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Editorial 600

 


Sálvese el que pueda

 

¡Sálvese quién pueda! es una expresión que precede a la estampida de quienes huyen del desastre. Esta expresión la llevamos internalizada, forma parte del instinto de supervivencia y guía muchas de nuestra conductas diarias.


Desde que nos levantamos nos abocamos a resolver nuestros problemas personales. Algunos lo hacen de forma honesta, otros utilizan la viveza y otros viven de la corrupción, pero lo cierto es que, la mayoría de las personas sólo piensan en sí mismas, son egoístas y poco solidarias.


Sabemos que la unión hace la fuerza. Las homigas son unos animalitos insignificantes que podrían asustarse ante el tamaño de los grandes animales, pero no temen ni huyen, por el contrario, atacan cuando se trata de defender sus intereses. En los momentos difíciles se activa el instinto de supervivencia que ha impulsado a las hormigas durante millones de años a trabajar unidas y a sacrificarse en beneficio de la comunidad.


Investigadores de la Universidad Jagiellonian en Polonia, han realizado experimentos que demuestran que las hormigas tienen la habilidad de conocer el fin de su vida, lo cual les impulsa a correr mayores riesgos. Antes de este descubrimiento, ya se sabía que las hormigas trabajadoras tienden a correr mayores riesgos en beneficio de la colonia a medida que envejecen, pues, la muerte de una hormiga vieja no es una pérdida tan importante como si se tratara de una joven obrera. Como resultado, las hormigas más jóvenes tienden a realizar tareas de cuidados alrededor del nido, que es mucho más seguro.


Existen numerosas especies de animales que han sobrevivido porque trabajan en equipo. Tal vez los seres humanos "animales racionales" deberíamos aprender de estos "animalitos irracionales"


Sabemos que existe la Ley de Jerarquía, según la cual, todo ser o cosa está subordinado a todo aquello que es superior en grado evolutivo, y, a su vez, tiene poder o mando sobre todo aquello que le es inferior en la escala de la evolución; lo cual, aplicado a la especie humana, indica que los seres más inteligentes dominan a los menos inteligentes. Existe pues, una jerarquía evolutiva de orden natural que garantiza el triunfo de lo mejor y más perfecto, y, por tanto, el progreso biológico y la evolución de las especies; pero, en la vida humana no siempre ocurre esto.


Existe también la Ley de Selección, según la cual: En la lucha por la supervivencia prevalecen los más sanos, los más fuertes y los más inteligentes; garantizando de este modo el progreso evolutivo de la Naturaleza. Los estudios de Darwin y Lamarck confirman esta ley. Pero, en el caso humano, la Ley de Selección deja en nuestras manos la elección de las ideas, sentimientos, proyectos o decisiones. Si respetamos la Ley de Selección y elegimos los valores de desarrollo, nos irá bien; en caso contrario surgirá el fracaso y la frustración, como advertencia de la Ley de Selección que nos invita a rectificar.


Existe también la Ley de Desigualdad que distribuye dones de acuerdo a la misión que asigna a cada persona. La distribución es justa y equitativa. Cada persona llega a esta vida con la dotación necesaria para cumplir su misión con eficacia. Para la Ley de Desigualdad todas las misiones son igualmente importantes. Pero la sociedad no piensa lo mismo. La sociedad ha creado sus propios criterios acerca del éxito. Según estos criterios, lo importante es lograr dinero y poder porque con ellos se pueden comprar muchas cosas. La desigualdad es el origen del movimiento y de la acción, por tanto, del desarrollo y de la vida. Si no hubiera diferencias de ideas, todos pensaríamos lo mismo, no habría movimiento intelectual, ni creatividad, ni progreso.


A lo largo de la historia han surgido distintas ideologías que han pretendido imponer la uniformidad a nivel político, económico, religioso, social, cultural, etc. pero han fracasado rotundamente porque van en contra de la ley natural de Desigualdad. Lo expuesto no tiene nada que ver con las desigualdades sociales y económicas generadas por la sociedad. La ley de Desigualdad no justifica estas diferencias que son producto de la ignorancia, de la pereza, de la injusticia y del egoísmo de las personas.


Durante cuatro millones de años de evolución la humanidad ha aprendido a convivir y ha entendido que la convivencia es la única forma de sobrevivir y de evolucionar en un mundo globalizado, y que hoy no tiene sentido el mensaje "Sálvese quién pueda"


En la actualidad todo influye en todo. Un problema económico, político o social de un país o de una región perjudica a todos; por lo que es de interés de todos que a los demás les vaya bien.


Estamos acostumbrados a medir nuestro éxito por comparación con los demás, lo cual es absurdo.
Uno no es rico por el hecho de compararse con los pobres, ni es inteligente al compararse con los tontos, ni es feliz porque los otros sufren.


Lo importante es que cada persona trate de ser la mejor persona que pueda ser dentro de sus limitaciones. Como ya indicamos, para la Ley de Desigualdad todas las misiones son igualmente importantes; lo primordial es la actitud de cada persona.


Nadie ha nacido para ser el fin de sí mismo. El desarrollo y el éxito personal sólo tiene sentido en el contexto de la humanidad y como aporte a la evolución de la especie humana.


Nos resulta difícil entender y aceptar este concepto, sobre todo en tiempos de crisis, porque va en contra del egoísmo, de la soberbia y de la ambición que preside la vida de muchas personas. Sin embargo, los países, las empresas y también las personas, van entendiendo que es necesario trabajar en equipo, como las hormigas, para sobrevivir y progresar; de modo que, la expresión ¡Sálvese quién pueda! no funciona.


Todos viajamos en el mismo barco y necesitamos remar en la misma dirección para llegar a feliz destino.


La expresión :"Haz bien y no mires a quién" sigue siendo un axioma moral válido, aquí y en todas partes; hoy, mañana y siempre.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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