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Editorial 461

 


Paciencia, paciencia, paciencia

 

Hace muchos años, el entonces presidente de Brasil, José Sarney, visitó Venezuela y en una entrevista televisada le preguntaron: ¿Qué consejo daría a los venezolanos?

_ Paciencia, paciencia, paciencia, fueron sus palabras. En aquel momento pensé: Qué falta de creatividad. Hoy, a más de 30 años de distancia, comprendo la sabiduría que encerraban sus palabras.

Con sólo paciencia no se resuelvan las cosas, pero sin paciencia no se resuelve nada.


No hay que confundir paciencia con pasividad ni con permisividad. La paciencia es la capacidad de entender el ritmo de las cosas y de respetar la libertad de las personas, de aceptar que todo tiene un proceso y las cosas se van dando poco a poco. Lo importante es crear las condiciones para que las cosas evolucionen y se den en su momento.


Cuántos fracasos, cuántos divorcios y cuántos problemas se habrían evitado si las personas hubieran tenido un poco más de paciencia. Todos conocemos muchas personas que se lamentan de haberse dejado llevar por las emociones y haber destruido en un instante la labor de toda su vida.

Los jóvenes son impulsivos. La impulsividad no deja lugar a la reflexión, por lo cual cometen más errores de la cuenta. A medida que maduran, disminuye la impulsividad, aumenta la paciencia y con ella la reflexión y el acierto en sus decisiones.


La paciencia es una característica de las personas maduras. Es una forma de perseverancia y de fortaleza que termina por derribar toda clase de murallas y lograr objetivos importantes. Una de las cosas que recordamos con más admiración y agradecimiento de nuestros padres y de algunos profesores es la paciencia que nos tuvieron.


La prisa, la angustia y el estrés son enfermedades de los tiempos modernos. Los psicólogos y los médicos se esfuerzan para encontrar terapias y medicinas que resuelvan el problema, pero las enfermedades siguen creciendo como la plaga.


En realidad, las personas no necesitan terapias ni medicinas, lo que necesitan es disminuir el ritmo de su vida. Necesitan paciencia, mucha paciencia para que surja la reflexión y las personas encuentren el sentido de su vida.


Cada persona tiene que elegir entre vivir a un ritmo propio o entrar en el ritmo de la vida y dejarse manejar como marionetas a voluntad o a capricho de los demás o bien de las circunstancias.


Las personas aducen que la sociedad manda y que es imposible sustraerse a su dinámica. Esto es cierto sólo en parte. Es cierto si tenemos en cuenta que las personas han sido educadas para el sometimiento, pero no es cierto si pensamos que las personas tienen inteligencia y libre albedrío y pueden reaccionar cuando así lo decidan.


La paciencia sólo es posible cuando existe control sobre la propia vida. La paciencia es una cualidad o virtud que se adquiere con ejercicio. Es más fácil adquirirla cuando se comprenden los beneficios que produce.


La paciencia supone otros muchos desarrollos, tales como: fe, autoestima, seguridad, etc.


Las personas viven con una sensación de urgencia. Se multiplican los compromisos económicos, laborales y sociales, y, como no hay tiempo para cumplir con tantos compromisos y necesidades creadas, surgen la angustia, el agotamiento, el estrés y la frustración.

La falta de paciencia hace que nos aislemos de nuestro propio yo y que no tengamos tiempo para escuchar las voces que vienen de nuestro interior, ni para reflexionar sobre lo que ocurre en el mundo, ni sobre lo que ocurre en nuestra propia vida. Es una forma de alienación.


La falta de paciencia también nos impide ver y escuchar a los demás. Los cuales se convierten en seres extraños, carentes de valor y de interés.


La falta de paciencia no nos permite compartir ni intimar, de modo que, el desconocimiento mutuo y la indiferencia se van imponiendo en la sociedad.


Esta forma de vida es poco inteligente y poco efectiva, porque no deja tiempo para el objetivo fundamental de la vida. No deja tiempo para, sentir, pensar, amar, crear y y disfrutar de la -maravilla que es la vida. Sin el desarrollo de estos poderes, el ser humano se va devaluando, pierde su identidad y se convierte en una simple pieza del gran robot económico y social.


Paciencia, paciencia, paciencia. Tal vez estas palabras te parezcan fuera de la realidad, como me parecieron a mí hace más de treinta años. Espero que seas más inteligente que yo y no tengas que esperar treinta años para comprender su valor.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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