Editoriales

Editorial 543

 


Ley de la selva

 

Hubo tiempos no muy lejanos en que los hombres eran caníbales. Luego surgió el lenguaje, la inteligencia y la conciencia. Al principio eran capacidades rudimentarias pero fueron el principio de la evolución humana.


Desde el Australopitecos de hace 4 millones de años hasta llegar al homo sapiens, hace unos 35.000 años, han pasado muchas cosas que están más allá del alcance de nuestra imaginación y de nuestra comprensión.


El 99,99% del pasado del hombre pertenece a la prehistoria, fue un período caracterizado por la ignorancia, por el dominio de los instintos, por la barbarie.


Poco a poco, el instinto animal perdió fuerza en beneficio de la inteligencia y de la conciencia gracias a las leyes de evolución que rigen a la especie humana, y, así llegamos al día de hoy.

En la actualidad vivimos en un mundo "civilizado", con leyes, normas, mandamientos; con algo de educación familiar y escolar, con información abundante y con cierta calidad de vida. El problema está en que, en el fondo, seguimos siendo animales con fuertes instintos salvajes, como nuestros ancestros prehistóricos, sólo que los instintos los tenemos "reprimidos" y "controlados" gracias a los principios y normas implantados a través de la educación. Pero los instintos siguen activos, buscando la forma de liberarse y de actuar a sus anchas. Para controlarlos, necesitamos estar alerta de forma permanente, lo cual supone mucha angustia y un gasto inmenso de energía.


Nos consideramos seres civilizados, pero nuestro grado de civilización es muy pobre, es sólo una capa de barniz que puede quebrarse en cualquier momento e imponerse la ley de la selva. Así lo confirma la realidad de todos los días en todas partes del mundo. Guerras, terrorismo, revoluciones, genocidios, violencia de género, etc. Estas lacras tienen su génesis y su proceso. Son la consecuencia del fracaso de la familia y de la escuela.


Cuando los seres humanos son bien programados en la familia y en la escuela, poseen una buena estructura intelectual, afectiva, moral, social y espiritual, que les ayuda a controlar sus instintos, adaptase a las exigencias de la vida y obtener los éxitos necesarios para sentirse bien y funcionar bien, evitando de esta forma el fracaso y la frustración; pero, cuando las personas no son bien programadas, quedan incapacitadas para controlar los instintos y para adaptarse a la realidad de la vida y para lograr los éxitos necesarios para sentirse bien y funcionar bien, en consecuencia, están condenadas al fracaso y a la frustración. Con el tiempo, las frustraciones se van acumulando, generando una tensión interna insoportable. Al final, la tensión explota en forma de rabia, odio y resentimiento, dando origen a distintas conductas destructivas (Guerras, terrorismo, revoluciones, genocidios y otras muchas formas de violencia) a través de las cuales las personas tratan de drenan su mente atormentada.


Cuando hablamos de ley de la selva, pensamos en la selva física en la que las fieras imponen su ley. Todos hemos visto documentales impresionantes en los que cuatro millones de ñus se ven obligados cada año a cruzan el río Mara en busca de pastos, tratando de sortear a los cocodrilos que les esperan hambrientos. En esta migración mueren cada año más de trescientos mil ñus, lo que ayuda a mantener el equilibrio necesario para el buen funcionamiento de la vida animal en esta área.


Ahora vamos a hablar de la selva humana. En la selva humana habita el mayor depredador del mundo, el hombre. En épocas pasadas los hombres eran caníbales y se devoraban unos a otros, de la misma forma que el león devora al venado. Hoy no nos devoramos físicamente, gracias a que hemos evolucionado, pero nos devoramos económicamente, laboralmente, emocionalmente, socialmente, moralmente...


Hoy tenemos cierto grado de conciencia y contamos con leyes que nos imponen unos límites de convivencia, pero sigue imperando el espíritu depredador, el deseo de controlar al otro, de oprimirlo, de explotarlo, y, si es necesario humillarlo o destruirlo.
El hombre es el mayor depredador y el más sanguinario. La ley de la selva impera en la economía, en el campo laboral, en la política, en el trabajo, en la calle, en los colegios, en las familias y en todos los campos en los que entran en juego intereses humanos. Unas veces funciona de forma brutal y otras veces de forma sofisticada.

La ley de la selva impera también en cada ser humano. Dentro de cada persona existe una lucha entre instintos, sentimientos, temores, deseos y valores, los cuales luchan por imponerse y tomar el control de la mente. De aquí la importancia de alimentar los principios, valores, metas, ideales y proyectos importantes para que tomen el control de la mente, de lo contrario se impondrá la ley de la selva.

Conscientes de que siempre existirá la ley de la selva, es conveniente capacitarse y protegerse de los enemigos externos y de los enemigos internos a través del desarrollo, de la capacitación y de la educación en valores.


La sociedad la construimos entre todos. De aquí la importancia de luchar de alguna forma para erradicar la ignorancia, la pobreza y la injusticia. Esta labor comienza por uno mismo, por ser mejores personas y mejores ciudadanos.



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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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