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Editorial 332

 


La desgracia de ser pobre

 

Llegamos a este mundo desnudos, sin nada. Llegamos a casa de un ángel a quien llamamos madre, que velará por nosotros y nos defenderá hasta con su vida si es necesario. Hay otro ángel a quien llamamos padre que también velará por nosotros.


La mayor desgracia que puede ocurrirle a un ser humano es nacer en una familia pobre, no tanto por la pobreza económica sino por la pobreza humana, por la falta de fe en Dios, por la falta de principios y valores y por las carencias afectivas e intelectuales, pues, en estas condiciones los niños no pueden ser programados para el éxito ni para la felicidad.


Un niño que es educado con respeto y con amor, crece sano, espontáneo y sociable; tiene grabado en su mente un sentimiento de bienestar que le envía en forma constante mensajes de seguridad, de autoestima, de alegría, de motivación. El niño tiende a ser optimista, sociable y generoso; sabe ganarse el respeto y el apoyo de las personas y, en consecuencia, le irá bien en la vida.


Si, por el contrario, el niño no recibe suficiente afecto, respeto y valoración; si es criticado, reprimido o maltratado, entonces se graban en el subconsciente sentimientos de soledad, de temor, de impotencia y de angustia. Estos sentimientos aflorarán de muchas formas a lo largo de su vida y serán causa de mucha infelicidad.


La riqueza económica es importante para sobrevivir, progresar y desarrollarse como persona. La pobreza material hace a las personas esclavas del trabajo y no les deja tiempo, ni energía, ni interés, para desarrollarse como seres humanos completos.


La solvencia económica es fundamental para alcanzar una buena calidad de vida y una cultura superior; es decir, para evolucionar. Sin embargo, la solvencia económica no garantiza la calidad de las personas, a menos que vaya acompañada del desarrollo de valores.


La pobreza económica e intelectual no son las desgracias más graves. La mayores desgracias son la pobreza afectiva y la pobreza espiritual. Conozco muchas personas pobres e ignorantes que son felices, pero no conozco ninguna persona pobre desde el punto de vista afectivo y/o espiritual que sea feliz.


De modo que "la desgracia de ser pobre" tiene significados que van más allá de lo que habitualmente pensamos al hablar de la pobreza.


Cuando hablamos de pobreza nuestra imaginación nos lleva a áfrica o a las zonas marginales de las grandes ciudades (ranchos, miseria, hambre, suciedad...) Se trata de la pobreza física de un mundo que podemos ver, tocar, oler...) Todo esto se puede arreglar, la basura se puede recoger en camiones, etc. pero, qué hay de la basura emocional, moral y espiritual que abunda entre las personas de la otra parte del mundo pudiente y de la otra parte de la ciudad. Como esta pobreza no se ve, pasa inadvertida, pero está ahí, convertida en angustia, sufrimiento, fracaso, frustración, vacío.


La mayoría de las personas se sienten pobres porque

La mayoría de las personas se sienten pobres porque se evalúan de acuerdo al criterio de valoración establecido por la sociedad. Este criterio es material. Valora el dinero, el poder, la fama y la belleza. Los verdaderos valores, como son el conocimiento, la experiencia, la creatividad, la honestidad, la responsabilidad, la bondad no son tomados en cuenta porque no participan en el mercado de valores.


Si te guías por este criterio de valoración, serás pobre e infeliz, pero, si te guías por verdaderos criterios de valor humano como son: la salud, el desarrollo personal, los valores, la creatividad, la responsabilidad, la perseverancia, la honestidad y el espíritu de superación, serás rico y feliz.


Cierra los ojos.
Piensa que ya nunca volverás a ver.
Imagina por unos segundos cómo sería tu vida.


¿Cuánto estarías dispuesto a dar por recuperar tu vista?
Tu vista vale millones.


Tapa los oídos.
Imagina cómo sería tu vida si quedaras sordo.

¿Cuánto estarías dispuesto a dar por recuperar el oído?
Tus oídos valen millones.


Imagina cómo sería tu vida si quedaras paralítico.
¿Cuánto darías por poder caminar...?
Tu movilidad vale millones.


Imagina que necesitas un transplante de corazón para seguir viviendo.
¿Cuándo darías por un corazón?
Tu corazón vale millones.

Si estuvieras desauciado
¿Cuantos millones darías por vivir un año más?

Cada uno de tus órganos vale millones.
Tu cerebro vale millones.
Tus estudios valen millones.
Tu familia y tus amigos valen millones.
Tus sueños e ilusiones valen millones.

 

Multiplica esos millones por los años que has vivido y por los años que vivirás y saca la cuenta.
La pobreza económica duele en el cuerpo pero la otra pobreza duele en el alma.


Vistas las cosas así, tal vez deberíamos compadecernos más de los que tienen vacío el corazón que de quienes tienen vacío el estómago.


Vistas las cosas así, deberíamos pensar en lo privilegiados que somos por tener una familia que nos educó bien, que nos dio la fe, que nos dio amor, principios y valores.


Como es lógico, necesitamos luchar por dinero, pero tal vez nos sentiríamos más ricos en todos los aspectos si cambiamos el concepto de riqueza y aprendemos a valorar todo, todo lo que somo y tenemos, y nos esforzáramos por ser mejor persona.


Los seres humanos no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Si un día perdieras la vista, te darías cuenta de que vale más que un tesoro.


La gente juega a la lotería y se molesta porque no le toca. ¿De qué te serviría la lotería si al día siguiente te falla el corazón y tienes que gastar todo para sobrevivir? ¿Por qué no piensas que eres rico, que cada día te toca la lotería porque amaneces vivo, tienes un cerebro que funciona bien, un corazón saludable, el hígado, la vista... puedes hablar, caminar... Si recuerda estas cosas cada día te sentirás muy rico.


Trabaja para ganar bien y tener buena calidad de vida, pero, sobre todo, trabaja por lograr esa riqueza interna que da plenitud a la vida, que forma parte de ti, que la puedes llevar contigo a donde quiera que vayas, y que, lejos de devaluarse, como pasa con todo lo material, se revalúa con el tiempo.


Era un pobre tan pobre que sólo tenía dinero.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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