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Editorial 381



Decepciones de la vida

 

La palabra decepción significa desilusión, desengaño. El desengaño viene porque lo que pensamos o creemos no tiene nada que ver con la realidad. Los seres humanos nos engañamos y nos dejamos engañar. Construimos proyectos, amistades, ilusiones, esperanzas y expectativas, sin bases reales, de modo que, cuando se vienen abajo nos sentimos decepcionados.


Una decepción es la pérdida de una ilusión, de una esperanza, de un amor...


Todos hemos sufrido a lo largo de la vida muchas decepciones por confiar y por esperar ayudas y soluciones que nunca llegaron o llegaron tarde.


Es importante entender que, así como cada árbol procesa la savia y produce sus propios nutrientes, así las personas deben procesar su vida y producir sus propias soluciones. El conocimiento, el éxito, la libertad y la felicidad nadie nos los puede dar porque son una conquista personal.


Cuando sufrimos decepciones por parte de las personas, nos sentirnos traicionados, pero, mas bien, deberíamos sentirnos molestos con nosotros mismos, por ingenuos, por ilusos, por faltos de prudencia y de astucia. Es bueno confiar, pero también es bueno analizar y someter a prueba el valor de las personas. Si para construir tu casa, antes pruebas la consistencia del suelo, ¿Por qué para construir una amistad no pruebas antes la consistencia de las personas?


No se trata de desconfiar, se trata de conocer el terreno por donde caminas. El conocimiento te alejará de lo falso y te ayudará a tener amistades verdaderas. No puedes dejar tu destino en manos de nadie.

Cuando sufrimos decepciones por causa de nuestros propios fracasos se debe a que construimos castillos en el aire. La falta de bases reales nos lleva a vivir de falsas expectativas. Resulta absurdo pensar que podemos lograr grandes éxitos sin preparación, sin disciplina, sin responsabilidad y sin perseverancia.


Cuando entendamos esta realidad nos pondremos en acción y se reducirán las decepciones.


El fracaso es doloroso y para soportarlo las personas recurren a distintos mecanismos, uno de ellos es la fantasía, a través de la cual se crean falsas expectativas e ilusiones. La televisión vende ilusiones a granel. Lo más grave de esta situación es que las personas terminan por creer en sus falsas expectativas y se quedan a la espera de que se conviertan en realidad, en vez de capacitarse y crear las condiciones para que se den las cosas.


Otro mecanismo es la esperanza, la cual nos mantiene vivos, pues, aunque las cosas vayan mal, siempre existe la esperanza de que puede haber una solución. Y, cuando se pierde totalmente la esperanza, queda el instinto de vida. Si no fuera por la esperanza y por el instinto de vida, muchas personas se suicidarían. Sólo en Francia, el año pasado se suicidaron más de veinte mil personas por no saber superar las decepciones, y, en el mundo se suicidaron más de un millón de personas.
Todo se rige por la Ley de Causa y Efecto. Cada persona es causa de sí misma, a través de lo que hace y de la forma en que lo hace, y, a la vez, es efecto de sus propias acciones. Por tanto, cada persona es lo que hace de sí. Tiene lo que logra por su propio esfuerzo y sufre las consecuencias de lo que hace mal o de lo que deja de hacer.


Muchas personas buenas y responsables creen que hacen bien las cosas, hasta que, llega un día en que quedan decepcionadas. Entonces reflexionan y se repiten: "Si hubiera sabido. Si hubiera pensado. Si hubiera..."


Todos sabemos por experiencia propia y ajena, las decepciones que se dan todos los días, por lo cual, es nuestro deber: prever y protegernos de los posibles riesgos, mediante la capacitación y el control real de los aspectos fundamentales de nuestra vida; de modo que, a pesar de lo que nos hagan los demás, tengamos siempre una salida airosa.


Al final, las decepciones son lecciones que da la vida por delegar responsabilidades que no se deben delegar, por confiar en quien no hay que confiar, por esperar de las personas lo que hay que esperar de sí mismo, por no prever ni planificar las cosas como es debido, por engañarse a sí mismo o por dejarse engañar. Al final no importan las razones, las consecuencias son las mismas.
Podemos encontrar muchas razones para justificar las decepciones, podemos culpar a los demás, pero la culpa es nuestra por no prever, por no analizar las cosas, por dejar en manos de los demás nuestros intereses. En realidad la vida se rige por leyes y no le interesan justificaciones, simplemente, saca de circulación todo lo que no funciona bien.


La intensidad de la decepción depende

De la repercusión que tiene en la vida de quien la sufre. Hasta cierto punto todo es relativo. No es lo mismo que roben el vehículo a una persona rica que tiene la posibilidad de comprar otro de forma inmediata a que le roben a una persona humilde que no tiene posibilidad de comprar otro vehículo.
No es lo mismo la frustración de una persona que se divorcia pero está preparada para enfrentar la vida, a la frustración de una persona sin preparación y con hijos pequeños.


Ni es lo mismo la frustración de perder unas elecciones en las que no se juega nada importante que perder unas elecciones en las que se juega el futuro del país.

De todos modos, es fundamental la actitud positiva de las personas, su fortaleza mental y su resistencia a las frustraciones.


Las personas débiles y emocionales sufren más, debido a que, mentalmente están más desprotegidas y sienten la decepción como un desastre. Por suerte, la mente cuenta con mecanismos que le ayudan a recuperarse y a sanar las heridas.


Cómo evitar las decepciones y cómo lograr que no nos causen daños importantes

Lo grave no son las cosas que nos ocurren sino la forma en que reaccionamos antes ellas.


Las personas inseguras tienden a dramatizar las cosas y a ver sólo el aspecto trágico; mientras que, las personas seguras y asertivas reflexionan y encuentran otras alternativas que compensan la frustración sufrida. Es importante ver el aspecto positivo de las cosas. Si nos traiciona un amigo, podemos valorar el tiempo que hemos disfrutado de su amistad. Si nos chocan el carro, podemos pensar que es un mal menor comparado con el robo del mismo o con un accidente grave. No se trata de evadir las cosas, se trata de no sufrir por lo que no tiene remedio.


Cultiva el sentido de la realidad. Si quieres aprender, necesitas estudiar. Si quieres vivir bien, necesitas trabajar con inteligencia y perseverancia. Si quieres ser libre, necesitas ser autosuficiente. Si quieres ser feliz, necesitas producir tu felicidad.


Cuando no esperes nada de las personas, todo lo que te den lo sentirás como un gran regalo. De aquí el sabio refrán: "Haz bien y no mires a quién" Lo que significa: Da sin esperar recompensa.
Lo peor que puede hacer una persona es depender de los demás en cualquier aspecto, porque, tarde o temprano ese apoyo desaparece y todo se viene abajo.


El egoísmo, la envidia y la ambición son causa de muchas decepciones.


Entiende que las personas no son malas, pero son débiles e inconsistentes y tienen sus propios problemas, de modo que, compréndelas y sigue adelante.


Teniendo en cuenta que la incertidumbre es compañera inseparable de camino y que las decepciones están a la orden del día, es conveniente tener distintas alternativas de trabajo, de amistad, de supervivencia... Cuando las personas se sienten capaces y seguras dependen poco de los demás y están curadas contra las decepciones.


Es importante aprender a ver el lado positivo de las cosas, de las personas y de las decepciones. Toda decepción te indica que habías construido sobre falso. No te culpes, sólo saca la lección y sigue adelante.


Las decepciones pueden ayudarnos a ser más objetivos, a planificar mejo la vida y a crecer, o bien, pueden hundirnos, si somos inmaduros e inconscientes.


La única decepción que puede hundirnos es la decepción de uno mismo. Esta decepción se produce cuando las personas pierden la dignidad, la autoestima, los valores y la razón de ser, de luchar y de vivir.


Finalmente, no culpes a los demás por las decepciones que te causan. La culpa es tuya por no saber elegir, por no estar atento, por no hacerte respetar...


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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