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Editorial 592



Por qué es importante hacer bien las cosas


La especie humana ha evolucionado a través de más de cuatro millones de años y posee un cerebro muy desarrollado desde el punto de vista genético, pero, en la práctica sirve de poco si no es activado por medio de estímulos ricos y variados.


Al nacer, un niño es un simple animal, y, de no mediar la educación de los padres nunca llegaría a ser verdaderamente humano, como lo prueban los casos de los "niños lobos" (ver en internet)


La infancia de los niños está dominada por los instintos, principalmente por el instinto de placer; por esta razón los niños son egocéntricos y egoístas.


Los padres, conscientes de que estas conductas no son aceptadas por la sociedad, comienzan a enseñarles conductas y valores, con el fin de que se adapten a las normas establecidas por la sociedad.


El objetivo de la educación es desarrollar hábitos, pues las conductas humanas superiores dependen de hábitos. Un hábito es una conducta adquirida por repetición. Con el ejercicio se integran cada vez más los movimientos que participan en cada acción. A medida que se van corrigiendo los movimientos inadecuados, la acción se hace más perfecta y eficaz. Con el tiempo el hábito se convierte en conducta automática de modo que la mente queda libre para ocuparse de otras cosas.


Puesto que los buenos hábitos son indispensables para triunfar en lo que deseamos, vamos a comprender mejor los procesos que tienen lugar en el interior del cerebro. Cuando recibimos un estímulo o información, se pone en marcha un proceso químico que genera la formación de una proteína, la cual hace que el estímulo o información se propague por las neuronas y quede grabado en ellas.


Al principio la grabación es muy leve y temporal. Si el estímulo o información se repite, la grabación se hace cada vez más profunda.


Una vez que el "hábito" o aprendizaje, se ha grabado de forma sólida, queda automatizado, es decir, que, al recibir un estímulo que tiene relación con el hábito o aprendizaje ya adquirido, el cerebro se activa y produce de forma automática la respuesta correspondiente. El aprendizaje inicial, convertido en hábito, desencadena un reflejo condicionado.


El desarrollo y el éxito dependen de la adquisición de hábitos eficaces. Todo lo que realizas (moverte, caminar, hablar, leer, escribir, pensar, etc.), es el resultado de hábitos. Cuanto más perfectos son los hábitos, más fluidas y eficaces son las conductas y mayores las posibilidades de éxito.


De aquí la importancia de hacer bien las cosas y de superarse constantemente, pues, cada vez que hacemos bien las cosas perfeccionamos los hábitos y obtenemos más eficacia en todo lo que emprendemos. El éxito es producto de buenos hábitos y el fracaso es producto de hábitos defectuosos.


Por la misma razón es importante grabar en la mente sólo ideas claras y precisas y organizarlas en esquemas o estructuras, pues, las ideas confusas o aisladas entorpecen los procesos mentales.
Muchas personas son mediocres porque son mediocres sus ideas, sus motivaciones, sus hábitos, sus sentimientos, sus valores y sus acciones. Cada vez que hacemos mal las cosas nos autodestruimos y cada vez que las hacemos bien, evolucionamos.


Si las personas tuvieran una actitud de superación, aprenderían cada día a hacer mejor las cosas, perfeccionarían sus hábitos, obtendrían mejores resultados en todos los aspectos y serían más felices.


Las crisis personales y sociales, la angustia, el estrés y la frustración que sufren muchas personas es la consecuencia lógica de su mediocridad, de su falta de evolución, de que sus acciones son imperfectas.


El hecho de que la mayoría de los trabajos resulten pesados y desagradables, se debe a que las personas no han desarrollados hábitos eficaces, y, por tanto, funcionan por debajo de las exigencias requeridas.


Puesto que todo en nuestra vida depende de hábitos, deberíamos aprender, desde niños a hacer bien las cosas y a desarrollar numerosos hábitos fluidos y eficaces, tales como: leer, pensar, hablar bien, escribir, relacionarnos, disciplina, alimentación sana, responsabilidad, ser felices, compartir, etc.)


Al hacer bien las cosas, la vida fluye de forma natural y espontánea, se logran objetivos importantes y el hecho de vivir se convierte en un placer maravilloso.


Más del 80% de lo que hacemos carece de utilidad, debido a que se trata de acciones rutinarias que no resuelven las cosas. Todos los días repetimos las mismas cosas, de la misma forma y lo único que logramos es sobrevivir. Somos esclavos de hábitos mediocres que se han consolidado a lo largo de los años y ahora mandan en nosotros. Si nos hubieran motivado desde niños a hacer bien las cosas, a tener espíritu de superación y sentido del deber, hoy valdríamos más como personas y seríamos más exitosos y más felices.


"Tú dependes de la calidad de lo que haces"


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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