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Editorial 330

 


Culpas del pasado y temor al futuro

 

Cada uno de nosotros recibimos un código moral a través de la educación. Se trata de una serie de reglas que debemos cumplir para ser aceptados en la sociedad y para lograr objetivos importantes. Este código moral sirve de poco si cada persona no lo internaliza.


Cada persona posee un código moral propio, de acuerdo a los criterios, principios y valores que ha recibido de sus padres y de acuerdo a la forma en que los ha cultivado a lo largo de los años.


Es importante que el código moral sea el correcto, pues, un código moral represivo y rígido, oprime a la persona y la vuelve insegura y cobarde, y, un código moral débil, la convierte en libertina, incapaz de controlar sus instintos y pasiones y de asumir sus responsabilidades.


El código moral se impone como algo indiscutible y obligatorio, y, cuando la persona lo quebranta surge el remordimiento. El remordimiento es una señal de alarma, algo así como la fiebre y el dolor, que advierten de que algo no funciona bien y es necesario rectifica.


El remordimiento en sí es bueno, porque no deja descansar en paz hasta que se rectifica. El remordimiento es el último recurso que tiene la conciencia para evitar que las personas se autodestruyan.


Muchas personas lanzan la moral por la borda y acallan la conciencia para vivir a sus anchas y sin remordimiento. Este error es el mayor crimen que puede cometer una persona contra sí misma, pues el remordimiento es el último sistema de defensa con que cuenta la persona; una vez quebrado este sistema, la persona queda a la deriva, sin ley y sin control...


Algunos piensan que es preferible vivir sin ley y sin control que vivir con remordimientos. El problema está en que, nadie puede acallar su conciencia. Podemos evadirnos y aturdirnos de muchas formas, pero la conciencia que antes nos advertía a través del remordimiento, ahora lo hace a través de un vacío existencial insoportable, por medio del cual nos invita a rectifica. Pero muchas personas son tan inconscientes y absurdas que, a pesar de que cada día se hunden más en el fracaso y en la frustración siguen adelante en vez de rectificar.


Cómo vivir sin remordimientos

El deseo de todo ser humano es triunfar y ser feliz, para lo cual es necesario hacer bien las cosas. Esto lo sabe todo el mundo. Es algo tan lógico que no necesita explicación.
Entonces
¿Por qué hay personas que triunfan y son felices y otras que fracasan y son infelices?

 

Con excepción de un porcentaje mínimo de personas especiales, todos los demás llegamos a esta vida con un código genético similar y con un cerebro similar, la diferencia está en la programación que recibimos en el hogar y en el uso que hacemos del libre albedrío.


Las personas que triunfan no son necesariamente más inteligentes que los demás, ni las personas que son felices nacieron con dotes especiales. Son las actitudes y las decisiones que tomamos las que nos definen como personas.


No hay que lamentarse, ni culparse, ni tener remordimientos por lo que hemos hecho en el pasado.

 

En cada momento hemos hecho las cosas lo mejor que hemos podido, dadas las circunstancias, inclusive cuando las hemos hecho mal. Lo bueno y lo malo que hemos hecho, forma parte de nuestra vida y debemos asumirlo y seguir adelante.


Lo mejor que podemos hacer en vista de la experiencia que hemos adquirido, es programar mejor el futuro y convertir nuestros sueños en realidad.


No te juzgues severamente. Perdónate y perdona a quienes te han causado daño, y nunca es tarde para pedir perdón y para agradecer.


¿Cómo superar el temor al fututo?


El futuro no existe; hay que soñarlo, diseñarlo.


El futuro ofrecerá más oportunidades para crecer, pero también tendrá más riesgo de fracaso y de frustración. Esto significa que cada día el ser humano debe ser más consecuente, porque la irresponsabilidad traerá consecuencias más dolorosas.


La pregunta que se hacen todos es: ¿Cómo me irá en el futuro?


Cuenta una leyenda persa que a la orilla del camino que conducía de Nínive a Arbela vivía un anciano cuya fama se extendía por todo el reino. Unos decían que era un santo, otros que era un sabio y otros que era adivino.
Acertó a pasar por el camino un joven. Su caminar era lento y su mirada triste.
_ Dime anciano, ¿Cuál será mi futuro?
_ Dime joven, ¿ Cómo te ha ido en Nínive?
_ Mal. La gente es egoísta, poco amistosa...
_ Amigo. En la ciudad de Arbela te irá mal, porque la gente es egoísta.
En efecto, todo ocurrió como el anciano le había dicho.

Poco después llegó otro joven. Era un joven de paso ágil y mirada alegre.
_ Dígame señor. ¿ Cuál será mi futuro?.
_ Respóndeme joven. ¿ Cómo te trató la gente de Nínive?
_ Bien. La gente ha sido amable, hospitalaria...
_ Amigo, en Arbela y en las demás ciudades que visites, la gente te tratará bien y encontrarás trabajo y amigos. Y ocurrió exactamente como dijo el anciano.

 

¿ Qué piensas del anciano. Era un sabio, un santo o un adivino?

A decir verdad era un anciano con gran sentido común, para quien la vida es como un espejo que nos devuelve nuestra propia imagen. Cada uno recibe lo que siembra. Los demás reaccionan hacia nosotros de acuerdo a como los tratamos; por tanto, cada uno es la causa de sí mismo, porque en última instancia cada uno es responsable de lo que le ocurre.


La vida es un gran teatro y cada persona está obligada a desempeñar un papel. Puedes elegir el papel de rey, de villano o de bufón. Muchos, abrumados por sentimientos de indignidad eligen papeles irrelevantes, de modo que pasan la vida sin pena y sin gloria. Otros eligen un papel protagónico y triunfan a lo grande. Para triunfar en el teatro de la vida no se necesitan cualidades especiales, lo importante es identificarse con el personaje elegido; luego, la mente se programa para actuar con éxito.


Elabora un proyecto de vida valioso y motivador, piensa en él con fe y con amor y tu cerebro encontrará la forma de llevarlo a feliz término.


El futuro es la casa de los sueños y de la esperanza. El temor al futuro mata los sueños y la esperanza y sin ellos, el hombre es un barco a la deriva. Así que, visualiza un futuro exitoso, luego sueña, trabaja y espera, seguro de que te acontecerá lo mejor.

Es maravilloso levantarse cada día y ver que la vida nos ofrece otra oportunidad. Vive intensamente cada día como si fuera el último de tu vida. Ama, ayuda, perdona y disfruta cada día, porque mañana tal vez sea tarde.


Sé feliz. Si no eres feliz, algo anda mal. Necesitas rectificar.


Te recomiendo leer todos los días algún tema de desarrollo humano, pues, la sociedad genera mucho desgaste moral y espiritual. Cuando te sientas fortalecido por dentro se reducirán o desaparecerán los remordimientos y los temores.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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