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Editorial 310

 


El dinero va y viene, el tiempo sólo se va

 

Una de las cosas que más me hace reflexionar sobre lo efímero de la vida es cuando veo un pueblo abandonado e invadido por la vegetación o cuando contemplo las ruinas de ciudades que un día fueron poderosas y hoy sólo son tristes recuerdos de sus pasadas glorias.


La historia es testigo de que el tiempo se va llevándose consigo todo lo que existe. Sin embargo, los seres humanos nos agarramos a la vida y a las cosas como si fuéramos a vivir eternamente. "El ser humano no concibe la muerte de sí mismo; sólo concibe la muerte de los demás".

Los niños y los jóvenes derrochan el tiempo porque sienten que les queda una eternidad por delante. Para los niños y los jóvenes los días son muy largos y dan para mucho; pero, a medida que pasan los años el tiempo se acelera, y, cuando vienes a darte cuenta estás en la recta final. De aquí la importancia de aprender a invertir el tiempo desde niños de forma útil y placentera. Es importante disfrutar cada momento y no postergar la felicidad para mañana.


Aunque el tiempo se va, llevándose todo lo que amamos, hay algo que no puede arrebatarnos, son los recuerdos y el afecto de los seres queridos. Tampoco puede llevarse las experiencias vividas, las ilusiones y esperanzas y las buenas obras realizadas.


De todos modos, es triste y doloroso el tener que renunciar a tantas promesas de éxito y de felicidad que ofrece el futuro pero nuestra vida tiene un límite. Por eso, debemos aprender a vivir con intensidad el tiempo que nos da la vida para realizar todos nuestros sueños.


La prisa y el estrés en que vive la sociedad es un intento vano por ganarle al tiempo que al final genera más angustia y preocupación.


El tiempo es relativo, es sólo una dimensión física. Los seres humanos estamos acostumbrados a medir la duración de la vida en tiempo cronológico. Pero la vida tiene también una dimensión psíquica y una dimensión espiritual. En estas dimensiones el tiempo no se mide por la duración cronológica sino por la intensidad de los fenómenos vividos. Un minuto de conciencia profunda, de relación íntima, de conexión con instancias supremas, es suficiente para dar un valor total y un sentido de plenitud y de trascendencia a la vida. Las personas que han alcanzado estas experiencias cumbres así lo atestiguan. De modo que lo importante no es cuánto vives sino cómo vives.


Las personas realizadas, en vez de lamentarse por el tiempo que se va de forma inexorable, sienten un agradecimiento inmenso por la vida, por toda la felicidad y el amor vividos. Se despiden de la vida, como el marinero después de navegar todos los mares del mundo:

De pie, firme y sereno,
el marinero,
curtido de mar y de años,
desde la proa del barco,
se despidió de la vida,
llevándose en el alma
el mar,
las estrelladas,
y el cielo.

 

No podemos detener el tiempo pero sí podemos dar un valor infinito al tiempo que vivimos.
Piensa que estás al final de tu existencia. ¿Qué desearías haber hecho en tu vida?


Escríbelo, grábalo en tu mente y vive de acuerdo a lo que has escrito. Si lo cumples, a medida que pasen los años habrás hecho tantas cosas importantes y maravillosas que te parecerá que has vivido una eternidad.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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