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Editorial 584

 


Cultura de la muerte

 

La vida es el mayor valor que tenemos, a partir del cual podemos lograr éxito, libertad, felicidad... Lo contrario de la vida es la nada.


La vida es un don que recibimos de forma gratuita al nacer. Los seres humanos no aprendemos a valorar lo maravilloso que es el hecho de vivir hasta el día en que nos encontramos al borde de la muerte. Así como tampoco valoramos la libertad hasta el día en que la perdemos. Las personas que logran sobrevivir a la muerte, los presos que logran salir de la cárcel después de muchos años, quienes se recuperan de un desastre económico, etc. valoran cada momento como si fuera el último de su vida y hasta las cosas más insignificantes adquieren un valor inmenso.


"Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me dio dos luceros que cuando los abro
perfecto distingo lo negro del blanco
y en el alto cielo su fondo estrellado
y en las multitudes el hombre que yo amo.
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado el sonido y el abecedario,
con él las palabras que pienso y declaro:
madre, amigo, hermano
y luz alumbrando la ruta del alma del que estoy amando..." de Violeta Parra


La existencia humana debería ser un canto constante a la vida, a la amistad, a la libertad y a la felicidad. Es tan maravillosa la vida y a la vez tan efímera, que deberíamos cuidarla con mimo y aprovecharla al máximo para convertir nuestros sueños en realidad, pero las cosas son muy distintas. Crece cada día la ignorancia, la pobreza, la injusticia, la frustración, el resentimiento y el odio, y se extiende por todas partes la cultura de la muerte.


La "cultura" de la muerte se refiere a una mentalidad, a una forma de ver al ser humano como material utilizable y desechable según la conveniencia. La cultura de la muerte no respeta la vida, no respeta nada, destruye todo a su paso.


La cultura de la muerte no se refiere únicamente a la eliminación física de las personas, se refiere también a todo el aparataje, organización, actividades y circunstancias que crean las condiciones para el deterioro de los valores, de la conciencia, de la religión, de la familia, de la sociedad, de los derechos humanos.


Al hablar de la cultura de la muerte pensamos en los delincuentes comunes que roban y matan, y en los terroristas fanáticos, y creemos que controlándolos y reduciéndolos, desaparecerá la cultura de la muerte. En realidad las cosas son más profundas y más graves. Los delincuentes y terroristas son sólo la punta del iceberg. Ellos son la expresión de una sociedad enferma. Una sociedad que no ha sabido evolucionar a tiempo y que guarda en su subconsciente demasiada ignorancia, frustración y resentimiento. Los delincuentes, guerrilleros y terroristas son las primeras víctimas de una sociedad que funciona mal y que los ha programado para ser lo que son. La pregunta es: ¿De quién es la culpa. Del que golpea o de quién le entrega el garrote?


Con esto, no estamos disculpando a los violentos, pues, son dueños de su libre albedrío y responsables de sus acciones. Pero no debemos engañarnos. Para que desaparezca la cultura de la muerte necesitamos ir a la raíz de los problemas (la pérdida de valores y la deshumanización)

En la actualidad vivimos en un mundo medianamente "civilizado", pero seguimos siendo animales con fuertes instintos salvajes como nuestros ancestros prehistóricos, sólo que los instintos los tenemos "reprimidos" y "controlados" gracias a ciertos principios y normas implantados a través de la educación. Pero los instintos siguen activos, buscando la forma de liberarse y de actuar a sus anchas; de modo que, cuando las personas no son educadas en valores sólidos, carecen de control moral, son desbordadas por los instintos y actúan sin ley y sin control.

Cómo superar la cultura de la muerte


Todas las formas de cultura son producto de toda la humanidad. Todos contribuimos de alguna forma a la cultura de la paz y a la cultura de la muerte.


Cuando actuamos de forma positiva (estudio, capacitación, esfuerzo, responsabilidad, honestidad,...) somos parte de la cultura de la paz, y, cuando actuamos en sentido contrario, somos parte del la cultura de la muerte.

Para erradicar o minimizar la cultura de la muerte, necesitamos comenzar por tomar conciencia de las causas que la generan y eliminarlas, comenzando por uno mismo; pero, como un árbol no hace montaña, necesitamos convertirnos en multiplicadores de la paz, de la justicia y del respeto, de modo que se incremente la salud mental, afectiva y moral de las personas, pues, para que cambien las personas por fuera es necesario que antes cambien por dentro.


Esta labor supone un proceso largo y difícil, pues se trata de cambiar estructuras mentales profundas, pero puede resultar fácil y rápido si un número considerable de personas, mentalmente sanas y evolucionadas, se implican en la tarea. De aquí la importancia de convocar a las personas a una cruzada por la cultura de la vida y de la paz.


La vida es siempre una lucha de fuerzas. Una lucha entre el bien y el mal. Cuando se impone la cultura de la muerte, se debe a que las personas de bien se han debilitado y no han asumido su compromiso social. Las razones pueden ser muchas, pero no hay excusas. Todas las personas tienen el deber social de velar constantemente por la justicia y por la paz, comenzando por el entorno personal. "El mundo no está amenazado por las malas personas, sino por aquellos que permiten la maldad" Einstein.

La ignorancia, la pobreza, la injusticia y la frustración constituyen el caldo en que se desarrolla la cultura de la muerte, por lo cual, es en este terreno en el que debemos combatirla.


Estas circusntancias son las precursora de la muerte, son como el fuego, una vez que toman fuerza arrasan con todo, por lo cual, es importante controlar a tiempo todos los factores de violencia.

Los seres humanos somos emocionales e impulsivos por naturaleza y la única forma de controlar los impulsos consiste en aprender desde niños el valor del diálogo y de la paz, pero nadie aprende lo que no tiene beneficios; por tanto, enseña a tus hijos los beneficios de la paz.


Ahora bien, solamente las personas desarrolladas pueden ser pacíficas; de modo que, al educar a tus hijos para la paz, les enseñas a ser auténticos, a controlar a sus enemigos internos ( la ignorancia, el temor y el egoísmo)

La cultura de la muerte hunde sus raíces en la mente de las personas, por lo que, para erradicar la cultura de la muerte, necesitamos reprogramar la mente de las personas. Lo que ocurre en la vida es reflejo de lo que ocurre en la mente.


Las leyes, la policía y la justicia son importantes, pero todas las leyes del mundo son incapaces de controlar la mente de una sola persona; de aquí la importancia de educar en valores.


Cada uno de nosotros no puede erradicar la cultura de la muerte, pero todos unidos podemos levantar la voz y llegar a los oídos y a la conciencia de las personas y producir los cambios necesarios para que se imponga la cultura de la vida.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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