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Editorial 435

 


Qué es el pecado

 

Todo en la naturaleza se rige por leyes sabias. Si un día dejaran de funcionar estas leyes, el mundo se convertiría en un caos. Por la misma razón, el hombre se rige por leyes morales que están impresas en su naturaleza, las cuales se imponen porque son necesarias para garantizar el desarrollo personal y la convivencia social.


La finalidad de las leyes morales no es reprimir sino controlar los instintos y pasiones. Cuando las personas se alejan de las leyes morales se autodestruyen y se produce la anarquía y la desintegración social.

El pecado es una falta grave ocasionada por el quebrantamiento de una ley moral. Cualquier acción grave en contra del hombre es considerada pecado. Hoy se habla también de pecados modernos. Son considerados pecados modernos las acciones que afectan gravemente al ecosistema, la economía, la seguridad política o laboral, la salud física o mental de las personas, etc.

El objeto de la vida es el desarrollo y la felicidad, por tanto, se considera pecado toda acción u omisión que va en contra del propio desarrollo o en contra del desarrollo de las demás personas.
Aalgunas acciones son pecado porque son malas en su esencia. La mentira, el odio, la envidia, la corrupción, etc. son pecado, porque son acciones perversas que se oponen al desarrollo de la persona y al orden social que es un bien común.


Para los griegos, pecado se decía hamartia : "Fallo de la meta, no dar en el blanco". Se refería al hecho de vivir al margen de lo esencial debido a una actitud errónea.


El concepto de pecado tiene una connotación religiosa, debido a que a lo largo de los siglos ha sido la Iglesia la encargada de velar por la moral personal y social; sin embargo, hay que recordar que la humanidad ha funcionado con una moral natural durante miles de años antes de que existieran las religiones.


La moral es necesaria para el control de las personas, para la convivencia social y para supervivencia. Establece las reglas de juego para convivir en paz y para progresar.


No importa el nombre que demos a la falta (pecado, delito, violación, corrupción...) la realidad es la misma y las consecuencias también son las mismas.


Lo importante es entender que cada persona es responsable por acción o por omisión y que a cada quien le va en la vida de acuerdo a sus acciones, por lo cual, es fundamental evitar toda forma de pecado, porque, en definitiva, es una traición a sí mismo.


Para los filósofos antiguos, sólo los sabios podían ser virtuosos, porque conocían la verdad y el bien. Hoy, como ayer, es necesario conocer la verdad y el bien para actuar de forma correcta y "dar en el blanco" Pero la verdad y el bien son exigentes, por lo cual, muchas personas prefieren ignorarlos.


La mayoría de las personas piensan que Dios castiga el pecado. Es muy pobre el concepto que tenemos de Dios. Dios no es ningún vengador. En realidad, el pecado es una transgresión grave contra el funcionamiento correcto de la persona, cuyas consecuencias recaen cobre quien comete el pecado. Como las consecuencias no son materiales ni visibles, las personas no tienen conciencia del daño que se causan y creen que pueden ir por la vida pecando impunemente.


Los pecados cometidos (pequeños y grandes) se convierten en una deuda contraída con la vida. Dios puede perdonarnos y nosotros sentirnos perdonados, pero la vida no perdona y el daño causado a sí mismo y a los demás está ahí y la vida se cobrará por ello aunque las personas no se enteren de cuándo, dónde ni cómo se cobra, pues la Ley de Justicia exige que cada quien reciba lo que merece en atención a sus obras.


Si las personas conocieran el valor de la verdad y del bien y los beneficios que aportan, se esforzarían por conocer la verdad y el bien y por actuar correctamente; pero, muchas personas, debido a su escaso grado de evolución, se conforman con migajas de la vida y se limitan a ser mediocres, porque a ello se han acostumbrado.


"He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz". Jorge Luis Borges.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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