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Editorial 259

 


Cobardía

 

El ser humano es temeroso y cobarde por naturaleza. Teme todo aquello que desconoce o que escapa a su control. Por esta razón evita los riesgos, se resiste a los cambios y a todo lo que pueda poner en riesgo su seguridad.

Esta realidad hace que los seres humanos sean muy recortados en todos los aspectos, sean conformistas y se limiten a repetir todos los días las mismas conductas a sabiendas de que son ineficaces.


Por cobardía acepta abusos e injusticias. Por cobardía se vuelve complaciente con la injustica y tolerante con la corrupción. Por cobardía no emprende proyectos de desarrollo. Por cobardía posterga las cosas en vez de dar la cara, lo cual hace que se acumulen más problemas. Por cobardía no piensa de forma creativa y se limita a una vida rutinaria a la que se ha acostumbrado.

Pero la vida es cambio y evolución, de modo que, la falta de desarrollo hace que las cosas se compliquen y que se incremente la cobardía.


Necesitamos fortalecer el sentimiento de autoestima y dignidad, por ejemplo, recordando con frecuencia: "Soy único, irrepetible y universal" Gandhi.


No soy indispensable pero sí soy necesario e irremplazable. Lo que yo no haga, nadie lo hará por mí.


La cobardía bloquea la mente y paraliza a las personas. Las personas fracasan no tanto por los errores que cometen cuanto por las decisiones que dejan de tomar. Los seres humanos pecan más por omisión que por acción. Al final de la vida, las personas se arrepienten más por las decisiones no tomadas y por las oportunidades perdidas que por los errores cometidos. El peor de los errores es no intentar.


La gente es cobarde por naturaleza, pero también por causa de una educación represiva en la que nos enseñaron el temor. ¡Cuidado! ¡Qué dirán! ¡No puedes fracasar!... Estos mensajes son trampas en las cuales queda atrapado el espíritu de las personas.


Desde la prehistoria, el tabú (prohibición) y el temor a quebrantar la prohibición, debido a las consecuencias graves que acarreaba, han sido la forma más universal de controlar y de reprimir a las personas. Han pasado miles de años desde la lejana prehistoria, pero aún llevamos grabados en nuestra mente infinidad de prohibiciones y de temores que se transmiten de generación en generación.


Con frecuencia verás personas decididas y emprendedoras que parecen no temer a nada, pero todos tenemos nuestro talón de Aquiles. A los cursos de Oratoria asisten jueces connotados, angustiados por un miedo escénico que los agobia. Yo les digo en plan amistoso: "Cómo es posible que usted que tiene la sartén por el mango, sienta miedo escénico" y la respuesta es: "Profesor, así es, aunque usted no lo crea".


Las personas disimulan muchos temores, pero como dice el refrán: "La procesión va por dentro"
La cobardía obedece a una programación generada por una educación crítica y poco estimulante que perjudica el desarrollo de la autoestima y de la dignidad y por una sociedad crítica que está al acecho para descalificar.


Los antídotos contra la cobardía son la autoestima y la dignidad. La dignidad está más allá de la justicia y de la crítica de los hombres. Los hombres pueden juzgar nuestra conducta pero jamás nuestra dignidad. Mientras mantengas en alto tu dignidad, podrás mirarte al espejo sin avergonzarte de ti mismo y podrás ir por la vida con la frente en alto. Nadie puede robarte tu dignidad, pero puedes perderla por causa de ti mismo.


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    Lic. David Angulo de Haro

 

 

 

 

 

 

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