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Editorial 507

 


El valor de la experiencia

 

Se entiende por experiencia el conocimiento real de las cosas, adquirido por observación, por práctica o por haberlo vivido. Al principio la experiencia es elemental; crece con la práctica y puede terminar por convertirse en sabiduría de la vida.


Las ideas son la raíz de toda creación pero necesitan convertirse en realidad a través de la acción eficaz, es decir, de la experiencia.

La experiencia es necesaria para triunfar en cualquier aspecto de la vida. Todas nuestras conductas y nuestras creaciones se basan en la experiencia adquirida. Cuanto más perfecta es la experiencia, mayor es la calidad de nuestras acciones.

Existen muchas clases de experiencias:


La experiencia física se relaciona con el cuerpo y con los sentidos. Nos ayudan a tener una percepción objetiva de las cosas, a manejarlas con habilidad y eficacia y a movernos con facilidad en el mundo que nos rodea.


La experiencia intelectual se relaciona con el conocimiento de las ideas y el dominio de la lectura, del estudio, del razonamiento, de la creatividad, etc. La calidad de estas experiencias determina el éxito en muchos aspectos de la vida.


La experiencia afectiva es la base de la vida psíquica. La afectividad abarca todas las reacciones de carácter emocional. La afectividad necesita ser desarrolladas por medio de estímulos positivos. Las experiencias afectivas positivas son la base de la salud mental, del bienestar y de la felicidad.

La experiencia social ayuda a conocer el comportamiento de las personas, a adaptarse y a convivir.


La experiencia moral se basa en el manejo de los conceptos bueno y malo, lo cual no es fácil en una sociedad materialista en la que pesa demasiado el relativismo moral.

Para tener experiencia moral es necesario tener una conciencia sensible e ilustrada que permita juzgar entre el bien y el mal y sentir las consecuencias de actuar bien o de actuar mal.
La experiencia moral es un sentimiento interno de bienestar, cuando se actúa bien, y de culpa y remordimiento, cuando se actúa mal.

La experiencia espiritual parte de un encuentro del hombre con Dios y también con las personas. Se trata de una experiencia íntima que da luz y sentido a la vida. Cada persona puede encontrarla dentro de su religión e inclusive fuera de las religión.


Todas estas experiencias enriquecen a la persona y le ayudan a vivir de forma más plena.

 

Cómo adquirir experiencia

Nadie sabe lo que es el hambre, el dolor de muelas, la humillación, la cárcel o la traición, hasta que no lo sufre en carne propia. Así como tampoco sabemos lo que es el amor, la paz o la felicidad hasta que no lo experimentamos.


Sólo aprendemos a valorar las cosas cuando las perdemos; por esta razón, nadie valora tanto la vida como el que ha estado a punto de morir. Nadie valora tanto un trabajo como quien queda en el paro. Ningún pueblo valora tanto la libertad como el que la recupera después de años de sometimiento y tortura.


Sólo el que ha llorado comprende las lágrimas de los demás y sólo el que ha padecido necesidades comprende las necesidades de los demás. Tal vez, por esta razón, la gente pobre tiene mayor sensibilidad humana y comparte con los demás lo poco que tiene; lo cual no indica que sea necesario experimentar la miseria para ser sensible y solidario.


Todos pasamos por circunstancias felices y dolorosas que nos enseñan el valor de las cosas. El problema está en que no tomamos conciencia ni experiencia de las experiencias felices para conservarlas y de las dolorosas para evitarlas. Por esta razón siempre cometemos los mismos errores. Es bueno reflexionar sobre lo que nos acontece y aprender a ser sabios desde temprana edad.


En realidad, las cosas de la vida sólo adquieren verdadero valor cuando las juzgamos a través del tamiz de la experiencia. A medida que pasan los años, las personas aprenden a valorar las cosas en su justa medida y se liberan de ideas, prejuicios, compromisos sociales y de otras muchas cosas inútiles que traen de cabeza a la gente.


El mayor obstáculo para adquirir experiencia se debe a que apenas nacemos, nos alienan con cantidad de normas y exigencias sociales, que poco o nada tienen que ver con nuestras verdaderas necesidades. Reprimen la espontaneidad y la creatividad, nos saturan de consejos inútiles, nos llenan de angustias, temores y prejuicios, y luego nos someten a un aprendizaje complicado, desagradable, angustioso y poco útil para la vida.


Desgraciadamente, los padres no tienen conocimientos de psicología ni de pedagogía para educar a sus hijos; por lo cual, los hijos deben enfrentar la vida con un pobre bagaje de conocimientos. Todo sería más fácil si los padres proporcionaran un buen manual de ruta.

Los seres humanos consideramos que algo es normal, cuando se ajusta a la norma, a lo común. Por esta lógica, es normal casi todo lo que ocurre en el mundo. Dadas las circunstancias, es normal que haya ignorancia, pobreza, corrupción, delincuencia, asesinatos, etc.


Hace años, cuando asesinaban a una persona se generaba una conmoción social. En la actualidad, asesinan a más de 20.000 personas al año y la sociedad lo acepta de forma pasiva; es decir, se ha convertido en algo normal. Sin duda, la sociedad, en vez de reaccionar, adormece su conciencia. Esta es una forma de incrementar la alienación personal y social. Lo que prueba que, la experiencia sirve de poco si no va acompañada de la toma de conciencia y de las acciones correspondientes.


Cada persona adquiere experiencia de la vida a través de sus ideas, sentimientos, valores, creencias y vivencias. Cada persona es un mundo, y vive de acuerdo a su estado interno; por esta razón, la experiencia es personal e intransferible.


Podemos ser autodidactas y aprender poco a poco. Podemos aprender a evitar errores viendo el fracaso de los demás, pero, por este camino nunca llegaremos al éxito.


Teniendo en cuenta que nuestra capacidad es limitada y que el tiempo da para poco, lo más sabio es aprender de la experiencia de los que ya son sabios y exitosos.


La experiencia es un hábito que se perfecciona con el entrenamiento adecuado; por tanto: Tú dependes de la calidad de lo que haces.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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