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Editorial 289

 


Cómo orar

 

Orar es conversar con Dios. Es una forma de contemplación. Es un estado espiritual. No se trata de rezar mecánicamente, sino de conversar con Dios amorosamente como se conversa con una persona amada (agradeciendo, pidiendo perdón, suplicando, confiando. La oración establece una comunión...)


Como es lógico, la oración y la contemplación están reñidas con la prisa, la angustia, el estrés, con el materialismo, la hipocresía y con toda clase de vicios, porque estas circunstancias impiden a la persona encontrarse con ella misma para luego trascender a un nivel de concentración relajada en el cual es posible la contemplación y la comunión con Dios.


Para poder orar no se necesita ser culto, ni perfecto, pero sí es necesario ser humilde, reconocer las propias debilidades y ser honesto y limpio de corazón.


En el fondo, todas las personas desean ser buenas, porque todo ser humano lleva impreso en su interior el impulso a evolucionar y a crecer como persona; pero muchas personas han sido mal programadas y tienen dificultades para reconocer y seguir la verdad; otras, están atrapadas en problemas y necesidades y no tienen tiempo ni interés en superarse; otras evitan a Dios porque tienen miedo a encontrarse con él debido a su mala conciencia o al concepto negativo que tienen de Dios. Pero también hay muchos seres humanos, más de los que te imaginas, que creen, que oran y se esfuerzan cada día por ser mejores personas y por ayudar a los demás. Tal vez no conocen las técnicas de la oración pero viven en contacto con lo trascendente y ésta es también una forma de oración.


A veces la oración consiste en admirar las bellezas y misterios de la naturaleza. Todos los días amanece. La salida y la puesta del sol son un espectáculo maravilloso, pero hemos perdido el sentimiento de la naturaleza y ya nada nos llama la atención.


Hace tiempo leí la historia de un condenado a la silla eléctrica en los Estados Unidos. El preso pidió al carcelero que el día de la ejecución le permitiera salir al patio al amanecer para contemplar la salida del sol. Cuántos recuerdos y emociones debieron pasar por su mente. Cuántos amaneceres había pasado por alto en su vida, pero ahora, cuando se agotaban todas las esperanzas, se dio cuanta del espectáculo maravilloso que es el amanecer.


Tal vez ésta fue su última oración a Dios, porque es posible que nunca aprendiera a rezar o se olvidara de rezar, pero seguro que Dios entendió que el deseo de contemplar el amanecer era una forma de encontrarse con él. Y, podemos estar seguros de que Dios vino al encuentro de su alma, pues, si tenía culpas, ya las había purgado con veinte años de cárce y con la angustia de vivir con la idea de que, en cualquier instante, podía llegar el el momento fatal.


Existen muchas formas de orar. Orar no es sólo rezar. Todo lo que hacemos por aprender y progresar podemos convertirlo en oración si lo ofrecemos a Dios.


La mejor forma de orar es agradecer. Cuando agradeces despiertas en tí los mejores sentimientos. Cuando agradeces a una persona despiertas en ella el deseo de seguir ayudándote, lo mismo ocurre con Dios.


Cuando agradeces por la vida, por tener trabajo, por tener familia y amigos, por tener salud, eso también es orar. Cuando te alegras del éxito de los demás, eso es orar. Cuando eres honesto y haces las cosas con responsabilidad es una forma de orar. Cuando saludas a la gente con cariño y respeto, deseándoles, desde el l fondo de tu corazón que les vaya bien, eso es orar. Cuando te compadeces de las personas que sufren, eso es orar. Cuando perdonas de corazón a quienes te critican u ofenden eso es orar.


La mejor forma de orar no es pedir sino agradecer y dar a Dios y a los hombres lo mejor de ti.

 

Es importante rezar las oraciones que contienen los principios teológicos fundamentales con el fin de fortalecer la fe, pero es más importante despertar el sentimiento religioso que ayuda a asentir constantemente la presencia de Dios en la propia vida, en las personas y en todo lo que nos rodea. A partir de ahí, todo lo que hagas, tendrá un sentido de oración. No te exigirá ningún esfuerzo y te proporcionará mucha paz y satisfación.


El poder de la oración radica en que activa las mejores energías de la mente y se convierte en decreto. Dijo Jesús: "Si tuviereis fe como un grano de mostaza , diréis a este monte: Muévete de aquí para allá, y se moverá; y nada os será imposible” Mateo 17, 14 a 20. Se entiende que Cristo hablaba en parábolas y se refería a las dificultades reales de la vida.


El problema por el cual la gente no logra superar las dificultades de la vida a través de la fe, se debe a que su fe es muy débil. ¿Cómo te explicas que la madre Teresa de Calcuta lograra realizar una obra tan inmensa en la India, sin publicidad, sin medios económicos, en contra de gran parte de la sociedad indú y con la oposición de numerosos movimientos religiosos fanáticos? Una mujer, en apariencia insignificante, tuvo más poder que todas estas fuerzas juntas, porque su fe era inmensa, y, en consecuencia, emitía una vibración poderosa que sometía a todos los que intentaban oponerse a su obra.

"Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen a la puerta y les abrirán.
Porque el que busca, halla; el que pide, recibe; y al que llame a la puerta, le abrirán.
¿Quién de ustedes es capaz de darle una piedra a su hijo, si les pide pan; o una culebra, si les pide pescado?
Si ustedes, que son malos, dan cosas buenas a sus hijos, con mayor razón el Padre que está en los cielos dará cosas buenas al que se las pida"

 

Estaba orando Jesús en cierto lugar y cuando acabó, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanmos a orar como Juan Bautista enseñó a sus discípulos" Y Jesús les dijo:
"Cuando oreis decid:
"Padre, santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad;
danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestros pecados;
así como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación y líbranos de todo mal.

 

Esta oración además de bella es poderosa. En ella está contenida la esencia de toda la religión. Pero sólo tiene valor para quienes la comprenden en profundidad y la rezan con el corazón.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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