Editoriales

Editorial 608

 


Crisis de las religiones

 

Una crisis es una situación grave que pone en peligro la existencia, la continuidad o el desarrollo de un proceso físico, económico, psicológico, familiar, social, religioso, espiritual, etc.


La vida es cambio, renovación, evolución y la ley es: "Adaptarse o morir"


A lo largo de la historia sólo han sobrevivido las especies vegetales y animales que se han adaptado a los cambios impuestos por la naturaleza.


Hace más de cuatro millones de años que se inició la evolución de la especie humana, y, para sobrevivir en situaciones tremendamente adversas tuvo que recurrir a sus instintos, a su creatividad y a agruparse en familias, clanes y tribus. Hoy se asocian las empresas y los países.


Si las personas y las instituciones se renovaran constantemente, no existirían crisis, pero la tendencia de los seres humanos es la pereza y la comodidad. Se apoltronan en sus "zonas de confort" y se olvidan de evolucionar. La falta de renovación (personal y social) genera desadaptación y empobrecimiento, lo cual produce una tensión que se va incrementando progresivamente, sin que las personas tengan conciencia clara de ello, hasta que llega el momento en que estalla la crisis. Cuando estalla la crisis, las personas reaccionan, pero carecen de estructuras mentales para resolverla con rapidez, por lo cual, la recuperación resulta larga y penosa.

 

Lo saben muy bien las personas, las empresas, las instituciones, los partidos políticos y los países, cuando son víctimas de crisis.


Las crisis son universales y se dan en todos los aspectos. Son parte de la dinámica de la vida y cumplen una función natural: Seleccionar a los más capaces y eliminar a quienes constituyen un obstáculo para la evolución. A veces toman el control los menos idóneos, con lo cual se profundizan las crisis; es una forma de forzar las cosas y despertar la conciencia dormida de quienes pueden cambiar la situación.


Las crisis se producen cuando las cosas no funcionan correctamente. Una persona, una familia, una empresa, un país o las religiones entran en crisis cuando no funcionan de acuerdo a ciertos principios y objetivos que son la razón de su existencia.


Las crisis religiosas se producen cuando se debilitan las estructuras que sustentan a las personas religiosas. No se trata de estructuras materiales. Se trata de estructuras humanas, morales y espirituales. Si no se rectifica a tiempo, la religión colapsa como institución y puede llegar a desaparecer.


A lo largo de la historia han desaparecido muchas religiones.Hoy existen grandes religiones, como el Budismo, Hinduismo, Judaísmo, Cristianismo e Islamismo, cuya supervivencia depende de su fidelidad a los principios y valores que constituyen la razón de su existencia.


Las grandes religiones han sufrido grandes crisis, pero han sobrevivido a lo largo de más de dos mil años, lo que prueba que tienen gran capacidad de supervivencia.

Los seres humanos asociamos la religión a lo sagrado, a lo perfecto, y damos por hecho que sus representantes no deben tener tacha. Esta idea errónea nos lleva a sufrir muchas decepciones, y, en muchos casos, a desilusionarnos de nuestra fe, a poner en tela de juicio nuestras creencias y a ser injustos a la hora de juzgar a la Iglesia.

Debemos ser realistas y entender que la Iglesia la constituimos todos los creyentes. Como es lógico, quienes la representan deben distinguirse por sus virtudes, pero no debemos olvidar que son seres de carne y hueso como nosotros, que tuvieron el valor de dedicarse al servicio de Dios y del prójimo, cosa que nosotros no hemos hecho, pero algunos son débiles y claudican. Su conducta es reprochable, pero no podemos juzgar a las religiones, cuya esencia son los valores que representa (amor, verdad, justicia, paz y libertad) con el mal comportamiento de unos cuantos sacerdotes o religiosos. Los que claudican es un mínimo porcentaje. En la Iglesia católica hay más de 420.000 sacerdotes y 800.000 religiosas, que permanecen fieles a sus compromisos, además de los 1.200.000.000 millones de cristianos que formamos la Iglesia.


La Iglesia está formada por seres humanos y sujeta a crisis como todas las instituciones. Al final los hombres pasan y quedan las religiones y queda la Iglesia superando crisis y sujeta a un proceso constante de renovación.

Muchas personas se alejan de la Iglesia con la excusa del escándalo generado por alguno de sus representantes. El hecho de que algún ciudadano quebrante la ley, no significa que las leyes no sirvan. De forma similar, el hecho de que algún sacerdote sea un mal ejemplo , no sirve de argumento para dudar de la religión, ni sirve de excusa para liberarse de los compromisos morales y espirituales.


Antes las personas eran menos críticas y aceptaban mejor la religión. Hoy la sociedad es muy crítica y cuestiona todo. La actitud crítica es buena en sí, el problema surge cuando la crítica no es objetiva, porque se mezclan sentimientos e intereses, y cuando se utiliza como excusa para liberarse de las exigencias morales y aceptar el relativismo moral. Los seres humanos somos críticos por natureleza. Al criticar a los demás rebajamos su estatura moral, lo cual nos ayuda a "sentirnos mejor"


El hombre actual ha descubierto que se puede vivir sin Dios, como también se puede vivir sin principios, sin valores, sin moral y hasta, sin dignidad. El asunto está en saber hacia dónde conduce este camino; hasta cuándo puede sobrevivir la sociedad sin fe y sin valores, y, cuál es el precio que debe pagar en forma de frustración y violencia, como consecuencia de esta concepción materialista de la vida.

Debemos estar conscientes de que las crisis son cíclicas. Cada cierto tiempo se producen crisis políticas, económicas, sociales, emocionales, morales y religiosas que obligan a rectificar; de modo que, no hay por qué rasgarse las vestiduras.


"El que esté sin pecado que tire la primera piedra"


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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