Editoriales

Editorial 476

 


Premios y Castigos

 

El mayor premio es la vida y la salud física y mental y después el desarrollo, la libertad y la felicidad.

 

Cuando un hijo tiene satisfechas estas necesidades fundamentales es feliz y necesita de pocas cosas; sin embargo, en la actualidad, los hijos sufren de muchas carencias y tienen necesidad de muchas cosas para llenar el vacío interno y para satisfacer tantas necesidades creadas.


No premies con regalos el cumplimiento de sus deberes porque, además de corromper su conciencia, le privas del placer del deber cumplido y no llenes su vida de cosas ni su mente de necesidades porque, el día de mañana, será esclavo de las cosas y tendrá dificultad para valorarse como persona.

 

Los adultos estamos acostumbrados a ver sólo el lado infantil de los niños y a premiarles con dulces o juguetes y olvidamos que tienen un Padre, un Adulto y un Niño internos que también necesitan ser premiados.

 

¿Cómo premiar al Padre interno del niño?
Ayudándole a comprender que sus principios y valores son válidos.

 

¿Cómo premiar al Adulto interno del niño?
Estimulándole, orientándole, ayudándole a ser más inteligente y a lograr éxito, autosuficiencia y libertad.

 

¿Cómo premiar al Niño interno del niño?
El mayor premio es la acción creativa libre en sus diversas manifestaciones (juego, deporte, paseos...)
El sentirse querido, valorado y respetado.
El sentirse protagonista de su propia vida.
El saber que está en el camino del éxito.
Por tanto, en adelante, más que pensar en premios materiales, utiliza formas superiores de premiar. La autoestima, el éxito y la felicidad son premios permanentes.

 

 

Castigos

 

Cuando un hijo funciona de acuerdo al sentimiento “Yo estoy bien ” hará todo lo que sea necesario para confirmar y mantenerse en este sentimiento; pero si su sentimiento vital interno es “Yo estoy mal ”, entonces, hará todo lo necesario para justificar su estado interno de “Yo estoy mal”, soy un inútil, etc.

 

Por tanto; más que pensar en aplicar castigos, hay que trabajar en aclarar la mente propia y la del hijo para eliminar toda conducta aberrante de ambas partes. Los castigos no resuelven nada. Sólo sirven para reprimir y ocultar el problema; y, un problema no resuelto tiende a complicarse.

 

Todos somos hijos de una sociedad represiva. Estudios realizados indican que, a nivel del mundo, de 10 mensajes que reciben los hijos, provenientes de los padres, de la escuela y de la sociedad, 9 son represivos de alguna forma. Todos hemos sido programados para ser los represores de nuestros hijos, quienes a su vez son programados para ser los represores de sus hijos.

 

Hay que comenzar por admitir que, en general, un hijo problema tiene unos padres problema o por lo menos, unos padres que no han sabido estimularle.

 

El castigo se basa en el uso del temor, de la represión, de la fuerza, de la amenaza, de la acusación, de la culpa. Esta conducta hiere la dignidad de la persona y genera temor, resentimiento y agresividad. En adelante el hijo recurrirá a la astucia y a la mentira para defenderse y, cuando sienta que tiene poder, recurrirá a la violencia.

 

Los niños de hoy están dispuestos a aguantar toda clase de castigos con tal de hacer valer sus derechos. Esta realidad exige de los padres conductas lógicas y oportunas.

 

El castigo es una demostración de la incapacidad de los padres para educar; sin embargo, a veces será necesario; en estos casos, es recomendable dar una explicación clara y lógica. El castigo debe ser corto, proporcional y oportuno; debe invitar a la reflexión. Por ejemplo, privarle de algo que le gusta; sentarle en una silla durante cinco minutos para que reflexione sobre las consecuencias de su conducta.

 

La finalidad del castigo no es herir ni humillar, sino invitar a la reflexión y a la rectificación. A un hijo se le puede exigir y hasta castigar, pero jamás se le puede humillar ni dañar su dignidad. El respeto y la dignidad son patrimonio del alma, por tanto, son intocables y quienes no los respetan se convierten en criminales, porque, si es crimen atentar contra el cuerpo, mayor crimen aún es atentar contra el alma.

 

Debido al mal uso de la autoridad y al uso abusivo del castigo hay millones de personas que llevan una herida mortal en el alma.

 

Lo que más hiere no es el castigo en sí sino la injusticia del mismo y la actitud de ira por parte de los padres. En este caso, el castigo se convierte en venganza y desencadena en el hijo los peores sentimientos en contra de los padres.

 

El castigo proviene del Padre interno herido, debido a que se han quebrantado sus principios, su autoridad. El castigo hiere el sentimiento del niño. En esta situación debe intervenir el Adulto, es decir, la parte lógica, para hacer comprender al Padre que la ley es importante pero no se puede imponer de forma autoritaria. La ley sólo tiene sentido si enseña al Niño a adaptarse a la realidad de la vida para sobrevivir.

 

Cuando el hijo no cumple se debe a que no sabe, no puede o no quiere. Si no sabe hay que enseñarle; si no puede, hay que ayudarle; y, si no quiere, hay que convencerle; en consecuencia, el castigo no es la respuesta.

 

Es necesario establecer unas reglas de juego lógicas, justas y oportunas, de modo que, cuando las quebrante, se apliquen automáticamente las consecuencias. De este modo se evita la confrontación entre padres e hijos.

 

Separar la culpa de la persona. Se castiga la culpa pero se respeta la dignidad de la persona.

 

Cuando el hijo no cumple con sus responsabilidades normales se debe a que vive programado con el mensaje “Yo estoy mal ” lo que equivale a no me aman, no valgo, no puedo. Este sentimiento tiene bloqueados los mecanismos de desarrollo. Es indispensable trabajar el aspecto emocional para cambiar el mensaje y llegar al “Yo estoy bien”. Sólo entonces podrán cambiar las cosas.

 

Por tanto; libera a tu hijo del temor, de la culpa y de la angustia porque, mientras viva bajo estas amenazas vivirá a la defensiva y estará incapacitado para pensar y para rectificar.

 

Muchos hijos son irresponsables, rebeldes, etc. Estos comportamientos no son intencionales. Nadie desea, de forma consciente, ser irresponsable o rebelde, porque sabe que este comportamiento conduce al fracaso. Estos comportamientos son reacciones inconscientes de supervivencia. Son una forma de llamar la atención, de pedir ayuda, porque se sienten mal; pero los adultos no lo entienden así y recurren al castigo. El castigo sólo sirve para embrutecer y crear personas cobardes y resentidas.

 

Aplica el método de las consecuencias lógicas.

 

Se trata de ayudarle a entender que existen leyes y normas que se imponen porque son lógicas y necesarias y que el quebrantamiento de las mismas acarrea automáticamente consecuencias desagradables, por lo cual, lo más inteligente es cumplir con el deber.

 

Es conveniente establecer unas reglas básicas para que el hijo sepa a qué atenerse y asuma las consecuencias de sus actos. Los padres no pueden ser vigilantes, ni jueces ni castigadores. Cada hijo debe saber cómo actuar.

 

¡Ojo!. Si el comportamiento que tiene el hijo no produce caricias positivas (atención, reconocimiento...) entonces recurrirá a conductas negativas para llamar la atención. Esta es una de las razones por las que, en forma pedagógica, el castigo refuerza la conducta que queremos corregir. Con frecuencia el hijo busca inconscientemente el castigo, como forma de llamar la atención. Prefiere el castigo a quedar en el olvido.

 

Toda persona necesita cierta cantidad de caricias (afecto, estímulo, reconocimiento...) para crecer. Las caricias tienen gran poder terapéutico, capaz de cambiar las conductas indeseables.

 

 

Utiliza la ley de la abundancia

 

Da a cada persona las caricias positivas que merece. (Estímulos, reconocimiento)
Acepta caricias positivas (reconocimiento...), sé humilde y receptivo.
Pide a la gente y a la vida las caricias que necesitas y te mereces.
Date caricias positivas (valórate, prémiate, felicítate) Rechaza todo mensaje destructivo (quejas, críticas...)

 

El mayor castigo es la falta de caricias que es como decirle al hijo: “Tú no existes, tú no vales...” Este sentimiento reduce la autoestima al mínimo y es causa de una sensación inmensa y constante de fracaso y de frustración. Esta pobre imagen de sí mismo hace difícil el desarrollo y la adaptación, por lo cual, el hijo se verá obligado a vivir siempre a la defensiva. Será inmaduro, incapaz e irresponsable, no por voluntad propia, sino por causa de unos padres que desgraciaron su infancia y con ella, toda su vida.

 

Aquí no estamos juzgando y menos aún, condenando a los padres; porque los padres también son víctimas de una educación represiva que recibieron de sus mayores. Sólo estamos haciendo una llamada de atención para que, los que puedan rectificar lo hagan a tiempo.

 

Hay que enseñar a los hijos a tomar conciencia de los objetivos importantes de la vida por los que vale la pena luchar.

 

Muchos padres utilizan la amenaza y el castigo en forma habitual de modo que el hijo vive siempre a la defensiva y tiene dificultades para actuar por conciencia.

 

Cuando el hijo recibe un castigo siente que con él saldó su culpa y no reflexiona acerca del daño que se está causando.


Cuando tu hijo comete un error, él lo sabe y lo más probable es que esté molesto consigo mismo, por lo cual, no es el momento para corregirle porque su espíritu está contrariado y no escucha razones. Espera que baje la tensión. Sé oportuno.

 

En la relación con tu hijo de poco te vale tener la razón; lo importante es lograr que tu hijo la entienda y la acepte.

 

Luis ha aplazado varias materias y espera, como es habitual, el castigo. En el fondo de su corazón desea que su padre no regrese a casa pero a la vez quiere que llegue lo antes posible para que le castigue y así salir rápidamente de la angustia. Con el castigo pagará la deuda y volverá la paz a su espíritu.

 

Pero su padre ha buscado orientación y el psicólogo le ha dicho “Si castigas a tu hijo, creerá que cumpliendo con el castigo salva su responsabilidad y no tomará conciencia de su problema. No le castigues, déjale con su culpa, con su angustia y con su responsabilidad.

 

Esta fórmula ha resultado. Ahora, Luis está consciente de que tiene que enfrentarse a la vida y para ello debe poner a funcionar lo mejor de sí.


Las obligaciones y la disciplina son necesidades de supervivencia y, por tanto, su imposición no puede ser considerada como castigo.

 

Crea hábitos para que las cosas resulten más fáciles y agradables y, sobre todo, ayúdale a comprender lo maravillosa que es la vida cuando se funciona de forma correcta.

 

 


Recomienda Este Editorial
 
    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

comments powered by Disqus