Editoriales

Editorial 622

 


La cárcel mental

 

Somos herederos de una larga historia de tabúes, represión y sometimiento que se ha eternizado en el tiempo y que hoy pervive en la mente de cada individuo y en la mente del colectivo.


La sociedad es represiva debido a que estas programaciones ancestrales se siguen transmitiendo de generación en generación, de padres a hijos. Nuestros padres fueron programados para ser nuestros represores y nosotros estamos programados para ser los represores de nuestros hijos.

 

De esta forma, la sociedad se asegura el control a futuro de la mente humana. Esta represión bloquea el desarrollo intelectual, afectivo, social y espiritual, y hace a las personas tímidas, inseguras, sumisas, cobardes y mediocres.


Los seres humanos están sometidos a un condicionamiento intelectual, afectivo, social, económico, moral y espiritual que les esclaviza de muchas formas y les impide decidir de forma libre y consciente su propio destino. Los seres humanos no nos damos cuenta de estas cadenas porque nos hemos acostumbrado a ellas; sin embargo, nos damos cuenta de la superioridad de las personas más evolucioandas que nosotros y de la inferioridad de las personas que viven en niveles inferiores de evolución, pero es muy poco lo que podemos hacer para romper las cadenas.


Cada persona está encerrada en su propia cárcel mental. Cada persona es esclava de su ignorancia, de sus temores, de su pereza y de su egoísmo. Para salir de la cárcel mental y disfrutar de todos los beneficios que proporciona la libertad, necesitamos salir a la luz. Para ello debemos vencer a nuestros enemigos internos (la ignorancia, los temores, la pereza,...)


Nadie puede liberarnos de la cárcel mental ni darnos la libertad, porque ésta es una conquista personal.

La cárcel mental no es un espacio físico, es una actitud mental, una forma de ser rígida e intransigente, producto de una educación represiva.


La rigidez controla el pensamiento y lo somete a ideas establecidas, a creencias fijas e incuestionables. Se trata de una ceguera mental que impide ver la verdad de las cosas, comprender a los demás, dialogar, convivir en paz y renovarse. Esta situación hace que las personas sean poco racionales y muy instintivas; es decir, que se guíen más por impulsos emocionales del momento que por la lógica de las cosas, lo cual conduce inevitablemente al conflicto y al fracaso.

Hace dos mil cuatrocientos años, Sócrates enseñó a sus discípulos el arte de pensar, conocido como mayeútica. Sus discípulos, entre ellos el filósofo Platón, fueron muy aventajados y comenzaron a tener mucho peso en la sociedad. Se distinguieron por su capacidad de pensar, de analizar con objetividad y de reclamar moralidad y justicia a las autoridades. Las autoridades, temiendo perder el control de la sociedad, acusaron a Sócrates de corromper a la juventud y le condenaron a tomar la cicuta.


Hoy como ayer, los poderes establecidos controlan todo. Somos hijos de una sociedad represiva. De acuerdo a estudios realizados en Estados Unidos, de cada diez mensajes que recibimos desde el nacimiento, nueve son represivos de alguna forma. Los padres son programados para ser los represores de sus hijos. De esta forma, la sociedad se asegura el control sobre las generaciones jóvenes y se evitan graves aventuras económicas, políticas y sociales que podrían terminar con la humanidad; pero esta represión irracional y desmedida, ahoga los deseos de desarrollo y de libertad, y produce personas sumisas, conformes, cobardes, frustradas y resentidas, incapaces de echar adelante su propio desarrollo y la evolución de la humanidad.


Necesitamos encontrar la forma de liberarnos de la cárcel mental (ideas, sentimientos, temores, complejos y hábitos negativos) en los que todos estamos atrapados de alguna forma. Todas las personas están atrapadas en situaciones de las que quieren salir, pero no pueden, porque están condicionadas por hábitos mentales.


La libertad es una condición propia de los sabios, puesto que son ellos los que disponen del conocimiento adecuado para actuar racionalmente. El conocimiento de las cosas, el conocimiento técnico y científico es un conocimiento del mundo externo y no proporciona la verdadera sabiduría de la vida ni la verdadera libertad. Es necesario poseer también el conocimiento interno, el conocimiento de los valores, el conocimiento del sentido de la vida. Sólo conociendo el sentido y finalidad de la vida podemos actuar correctamente, salir de la cárcel mental y ser protagonistas de nuestro destino. El problema fundamental de las sociedad actual es que posee mucha información pero poco conocimiento y escasa sabiduría.


La libertad consiste en disponer de sí mismo, lo cual sólo es posible cuando somos capaces de liberarnos de las imposiciones externas (dependencia, sometimiento...) y de las dependencias internas (ignorancia, temor, pasiones...)


Se supone que más del ochenta por ciento de lo que hacemos todos los días son conductas inútiles, innecesarias y absurdas, las cuales no tienen ninguna utilidad. Son simples rutinas a las que nos hemos acostumbrado. Así, los estudiantes podrían aprender en un mes lo que aprenden en un año, si se les enseñara a leer, a pensar y a procesar con rapidez y profundidad. Los trabajadores podrían producir en dos horas más que lo que producen en su horario de trabajo, si estuvieran dadas las condiciones de motivación, capacitación y eficacia. Los ejecutivos, los políticos, los diplomáticos,... se reúnen durante horas para, al final, no llegar a nada importante. etc. etc.


Hay personas que invierten más de cuatro horas diarias para desplazarse de su casa al trabajo y del trabajo a su casa. Son unas 1000 horas perdidas al año, si lo multiplicamos por 40 años de trabajo, nos da 40.000 horas perdidas inútilmente en la vida.


Hoy nos movemos mucho desde el punto de vista físico, pero mentalmente viajamos en burro; es decir, somos poco eficaces. En estas condiciones nunca podremos liberarnos de la cárcel mental ni resolvder de forma eficaz los problemas personales, sociales,...


Cómo liberarnos de la cárcel mental

Todos estamos atrapados en ideas, creencias, criterios, hábitos y responsabilidades que no responden a las necesidades de hoy. Necesitamos renovarnos por dentro. Necesitamos cambiar la visión de la vida y la dinámica de la mente.


La renovación no significa echar por la borda las creencias ni los principios morales; sino actualizarlos.


Ahora bien, para renovarse es necesario reflexionar, tener conciencia de la realidad y tomar el control de la propia vida. Lo cual resulta difícil, debido a que, la dinámica de la sociedad, las necesidades creadas, la prisa y el estrés, ejercen una presión muy grande.


Las personas están abocadas a resolver sus problemas de supervivencia y no tienen tiempo ni interés para su desarrollo personal. La falta de desarrollo hace que las personas vivan a la defensiva y se encierren más cada día en su cárcel mental.


Necesitamos recuperar el sentido común, la lógica de las cosas.

Necesitamos adquirir criterios correctos sobre el valor de la familia, de la amistad, de la honestidad, del trabajo, etc.
Necesitamos distinguir entre libertad y libertinaje.
Necesitamos adquirir experiencia, madurez, sabiduría y eficacia.
Necesitamos ser menos materialistas y más humanos y espirituales.
Necesitamos desarrollar la inteligencia emocional. El arte de manejar las propias emociones y de relacionarnos bien con las personas.
Necesitamos evitar autoengaños y excusas y aceptar nuestras responsabilidades.
Necesitamos simplificar la vida y establecer prioridades.


Las personas sólo se dan cuenta del valor de la libertad y de lo maravillosa que es la vida, cuando logran salir de su cárcel mental.


Para salir de la cárcel mental en la que estamos encerrados, necesitamos conocer la verdad y el bien y actuar en consecuencia. Necesitamos evolucionar un poco todos los días.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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