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Editorial 569

 


Lo más triste de la vida no es la muerte sino vivir sin sentido

 

La muerte es un hecho natural, por lo cual, deberíamos acostumbrarnos a aceptarla con serenidad, pero nos han inculcado el sentimiento trágico de la vida y nos han enseñado el temor a la muerte, lo que hace que la angustia existencial nos acompañe a lo largo de toda la vida. En nuestra cultura occidental es considerada como una tragedia. La dramatización de la muerte tiñe de tristeza la vida y es causa de temor y de angustia.


El ser humano desea ser inmortal. "No concibe la muerte de sí mismo; sólo concibe la muerte de los demás"


Según Fazer, la angustia de la muerte es menor en los pueblos primitivos, tal vez, porque no se hacen problemas; sencillamente aceptan las leyes de la naturaleza.


La vida adquiere un valor de "esencia" porque existe la muerte, porque es fugaz. De aquí la importancia de tomar conciencia del valor de la vida, de vivir intensamente y disfrutar la experiencia maravillosa de vivir.


La vida es un tiempo corto que se nos da para convertir nuestros sueños en realidad, sin embargo, la inmensa mayoría de las personas derrochan el tiempo en cosas intranscendentes y pierden oportunidades de oro que no volverán jamás.


Las personas viven distraídas persiguiendo ilusiones, abandonándose a la suerte y al destino, en vez de capacitarse y de perseverar en el logro de objetivos importantes. La falta de criterios, de conciencia, de sentido común y de responsabilidad, van creando las condiciones para futuras crisis, fracasos y frustraciones.

En la naturaleza todo existe por una razón y tiene una finalidad. Inclusive los seres más insignificantes cumplen una función importante. Por ejemplo, las bacterias desintegran la materia orgánica y la devuelven a la tierra para que inicie un nuevo proceso. Si no existieran las bacterias la vida sería imposible, pues, la tierra estaría cubierta de cadáveres y desechos. Todos los seres que existen son necesarios para el equilibrio ecológico.


Los seres humanos somos los más privilegiados.


La vida nos a obsequiado un cerebro evolucionado con numerosos poderes mentales. Nos ha dado una conciencia capaz de discernir entre el bien y el mal, y nos ha dotado con el libre albedrío que nos permite ser protagonistas de nuestro propio destino. En cierta forma somos "demiurgos" (pequeños dioses) que podemos diseñar nuestra vida a voluntad y construir nuestro pequeño paraíso dentro de nosotros mismos.


La vida, que nos ha obsequiado tantos bienes, quiere verlos crecer y fructificar, para que se multipliquen en cosechas abundantes que impulsen la evolución. Sin embargo, observamos cómo muchas personas no saben utilizar su inteligencia, ni su conciencia, ni su libertad; actúan al margen de las leyes de la naturaleza, y, por tanto, sufren las consecuencias correspondientes.


La naturaleza no perdona a nadie, y, más pronto que tarde, hace justicia. Las personas no se enteran de cuándo, dónde, ni cómo hace justica, porque no tienen conciencia de las cosas. Por esta razón aceptan la pobreza, la ignorancia, los temores, la angustia, los fracasos y las frustraciones como hechos normales de la vida, cuando en realidad son desgracias que podrían haber evitado si hubieran aprendido a tomar el control de su vida.


En la vida hay situaciones que no podemos evitar porque dependen de factores poderosos que escapan a nuestro control, pero, más del 90 % de los problemas que nos afectan nos los creamos nosotros mismos. Los problemas no surgen por generación espontánea, son el resultado de procesos largos, de errores continuados, de decisiones no tomadas a tiempo, de falta de espíritu de superación, etc.


Las personas acumulan muchas deudas con la vida, desde la infancia, en forma de ignorancia, pereza, irresponsabilidad. Estas deudas tienden a crecer y son causa de muchos problemas a lo largo de la vida. Las personas no tienen conciencia de que estas fallas son las que les impiden progresar; por esta razón siguen cometiendo los mismos errores en vez de rectificar.


Hoy, todos se quejan de la inseguridad, de la corrupción, de la economía, de los políticos, y de que no hay trabajo, cuando, en realidad, todos somos responsables, por acción o por omisión.

Como podemos observar, la vida es muy compleja y es necesario luchar todos los días para sobrevivir. Las personas capacitadas y emprendedoras disfrutan de lo que hacen, logran realizar sus proyectos y sus sueños y su vida tiene pleno sentido. El día de mañana se irán de la vida, sin temor a la muerte, con la sensación de la misión cumplida; pero, quienes no logran realizar sus proyectos ni sus sueños, están condenados a llevar una vida sin sentido y a vivir con una sensación profunda de fracaso. En estas condiciones, lo más grave no es la muerte, sino el vivir sin sentido y llegar al final de la vida con las manos vacías, con el dolor de haber desaprovechado muchas oportunidades y con la tristeza de saber que todo está consumado y ya no hay otra oportunidad.


Lo triste de la vida no es la muerte, lo triste es vivir sin sentido.

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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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