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Editorial 528



La raíz de la violencia


El ser humano posee mecanismos internos de desarrollo que obedecen a leyes genéticas de evolución que le impulsan al desarrollo, a la creatividad, a la expansión y a la sociabilidad. Gracias a estos mecanismos, la naturaleza humana ha evolucionado y se ha abierto camino a lo largo de la historia y ha sobrevivido a situaciones a veces insostenibles


El ser humano también posee mecanismos de defensa; son lo opuesto a los mecanismos de desarrollo. Son conductas instintivas, su objeto es la supervivencia; proceden de la mente reactiva.

 

La mente reactiva es instintiva , se alimenta de la ignorancia, del temor, de la frustración y del resentimiento. Se expresa de forma compulsiva, generando conductas desadaptadas y conflictivas. La mente reactiva está asociada a una programación errónea, a experiencias traumáticas y a una educación con carencias afectivas, económicas, etc.


El ser humano nace con fuertes instintos y de no mediar la educación su comportamiento sería idéntico al de cualquiera animal; pero la humanidad ha evolucionado y ha aprendido a controlar los instintos y a desarrollar conductas inteligentes que le permiten progresar y adaptase a formas de vida civilizada. Sin embargo, aunque los seres humanos hemos evolucionado, nuestras raíces profundas son las de un animal salvaje, seguimos siendo animales como el chimpancé o el orangután, solo que un poco más evolucionados.


Cada cierto tiempo surge la barbarie, la cual se manifiesta en situaciones políticas, económicas y sociales que amenazan con destruir todo a su paso.


Todas las guerras y todas las crisis son formas de barbarie que revelan la incapacidad del ser humano para controlarse a sí mismo y para controlar a los demás.


Cada persona debe estar atenta para controlar en sí misma toda conducta que conduce a la barbarie (ignorancia, temor, odio, resentimiento, corrupción...) porque una vez que toma fuerza es difícil controlarla. Por la misma razón, la sociedad debe controlar a tiempo toda forma de barbarie social porque una vez que echa raíces se extiende como la cizaña.

Todo tiene su causa. Todo sucede por una razón. ¿Por qué unas personas son pacíficas y otras son agresivas? ¿Por qué unas personas resuelven sus diferencias a través del diálogo y otras recurren a la confrontación?


Es cuestión de programación mental. Esta programación se inicia en la familia. La sociedad y el libre albedrío también juegan un papel importante.


El odio y la violencia son conductas instintivas que necesitan ser controladas a través de la educación, pues, como hemos señalado, son conductas irracionales, que, lejos de resolver, complica las cosas.


Es natural sentir odio, pero no es natural dejarse llevar por él, sabiendo las consecuencias que acarrea. También debemos entender que las personas que sienten odio, necesitan sacárselo de encima. El odio ejerce una presión interna insoportable que impulsa a actuar de forma instintiva y violenta.


El que odia cree que tiene razones para odiar y para actuar en consecuencia.


Las guerras son una expresión del subdesarrollo mental y de la alienación que afecta a la sociedad. De forma similar, el odio y la violencia que observamos en la vida diaria, indican el estado de enajenación y descontrol en que viven muchas personas.


Con frecuencia ocurren casos de exterminio o de genocidio que se suponía habían quedado en el olvido, pero no, son recientes. El terrorismo avanza y se extiende; pero no es eliminando a los genocidas y terroristas como llegaremos a la paz. Necesitamos ir más al fondo y erradicar las causas que dan origen a la violencia.


La violencia es una conducta aprendida en respuesta a estímulos que atentan contra nuestra seguridad. Todo se rige por la Ley de Acción y Reacción.


El inconsciente colectivo está saturado de conductas agresivas que se transmiten inconscientemente de padres a hijos. Estas conductas están controladas en parte por la educación, pero, cuando surgen los problemas y las crisis, las personas pierden el control de sí y pueden llegar a cometer atrocidades.
Algo similar ocurre cuando las personas quedan atrapadas en el espíritu de la masa y en alguna forma de fanatismo. De aquí la importancia de que en la familia y en la sociedad reinen la paz, la justicia y la solidaridad, y, de aquí la necesidad de vivir alerta y mantener siempre claridad mental.


Todos llevamos dentro un salvaje que necesitamos controlar por medio de principios, valores, criterios, normas y disciplina.


Tanto la violencia como la paz no son hechos aislados, son hábitos adquiridos y consolidados con el tiempo. Unas personas son violentas, porque han desarrollado una estructura mental violenta, y otras personas son pacíficas, porque han desarrollado una forma de ser pacífica. En otra oportunidad hablaremos sobre las características mentales de las personas violentas y de las personas pacíficas.


Existe una pérdida de valores espirituales, morales, familiares, afectivos, etc. y existe una competencia despiadada y escasas oportunidades laborales, lo cual genera angustia y frustración. En estas circunstancias surge la violencia, como reacción desesperada. Las consecuencias ya las conocemos.


La automatización de la mente como consecuencia del predominio de la técnica sobre lo humanístico, conduce a la pérdida de la sensibilidad humana, moral y espiritual y al incremento de las conductas instintivas.


Existen numerosos videojuegos que estimulan la violencia y programan la mente de los niños para que sean insensibles y violentos. El día de mañana se verán las consecuencias, porque, como dice el refrán: "El que siembra vientos, cosecha tempestades"


"Puesto que las guerras comienzan en las mentes de las personas, es en las mentes de las personas donde tenemos que erigir las murallas de la paz". Estatutos de la UNESCO.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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