de las personas son producidas por los seres humanos. Lo lógico y lo justo sería que cada uno pagara por sus errores, pero no tuviera que pagar por los platos que han roto otros; sin embargo, las cosas son muy distintas. Todos los días vemos como el mal actúa impunemente, cómo los soberbios se imponen sobre los humildes, los poderosos oprimen y explotan a los débiles, los mentirosos engañan a los honestos, los corruptos desplazan a los honrados, etc. etc. ésta ha sido, es y será, por mucho tiempo la forma de funcionar de la sociedad, debido a nuestro escaso grado de evolución. A medida que evolucionemos se irán imponiendo la verdad, la justicia, la honestidad y la responsabilidad, y disminuirán las guerras externas y las guerras internasM; mientras llega ese momento lo mejor que podemos hacer es aprender a vivir.


Las guerras externas y las guerras internas son la expresión de la forma en que funcionan las personas; por lo cual, no debemos extrañarnos de las guerras ni de los problemas personales y sociales, pues, no vienen de otros planetas, los creamos los habitantes de la tierra.


Ahora bien, la humanidad funciona como un todo, y todo lo que han hecho nuestros ancestros y todo lo que hacemos los habitantes actuales de la tierra genera consecuencias. Hoy estamos pagando las consecuencias de errores que cometieron nuestros ancestros hace miles de años, así como también nos estamos beneficiando de cierto grado de progreso y de evolución que lograron, debido a que los seres humanos transmiten a las siguientes generaciones su genética y también sus contenidos mentales (conocimientos, sentimientos y valores, así como sus traumas, complejos, temores...)


Es importante tener presente que todo lo que hacemos, bueno o malo, nos afecta personalmente y también afecta a la humanidad de hoy y afectará a la humanidad del futuro.


Nuestras ideas, sentimientos y lenguaje son activos y producen efectos positivos o negativos, en nosotros y en las demás personas. Por tanto, las personas que piensan en positivo, son bondadosas, sensibles y honestas, aportan energía positiva a la humanidad y contribuyen a reducir las causas de la guerra y a incrementar el éxito y la paz; mientras que, las personas negativas, egoístas, envidiosas y corruptas, se contaminan a sí mismas y contaminan a la sociedad, convirtiéndose en soldados de la guerra, de las crisis y de todos los problemas que afligen a la sociedad.


Al nacer entramos a formar parte de la humanidad y nos convertimos en beneficiarios de todo lo que ha logrado el hombre desde sus orígenes hasta el día de hoy, así como también nos convertimos en sus deudores y debemos pagar las consecuencias de los errores que han cometido.


Parece injusto que niños inocentes y personas humildes y buenas tengan que pagar las consecuencias de errores que no han cometido y que personas indeseables, sin mérito y sin valor, humillen y exploten a otros. Pero ésta es la realidad de la vida que no logramos entender. Lo único que nos queda es aprender la lección y superarnos, para, de esta forma, pagar el menor número de platos rotos.


Debemos comprender y perdonar a las personas corruptas, egoístas,... porque bastante desgracia y castigo tienen con ser como son, pero debemos luchar sin descanso contra la mentira, la ignorancia, la injustica y la corrupción, porque son los verdaderos enemigos de la humanidad que crecen y crecen debido a la indiferencia y cobardía de las personas buenas.


Son pocos los malos y muchos los buenos, pero el egoísmo y la falta de unidad nos convierte en débiles e inútiles. De poco sirve ser bueno si no se traduce en ayuda a los demás. ¿De qué sirve que el sol tenga luz si no la irradia? ¿De qué sirve la semilla si no se convierte en árbol?


Por ser parte de la humanidad estamos condenados a pagar muchos platos que no hemos roto. Tal vez sea éste el precio que debemos pagar por el derecho a vivir, en cuyo caso, bien vale la pena, porque el hecho de vivir no tiene precio.


El problema más grave es el de muchas personas que pasan toda su vida pangando platos rotos debido a que no han aprendido a vivir.


De lo expuesto podemos sacar varias conclusiones:


1. La ley de los contrarios rige la vida, por lo cual, los seres humanos estamos obligados a capacitarnos y a luchar sin descanso para controlar nuestra propia vida y ganar en la competencia.


2. Cada persona tiene que luchar sus propias batallas, por lo que no podemos esperar que nadie resuelva nuestros problemas. Nuestros problemas son nuestros y sólo nosotros podemos resolverlos. De aquí la importancia de prever y planificar las cosas, de no crearse problemas y de resolver las cosas a tiempo para que no se compliquen.


3. Las crisis económicas, políticas, sociales y morales son constantes, como resultado de la Ley de los Contrarios. Son mecanismos naturales que obligan a realizar ajustes que favorecen el desarrollo y la evolución. El problema no son las crisis, sino las causas que las generan, las cuales deben ser corregidas.

 

El problema para ti no son las crisis, sino el modo como reaccionas ante ellas y la forma en que te preparas para superarlas.


4. Nadie puede resolver bien su propia vida en una sociedad negativa, mediocre y hostil. Una sociedad exitosa nos transmite energía y nos ayuda a triunfar, mientras que, una sociedad conflictiva nos contamina con sus problemas; por lo cual, todos tenemos el deber de implicarnos de alguna forma en la construcción de un mundo mejor.


La mayor parte de los problemas personales y sociales que nos afectan son la consecuencia de nuestra pereza y de nuestro egoísmo.


Los culpabres de los problemas del mundo no son los pobres e ignorantes que no tienen poder para nada, sino los poderosos y capaces, que no tienen conciencia de su misión en la vida.


La mejor forma de no pagar los platos rotos es funcionar bien en todos los aspectos.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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